viernes, 20 de septiembre de 2013

Acertado retrato de un humanista

           CRÍTICA TEATRAL: TOMÁS MORO. UNA UTOPÍA

En estos tiempos que corren para ganar hay que apostar fuerte y eso es lo que ha hecho la Fundación UNIR Teatro con Tomás Moro. Una utopía, obra que puede verse hasta mañana en el Teatro Quintero de Sevilla. La directora inglesa Tamzin Townsend demuestra una vez más su profesionalidad cogiendo la batuta de una obra que no se había visto en España y que está envuelta en un poco de misterio por su origen y autores (William Shakespeare y cinco autores isabelinos más).  El tratar un personaje de su propia cultura es uno de los factores que contribuyen a llevar este montaje a buen puerto.

Ver Tomás Moro. Una utopía es una gran oportunidad para conocer a un personaje trascendental en la Historia por el papel que jugó en ella y su legado ideológico. En la obra se reproducen escenas de la vida pública y familiar de uno de los hombres de confianza de Enrique VIII, quien, a pesar de todo, será el responsable de su triste final. Todos los matices de Moro son mostrados con total precisión por José Luis Patiño. El actor, curtido en las tablas a las órdenes de Adolfo Marsillach, Eduardo Vasco o Laila Ripoll da el tono justo que requieren las escenas, que van de la comedia al drama social y personal.
El Historiador y Tomás Moro en escena
El montaje cuenta con una original dramaturgia de Ignacio García May que introduce a un historiador (interpretado por Richard Collins Moore)  que tiene la habilidad de "salirse del cuadro y entrar en él" cuando quiere, lo que supone un juego teatral para el disfrute del espectador que a su vez asiste a una lección de Historia.

La escenografía minimalista y el vestuario son otros dos factores destacados del montaje, que lleva al espectador de una escena a otra sin cambiar el decorado, como ocurría en la época en que fue concebida la obra, así como el resto de actores donde un servidor destaca especialmente a Lola Velacoracho y Sara Moraleda por sus composiciones de la mujer y la hija de Moro respectivamente, que suben de intensidad en el tramo final de la obra.

El resto del reparto da una sólida muestra de buen hacer sobre las tablas, ya que algunos actores se desdoblan en más de un personaje de una manera muy natural y que contribuyen al éxito de un montaje donde, en un marco histórico muy definido, se nos muestra a un hombre que lleva hasta las últimas consecuencias la fidelidad a su conciencia.

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