viernes, 10 de enero de 2014

Maravillosa historia para no dormir

               CRÍTICA TEATRAL: EL VENENO DEL TEATRO

Dos actores extraordinarios, una buena historia y un sabio director. Muchas veces no hace falta más que eso para dejar impactado al espectador en la butaca de un teatro y que, al finalizar, aplauda a rabiar. Todo esto ocurre con El veneno del teatro, que puede verse hasta el domingo en el Teatro Lope de Vega de Sevilla.

El título de esta crítica no es casual, porque quienes disfrutasen con Historias para no dormir de Chicho Ibáñez Serrador, dirigidas con la complicidad en la mayoría de los episodios de su genial padre, el actor Narciso Ibáñez Menta, lo pasarán en grande presenciando lo que ofrece El veneno del teatro, una obra del autor valenciano Rodolf Sirera, nombre que a muchos telespectadores les sonará ya que es uno de los artífices de Amar en tiempos revueltos/Amar es para siempre, la veterana serie de las sobremesas. Un servidor también lo conocía por ser el adaptador de El canto de los cisnes de Alexei Arbuzov, la última obra en la que actuó el añorado Alberto Closas con la también desaparecida Amparo Rivelles dirigidos por Juan Carlos Pérez de la Fuente.
Uno de los muchos intensos momentos de la obra. Ros Ribas

Dentro de la producción dramática de Sirera El veneno del teatro tiene la virtud de que, con un poco más de una hora de duración consigue captar la atención del espectador desde los primeros minutos.

Pero si hay unos nombres a resaltar son los de los dos actores que sostienen de manera modélica la función: Miguel Ángel Solá y Daniel Freire. Los dos intérpretes argentinos arrancaron ovaciones y entusiastas aplausos del patio de butacas gracias a sus impresionantes interpretaciones, en un mecanismo de relojería suiza de la máxima precisión que dirige firmemente el veterano Mario Gas con mano maestra.

Las consecuencias que un actor (Freire) sufre al ser requerido por un aristócrata (Solá) a raíz de la propuesta teatral que el segundo le hace al primero, es lo que no debe de contarse porque, señoras y señores, es algo que hay que verlo. Sólo menciono que los engaños y las trampas son la gran baza de esta pieza de orfebrería dramática, con momentos llenos de suspense, intensidad y terror que demuestran que no hace falta sangre y vísceras para sorprender a los espectadores. 
Otro genial momento a cargo de Daniel Freire y Miguel Ángel Solá. Ros Ribas

El giro del personaje de Solá (y su particular juego escénico dominando en todo momento la situación) y el derroche físico y emocional de Freire son dignos de todos los elogios y dan sentido a pagar por una butaca en un teatro. Lo dicho: Si Historias para no dormir le entusiasmó no se pierda El veneno del teatro (y si la ven recomiéndenla sin destriparla)

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