sábado, 21 de septiembre de 2013

José Luis Patiño: "Las obras de arte sobre la Historia son hijas de la época en que fueron creadas"

José Luis Patiño, con Tomás Moro. Una utopía, donde encarna al célebre humanista, añade otra obra más a su extensa carrera sobre los escenarios. Participante en los primeros montajes de la Compañía Nacional de Teatro Clásico ha sido dirigido por maestros de la dirección escénica como Adolfo Marsillach (en El vergonzoso en palacio de Tirso de Molina, La gran sultana de Cervantes o Fuenteovejuna de Lope de Vega), Eduardo Vasco (en Viaje del Parnaso de Cervantes), Helena Pimenta (en La dama boba de Lope de Vega) o Maurizio Scaparro (en Don Juan Tenorio de Zorrilla). Del mismo modo ha sido un asiduo en las producciones de la Compañía Micomicón que él ayudó a crear participando en montajes como Atra Billis o Los niños perdidos (dirigidos por Laila Ripoll) entre otros muchos.
Un servidor con José Luis Patiño. Alejandro Reche Selas

El actor, en una entrevista concedida a El Rinconcillo de Reche nos habla de Tomás Moro. Una Utopía, que podrá verse hasta hoy en el Teatro Quintero, y de su carrera repleta de textos clásicos.

Pregunta: Para mucha gente la figura de Tomás Moro la conoce por la película Un hombre para la eternidad (1966) y por la serie Los Tudor (encarnado por Jeremy Northam) ¿Cree que este montaje va a mostrar más realmente cómo era Tomás Moro?

José Luis Patiño: Es que son dos cosas distintas. A mí la película me parece soberbia, el personaje está muy bien retratado y en el caso de Los Tudor es una serie que se ve de forma muy agradable y aunque se centre mucho en las tramas amorosas, está bien porque huyen del tópico: Tomás Moro por desconocido y a Enrique VIII lo despachamos con tres tópicos y poco más. Al reflejar la historia de tiempos  pasados siempre nos inventamos cosas porque vemos las cosas a través de la época en que vivimos. Las obras de arte sobre la Historia son hijas de la época en que son realizadas. La obra que hacemos nosotros también es hija de su época. La dramaturgia de Ignacio García May acerca el material al espectador, incluso reflexiona sobre él en algún momento pero luego lo muestra por lo que no lo ha traicionado.

Hay que diferenciar lo que sería el Tomás Moro histórico y el mítico que es el que nosotros mostramos aunque el material histórico te sirva para tu trabajo. Finalmente se muestra lo que los autores de la obra contaron a través de su visión, no lo que un historiador del siglo XX o del XXI te puede contar sobre el tema. El Tomás Moro que nosotros mostramos es un hombre profundamente coherente con su propia conciencia y lleno de virtudes en el ejercicio de su vida pública y privada.

P: ¿Qué destacaría de la dirección de Tamzin Townsend ya que ella es británica y trata  un personaje de su propia cultura?

J.L.P.: Pues se maneja con mucha soltura y facilidad porque es un personaje grande en la Historia de Inglaterra y que se estudia ya desde la Enseñanza Media. Aunque es cierto que últimamente dirige teatro contemporáneo, es una mujer que conoce muy bien y está muy preparada en el tema del teatro isabelino y autores como Shakespeare. En ese aspecto, la experiencia ha consistido en estar a las órdenes de una persona que sabía muy bien lo que quería. Además era muy consciente de la necesidad de hacer accesible el montaje al público, por lo que no se permite en ningún momento el lujo de aburrir al espectador. Siempre trabaja desde la sonrisa y el optimismo y de estar muy a favor del actor, pero yo creo que siempre intenta salvaguardar una zona de ella como espectadora. Se pone en el papel de alguien que entra y ve una escena por primera vez y mantener eso es muy difícil.
El actor en la piel de Tomás Moro
P: Usted es un actor muy curtido en el teatro clásico gracias a los montajes que ha hecho para la Compañía Nacional de Teatro Clásico y la Compañía Micomicón que usted funda junto a Laila Ripoll, Mariano Llorente y Juanjo Artero ¿Usted considera que el teatro clásico para los actores tiene una gran importancia?

J.L.P.: Efectivamente, yo comienzo a trabajar con Adolfo Marsillach en los años 80 y sí hay que decir que cuando Marsillach crea la Compañía Nacional de Teatro Clásico, en ese momento el teatro clásico pasaba por una profunda crisis, ya que, si durante el franquismo se había mantenido por parte de algunos directores, cuando llega la democracia se considera algo muy anticuado, de poco interés, vinculado de alguna manera al Régimen, aunque no es justo considerarlo así. Por eso Marsillach cuando crea la Compañía Nacional, él y otros directores invitados empiezan a enseñarnos que el teatro clásico puede montarse con una mirada contemporánea y a partir de ahí surge un buen momento para este teatro. Lo digo porque una Compañía Nacional como la que ahora tenemos hay que cuidarla porque no hace tanto no existía y se ha recuperado pero no hace muchas décadas. Actualmente hay grandes profesionales haciendo muy buenos trabajos en todos los sectores: dirección, interpretación, vestuario, escenografía etc...

Sí creo que no hay que conformarse y arriesgar e investigar, es un teatro que habla de pasiones universales del ser humano y es un auténtico placer de la palabra que creo que hay que reivindicar. Son unos textos de una altura literaria sobresaliente y para un actor es como darse un festín al meterse en esos personajes y decir esos textos.

P: ¿Qué tiene de especial el teatro en verso? Porque actores jóvenes consideran que todo actor debe probarlo...  

J.L.P.: Creo que para cualquier actor, parte de su entrenamiento actoral, debería pasar por ahí. Es como una gimnasia para la palabra, para la expresión del actor. A la hora de trabajarlo desde la actualidad hay que combinar una forma no natural con una interpretación que pueda llegar al espectador, que ese verso  sea comunicación activa y emoción. Creo que, además, el verso de las obras de autores como Lope de Vega, Calderón de la Barca o Tirso de Molina ayuda al actor, no juega en contra de él, ya que el teatro barroco que se hacía en los corrales de comedia tenía muy pocos medios y todo está en la palabra. Como tampoco hay acotaciones todo lo que el autor quiere que el personaje haga, sienta o diga está en los parlamentos, e incluso la estrofa en que estos están escritos da pistas de cómo el autor quiere que suene en boca del actor.

P: Usted ha trabajado con grandes directores ¿Destacaría algo de alguno de ellos que le haya marcado a lo largo de su carrera?     


J.L.P.: Aunque era muy joven recuerdo trabajar con Marsillach, que era un hombre muy riguroso, y era un absoluto amante de ese repertorio y de ese mundo y en ese momento que había una cosa casi militante para llevar el teatro clásico por toda España sí me marcó siendo prácticamente un chavalín. Hay además otra persona, Laila Ripoll, que tiene un pasión desmedida por el teatro clásico, entonces ese amor que ella tiene por esos textos te lo transmite de una manera muy viva. 

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