viernes, 17 de diciembre de 2010

Alabado seas, Fénix de los Ingenios

              CRÍTICA TEATRAL: "EL CASTIGO SIN VENGANZA"

El título de arriba no lo digo porque sí. Después de lo que he visto sobre las tablas del teatro, tengo que rendirme ante el portento de Lope de Vega, el gran maestro del teatro del Siglo de Oro, y su prodigiosa fuerza dramática. He asistido a una representación de la obra "El castigo sin venganza" de la mano de la compañía Rakatá Teatro. El motivo principal por el que me decidí a ver esta obra fue porque la mencionada compañía trajo a Sevilla el año pasado su montaje de "Fuenteovejuna", de nuevo de Lope, que me pareció espectacular. Pues bien, este nuevo montaje no me ha decepcionado en absoluto. Con una puesta en escena sencilla, la obra plantea temas tan tradicionales como el honor y los amores fatídicos, en un planteamiento y un desarrollo que parece mentira que Lope de Vega escribiera este texto con casi setenta años de edad. El trabajo de los actores es tan bueno que yo no puedo destacar a alguno sobre los demás.
La acción tiene como eje central un adulterio entre la nueva y joven esposa de un duque y el hijo de éste, aunque es algo que se intuye en el primer encuentro de ambos en escena. A lo largo de la obra se demuestra cómo los compromisos concertados traen la desdicha de las personas implicadas porque generalmente, al aceptar estar con alguien que no se conoce con anterioridad, no es fácil que surja el enamoramiento y provoca que se fijen en otras personas. Todo esto traerá como consecuencia una tragedia final perfectamente planificada, que no desvelo por si alguien se anima a ir al teatro, pero cuyo desarrollo y desenlace recuerda a las tragedias de William Shakespeare. Con éste, es el tercer montaje de Lope de Vega que veo sobre un escenario. El primero de ellos fue una "moderna" versión de "El perro del hortelano" de la que no voy a hablar en este momento. Con esta última experiencia no hago más que constatar el hecho de que tenemos la suerte de tener en nuestra cultura a un maestro del teatro que no pierde vigencia a pesar de los siglos transcurridos y que no tiene nada que envidiarle a otros autores clásicos de otros países, de ahí que me reafirme en lo dicho en el título y lo recomiende sin reparos a todo amante del teatro y que, eso sí, no se sienta cohibido por el teatro en verso, sino que, por el contrario, lo vea como un aliciente.

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