viernes, 27 de septiembre de 2013

Deleite teatral

                CRÍTICA TEATRAL: EL MÉDICO DE SU HONRA

Que se admiren obras escritas hace varios siglos no es algo casual. Los escritores de nuestro Siglo de Oro demuestran tener hoy en día una calidad que la saben apreciar a veces más fuera de nuestras fronteras, por eso es de agradecer el esfuerzo de compañías como Teatro Corsario por romper una lanza a favor de nuestros maestros de las letras como ocurre con Calderón de la Barca y el montaje que ha realizado de El médico de su honra, en el Teatro Alameda de Sevilla hasta este sábado.

Una vez vista la obra, el autor de estas líneas constata una vez más la potencia dramática de un autor que no tiene nada que envidiarle a Shakespeare. Si hablamos de celos como argumento teatral, la gran mayoría piensa en Otelo, pero El médico de su honra tiene una característica que lo diferencia bastante de cómo trató el tema el autor inglés: Calderón muestra a un celoso paranoico atormentado por una infidelidad que se va montando en su cabeza por una progresiva mala interpretación de supuestas pruebas irrefutables. El tratamiento psicológico de Don Gutierre es más potente que en la mencionada obra de Shakespeare porque allí los celos son inculcados en el protagonista por otra persona.

La modélica versión que realiza Jesús Peña sólo añade un matiz final que no desvelo pero que otorga al espectador una aplicación de la justicia que en el siglo XVII era impensable y que Calderón muestra originalmente de una manera cuestionable, tratándose, además, de un rey quien la aplica.

El austerismo escenográfico le añade más valor al texto, retrotrayéndonos a la manera de representar el teatro de hace más de cuatrocientos años ahondando en el poder de la palabra y en la interpretación de los actores, modélicos todos ellos, con Carlos Pinedo como un magnífico Gutierre o Verónica Ronda en el papel de Mencía. De igual modo es muy destacable la composición de Luis Miguel García como Coquín, el arquetipo del gracioso que se encarga de dar notas de humor a una obra que en sí es una gran tragedia.
Carlos Pinedo y Verónica RondaJesús Peña/Teatro Corsario

Para mí, y ahora sí hablo en primera persona, ha sido una gozada ver esta obra ya que tenía respectivamente cinco y trece años cuando Adolfo Marsillach montó esta obra para la Compañía Nacional de Teatro Clásico que él creó en 1986, precisamente con esta obra como pieza inaugural. 

Con los años he visto otras obras de Calderón, como La vida es sueño, El galán fantasma, El alcalde de Zalamea (en teatro) y La dama duende en el espacio televisivo Estudio 1, y gracias a Teatro Corsario añado una obra más a la cuenta.

Por ello no tengo más remedio que agradecer a la compañía vallisoletana que la haya elegido para celebrar sus treinta años de existencia y que la haya traído a Sevilla, donde precisamente se ambienta esta joya que es El médico de su honra.     

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