viernes, 13 de diciembre de 2013

El juego de la alacena

                    CRÍTICA TEATRAL: LA DAMA DUENDE

Con una mirada al Cielo acabó la función de La dama duende. Un Cielo desde el que seguro miraba Miguel Narros a sus actores tras representar la última obra que puso en pie. Esta montaje de la comedia escrita por Calderón de la Barca demuestra que Narros imprimió a esta obra una vitalidad y una energía que se transmite a través de las acciones de los personajes. 

Este montaje es rápido, dinámico y alegre, una suerte de screwball comedy americana de capa y espada pero que demuestra que Howard Hawks y compañía no inventaron nada. Narros, con la ayuda de Pedro Víllora reduce el texto original, modifica el tercer acto y da la ocasión de que todos sus actores se luzcan, una prueba más del afecto que a éstos profesaba.
Diana Palazón y la alacena. Luis Malibrán
Esta obra está llena de situaciones divertidas, desconcertantes (para los personajes) y oníricas. El encierro de una mujer viuda por parte de sus hermanos y el método que usa para ver al hombre que ama es de una rotunda eficacia y en las manos de Miguel Narros (y posteriormente de su ayudante de dirección Luis Luque) las escenas y las risas se suceden continuamente gracias a un conjunto de actores que transmiten desde el escenario lo bien que se lo están pasando.

Diana Palazón compone a una dulce y pícara Doña Angela mientras que Chema León e Iván Hermes, como el galán Don Manuel y criado Crespo, resultan ser un dúo cómico muy logrado gracias a las situaciones en las que se ven envueltos por el desconocimiento de la alacena movible que da a su habitación. Crespo es un personaje que, además de hacer reír, pone sobre la mesa la situación de inferioridad de su condición, pero que él acepta de buen grado.  
Chema León e Iván Hermes. Luis Malibrán
Por su parte los demás miembros del elenco cumple su cometido con creces: Eva Marciel, Roser Pujol y Paloma Montero son las perfectas cómplices de Ángela en el juego de apariciones y desapariciones que propone la obra. Juan Ribó aporta su veteranía en escena para dar vida al desdichado Don Luis al igual que Emilio Gómez como Don Juan. Antonio Escribano completa un grupo de actores entregado a la alegría, picardía y diversión que impregnan el texto de Calderón y que recoge Narros de manera sabia.  

La obra se beneficia de una escenografía y un vestuario sobresalientes que juegan a favor de la época y del enredo de la alacena "trucada". Esto es un claro ejemplo de Narros por el respeto al texto original y a su tradicional clasicismo, que fue un sello de identidad propio.

La dama duende es un ejemplo más del dominio de Narros de los textos de nuestro Siglo de Oro, que conformaron una parte importante de su carrera como director de escena: Numancia, de Cervantes, El rufián Castrucho de Lope de Vega, un primer montaje de El burlador de Sevilla o El condenado por desconfiado de Tirso de Molina (todas ellas con una joven Ana Belén), El castigo sin venganza, de Lope de Vega, al frente del Teatro Español o sus montajes para la Compañía Nacional de Teatro Clásico: Segundos montajes de El burlador de Sevilla y El caballero de Olmedo, La Estrella de Sevilla y la colosal Fiesta Barroca para la celebración de Madrid como Capital Cultural de 1992.

La declaración de amor final de este montaje de La dama duende es una de las más hermosas oídas desde el patio de butacas, con una cuerda entre galán y dama muy simbólica, y es también el final de una trayectoria profesional que quedará grabada con letras de oro en la Historia del Teatro en España. También es la última vez que el autor de estas líneas ha podido disfrutar con la sabiduría escénica de un grande, por todo ello, gracias señor Narros

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