viernes, 22 de febrero de 2013

La búsqueda de la verdad

                CRÍTICA TEATRAL: TAKING SIDES (TOMAR PARTIDO)

Pedro Alvarez-Ossorio, director de la muy interesante Queipo. El sueño de un general se zambulle de nuevo en la Historia reciente para acercar al espectador a otra realidad que convulsionó Europa: la búsqueda de nazis tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Con Taking Sides (Tomar Partido), Alvarez-Ossorio vuelve a acertar de pleno y ofrece dos horas de teatro que hace reflexionar bastante al espectador.

La obra de Ronald Harwood se ve aderezada con elementos que la enriquecen y demuestra que, a pesar de transcurrir la acción en 1946, el texto cobra un nuevo sentido ahora, con una actualidad asombrosa, al plantear dos conceptos en boga ahora mismo: política y cultura. Pero uno de los aspectos que más destaca dramáticamente de la obra es la defensa a ultranza de la verdad y las creencias de cada uno, algo que lleva a una larga batalla dialéctica si cada una de las partes mantiene hasta el final su postura.
Un instante del montaje                                    Luis Castilla
 La investigación que el mayor Arnold lleva a cabo para averiguar la vinculación del  compositor y director de Orquesta Wilhelm Fürtwangler con el nazismo, ofrece un tour de force interpretativo de gran altura entre Antonio Dechent y Roberto Quintana. Dechent presta su físico y su imponente voz al servicio de un personaje que está dispuesto a todo para llevar a cabo su misión, incluso poniendo cebos que no serán del todo eficaces.

Sin embargo, el "enfrentamiento" entre estos dos hombres repercute en el resto de personajes de la obra deparando más de una sorpresa con respecto a ellos (atención al personaje de Rocío Borrallo y a uno de los miembros de la Orquesta que encarna Emilio Alonso, incluso arroja datos sobre otro afamado y conocido director de Orquesta). Finalmente José Manuel Poga encarna a un militar que es el reverso de Arnold en cuanto a los métodos empleados para llegar a la verdad. 

La escenografía de Vicente Palacios es otro elemento potente del montaje: Un fondo que representa una calle de una ciudad destruida (que recuerda a la carátula de El Pianista de Roman Polanski, filme que le hizo ganar a Harwood el Oscar al Mejor Guión Adaptado) y una cruz gamada de piedra semirrota son símbolos de las consecuencias de un conflicto del calibre que fue la Segunda Guerra Mundial. También el uso de imágenes reales (muy impactantes) ayuda a concienciar sobre la barbaridad que se cometió con los judíos.

A pesar de todo lo mencionado, el director plantea la acción de una manera que no condiciona al espectador, dejando que cada uno se ponga a favor o no de Furtwängler.

Yo ya tomé partido, si desea tomar el suyo propio venga al Teatro Lope de Vega, donde la obra está en cartel hasta el domingo.  

2 comentarios:

  1. ¡Muchas gracias por la asistencia, por el esfuerzo de la crítica y por la difusión; así se contribuye también a la creación de espectadores críticos!

    Saludos.
    Vicente Palacios

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    1. Muchas gracias por sus palabras, para mí son de mucho ánimo para continuar con lo que me apasiona que es el periodismo cultural y con profesionales como usted y sus compañeros ir a ver teatro es una maravilla.

      Saludos
      Alejandro Reche Selas

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