viernes, 13 de abril de 2012

Atalaya va al grano

                   CRÍTICA TEATRAL: CELESTINA. LA TRAGICOMEDIA

Para millones de personas los grandes clásicos son conocidos de principio a fin pero la gran diferencia entre las distintas versiones que se hagan es la manera de contarlos y la puesta en escena. La Compañía Atalaya-TNT ha optado en esta ocasión, a punto de cumplir treinta años, por La Celestina de Fernando de Rojas. Con el título de Celestina. La Tragicomedia, Ricardo Iniesta ha tenido el gran acierto de ir al corazón de una obra, que destaca por su extensión original, mostrando los pasajes esenciales de una historia inmortal, pícara, pasional y trágica. El montaje propuesto por la Compañía demuestra que menos es más ya que unas mesas de metal son los principales elementos escénicos usados para mostrar los distintos lugares donde transcurre la acción.

La sexualidad impregna toda la historia, pero a diferencia de otras versiones, como la cinematográfica de Gerardo Vera de 1996, está mostrada con sutileza, algo descarada, por la clase social de algunos personajes. Celestina es la más avezada en lo que amores y pasiones se refiere. La interpretación y caracterización de Carmen Gallardo como la famosa alcahueta me confirman una hipótesis: Fernando de Rojas le habría aplaudido, porque me parece que se asemeja mucho a como él la concibió. Es astuta como nadie y Gallardo le da unos matices que enriquecen aun más al personaje.
Momento del montaje de Atalaya    Luis Castilla

El resto del reparto da a sus personajes el tono justo: Silvia Garzón muestra cómo su personaje (Melibea) pasa de estar ofendida a estar profundamente enamorada, aunque le cueste admitirlo. Raúl Vera hace un Calixto convencido y determinado a conseguir su amor, por lo que su interpretación está llena de aplomo y seguridad y, cuando termina la obra encarnando a Pleberio consigue que nos olvidemos del joven que ha encarnado antes. Por otro lado, los criados de Calixto, demuestran que no distan mucho de Celestina, ya que son avariciosos y quieren sacar provecho. En este sentido Pármeno (Jerónimo Arenal) es el más reticente  pero Celestina consigue llevárselo a su terreno gracias al recurso de las bajas pasiones, que como animal que es, todo ser humano tiene.

Por otro lado, las amantes de los criados representan la tentación, la lujuria y el libertinaje. Areusa (María Sanz) se intuye como una futura Celestina mientras que Lidia Mauduit hace un genial trabajo desdoblándose en la frívola Elicia y en la mojigata Lucrecia. La dirección de actores está muy bien llevada para que cada uno de los personajes transmita lo que acabo de describir.

Atalaya ha conseguido, bebiendo de diversas tradiciones culturales, dar un aire distinto a una historia de finales del siglo XV, demostrando su fuerza, vigencia e inmortalidad.

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