viernes, 22 de noviembre de 2013

Unos actores magníficos para un montaje sobresaliente

                            CRÍTICA TEATRAL: JULIO CÉSAR

Julio César es una de las obras más representadas de William Shakespeare. En España, si hablamos del último medio siglo, existen diversos montajes desde los años 50. Uno de ellos protagonizado por Francisco Rabal, Nuria Espert y Mary Carrillo.

Ya en pleno siglo XXI, en el montaje que nos ocupa, el director y escenógrafo Paco Azorín ha tomado las riendas de una propuesta novedosa estéticamente pero que maravilla como los montajes más clásicos.

Un servidor sólo tenía el precedente de haber visto un Estudio 1 de los años 60 protagonizado por Ismael Merlo y Luis Prendes. Con este único precedente por mi parte, la visión del montaje que puede disfrutarse en el Lope de Vega hasta este domingo supone quitarse el sombrero ante el trabajo de Paco Azorín y todo su equipo.

La reducción de las casi cuatro horas originales a noventa minutos es una sabia decisión porque va al corazón de la historia y su apuesta por la escenografía (ese obelisco con tanta presencia en el escenario) y el vestuario contemporáneos es uno de los grandes aciertos donde todo juega a favor, destacando de manera sobresaliente el trabajo de los actores, lo cual merece un gran párrafo aparte.
Vista de la ejemplar puesta en escena. David Ruano
La obra concebida por William Shakespeare a partir de unos conocidos hechos históricos se sustenta en unos magníficos discursos/parlamentos/ monólogos que expresan diversos estados emocionales antes, durante y después del asesinato de Julio César. Para ello Paco Azorín ha contado con ocho actores que ponen todo su saber hacer escénico al servicio de la obra.  

Tristán Ulloa, en el papel de Bruto, expresa a la perfección la evolución de un personaje atormentado por el tiranicidio que se va a llevar a cabo. Este tormento acompaña al personaje, y Ulloa lo lleva a buen puerto de manera ejemplar sintiendo la culpa en el momento de la última puñalada y en los acontecimientos futuros, donde su discurso posterior al asesinato está expresado con total verosimilitud.

Sin embargo, el discurso de Bruto es desmontado por el que a continuación pronuncia Marco Antonio, personaje al que Sergio Peris-Mencheta aporta su contundente físico y un gran aplomo a la hora de hablar de su amigo muerto, con un tono que demuestra un verdadero sentimiento que remata con un estremecedor grito.
 Peris-Mencheta en un momento clave. David Ruano

Julio César, a pesar de la brevedad de su papel tiene en Mario Gas una elección perfecta. Demuestra que es un actor que inunda el escenario con su presencia incluso cuando su personaje ya está muerto, ya que se convierte en una presencia sobrenatural que sirve para atormentar sobre todo al personaje de Bruto.

Por su parte, Agus Ruiz está fantástico en el papel de Casio, el, podríamos decir, principal instigador de la conspiración contra Julio César. Pedro Chamizo destaca por su polivalencia como actor, primero encarnando papeles breves pero importantes, hasta su aparición al final como Octavio, aliado de Marco Antonio. Por cierto, él es el responsable además del apartado audiovisual del montaje, otro de los aciertos del mismo, donde impresiona el rostro de Mario Gas con los ojos cerrados.

El resto del grupo de actores: Pau Cólera, Juan Ceacero y Carlos Martos, tienen, en el momento del asesinato de Julio César, donde también se encuentran Agus Ruiz y Tristán Ulloa, una de sus intervenciones más logradas demostrando (en sus interpretaciones) la deshumanización del hombre ante la euforia por la muerte del tirano, lo que les hace sacar su lado más animal, que toda persona posee.

En resumen, este montaje de Julio César tiene todos los elementos para hacer disfrutar al público y demuestra por qué Shakespeare sigue siendo tan actual en pleno siglo XXI.   

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