sábado, 26 de octubre de 2013

Inolvidable noche en el Antiguo Egipto

                                            CRÍTICA DE ÓPERA: AIDA

Hay momentos en la vida que se quedan grabados para siempre en la memoria y, en el caso del autor de estas líneas, lo presenciado en el Teatro de La Maestranza será uno de ellos. Aida ha vuelto a Sevilla después de casi veinte años y lo ha hecho con toda su fuerza

Esta nueva producción, auspiciada por el Liceo de Barcelona y el Festival Internacional de Música de Santander lo tiene todo para que cualquier aficionado a la ópera disfrute de ella plenamente. Para empezar, ha sido un total acierto la recuperación de la escenografía de Josep Mestres Cabanes, que apoyada por la sobresaliente iluminación de Albert Faura consigue otorgar dimensión y profundidad a un decorado pintado hasta el más mínimo detalle para transportarnos a la época de los faraones, donde se desarrolla una historia de llena de arrebatadoras pasiones.
Uno de los grandes momentos del Acto II   Guillermo Mendo
Por seguir con otro aspecto de los muchos destacados de esta puesta en escena de la inmortal obra de Giuseppe Verdi (1813-1901) vayamos al de las interpretaciones: El reparto vocal está escogido y dirigido con total acierto: Tamara Wilson compone una enternecedora Aida, que asume su condición de esclava pero no el perder a Radamés, el capitán egipcio del que está enamorada, de ahí el impactante sacrificio final. Alfred Kim le da al mencionado Radamés que encarna en escena la fuerza necesaria para mostrar su gallardía y la lealtad a sus ideas y sentimientos. 

Completa el triángulo amoroso la sublime Amneris que encarna María Luisa Corbacho, un derroche de talento sobre el escenario con una fuerza arrebatadora y me atrevo a decir que, si Anne Baxter viviera y hubiera visto la interpretación de Corbacho, hubiese cogido muchos de los matices de su interpretación para componer a la Nefretiri de Los diez Mandamientos (Cecil. B. DeMille, 1956), filme muy deudor de Aida, estrenada en 1871, sobre todo en lo referente a la corte faraónica y a su forma de vivir. La composición de Corbacho hace que parezca que ha pertenecido a la realeza toda su vida y la majestuosidad de su comportamiento hacen de su elección para el personaje algo incuestionable
 Amneris (Mª Luisa Corbacho) en el último acto. Guillermo Mendo

De igual modo Mark S. Doss está perfecto en la primera parte como rey etíope y luego disfrazado de oficial así como Dmitry Ulyanov como el sumo sacerdote Ramfis. La escena final del primer acto en el templo dan cuenta de su buen hacer sobre el escenario. 

Todo el conjunto está dirigido con sabia mano por José Antonio Gutiérrez que sabe darle el tono justo tanto a las escenas más multitudinarias (el final del segundo acto es para enmarcarlo, con una cantidad de gente sobre un escenario como pocas veces un servidor ha visto y resuelto con una gran eficacia para que la escena no sea nada caótica sino perfectamente organizada) y las escenas más íntimas o con pocos personajes pero de mucha fuerza dramática (como demuestra el tercer acto).

No se puede tampoco obviar el impecable trabajo de Franca Squarciapino en el diseño del vestuario. No es posible ponerle ni un pero. Todos los personajes están vestidos con exquisitez acorde a su rango, tanto los de las altas esferas (de poder y religiosas) como los más humildes. El público sevillano ya pudo admirar el soberbio vestuario que Squarciapino diseñó para La Loba de Lillian Hellman donde vestía de manera magistral a Nuria Espert, entre otros, por lo que, además de conocer algunos de sus trabajos para el cine, el vestuario para esta Aida no hace sino constatar que es una maestra absoluta con una imaginación desbordante.

El coro y la ROSS han estado sensacionales, llenando de emoción el coliseo en la escena de la marcha triunfal o, entre otros muchos momentos, la escena final de la ópera verdiana, donde el amor no puede ni con la misma muerte. La labor de Pedro Halffter, Santiago Serrate e Iñigo Sampil constata no sólo la enorme profesionalidad de los tres sino también el amor que le tienen al género lírico y eso se refleja siempre en el resultado final que es de Matrícula de Honor.
El emocionante final. Guillermo Mendo
Lo dicho, una noche colosal, faraónica e inolvidable que no se deben perder y les quedan cinco oportunidades más, así que no  desaprovechen la oportunidad de vivir una experiencia única.        

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