jueves, 16 de enero de 2014

Mentiras, amor y profesionales que valen un millón

                  CRÍTICA TEATRAL: LA VERDAD SOSPECHOSA

Helena Pimenta ha vuelto a dar en la diana. Con La verdad sospechosa reafirma una vez más su gran sabiduría como directora de escena y la calidad de los integrantes de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Pero vayamos por partes.

Primero es de agradecer que se recupere un texto que la propia Compañía puso en pie hace 22 años y con otra mujer dirigiendo dicho montaje: Pilar Miró. Para los que superamos vagamente la treintena, como es mi caso, supone gozar por primera vez de un texto maravilloso que, a pesar de estar escrito en el siglo XVII, mantiene su vigencia aunque se cambie de época, como se ha optado en esta ocasión: El vestuario remite a ese gran Madrid galdosiano de finales del XIX y principios del XX. Es una decisión que le da mayor valor a la propuesta porque ahonda en la universalidad y atemporalidad del texto de Juan Ruiz de Alarcón.
La ingeniosa escenografía del montaje, otro punto a favor del mismo 
En segundo lugar Pimenta se rodea, como ya hizo en su maravilloso montaje de La vida es sueño, de un grupo de actores de Matrícula de Honor, con un dominio admirable del verso y una dirección escénica que ahonda en la importancia tanto de las palabras como de las acciones para dotar al montaje del tono de comedia que requiere. Muchos de los actores de La verdad sospechosa ya formaron parte de ese monumental éxito que supuso el montaje del universal texto de Calderón de la Barca.   

La historia del mentiroso Don García y su confuso enamoramiento por un error de nombres fluye gracias al gran trabajo de los actores. Don García es interpretado de manera asombrosa por Rafa Castejón con varios momentos para quitarse el sombrero, como varios pasajes, que son prácticamente monólogos, en los que se presencia la elaboración de las improvisadas mentiras que traen de cabeza a su padre, un Joaquín Notario que demuestra una vez más su seguridad tanto con el verso como en la transmisión de las emociones tragicómicas del personaje.

Marta Poveda por su parte está espléndida como Jacinta, confirmando sus dotes para la comedia con una sensualidad y una ligereza de movimientos que suman puntos a su interpretación y forma un particular tándem con su amiga Lucrecia, encarnada por una grandiosa Nuria Gallardo, que da a su personaje los matices necesarios para que se desmarque de la acompañante de la dama que suele aparecer en las obras del Siglo de Oro. Lucrecia pasa más a la acción al sentir cosas que, seguramente, no había experimentado antes, lo cual desencadena en una aparente divertida rivalidad que tiene más hondura sentimental de lo que parece. Casualidades del destino, sobre el escenario estaban dos anteriores Rosauras de La vida es sueño: Poveda la encarnó el año pasado y Gallardo en el 2000 a las órdenes de Calixto Bieito.
Jacinta y Don García (Marta Poveda y Rafa Castejón)
El resto del elenco cumple con creces su cometido: Juan Meseguer y Fernando Sansegundo ponen su veteranía al servicio del texto y Sansegundo concretamente compone a un criado también atípico en el Siglo de Oro. Alabo de igual manera la labor de David Lorente y Pedro Almagro en sus papeles de Don Juan de Sosa y Don Félix, que ofrecen un momento de gran comicidad ante otra de las grandes mentiras de Don García. Todos, incluso los que no he nombrado, hacen una labor sin mácula, una muestra más para sentirnos orgullosos de los actores que tenemos, que son oro molido.

En el montaje, la música, interpretada en parte  por el pianista Miguel Huertas, es otro elemento clave con piezas románticas y cómicas según el caso a la vez que suenan temas reconocibles como el vals de Shostakovich u otros que evocan aires porteños, americanos, en homenaje al autor. Seguro disfrutarán en Méjico como lo hizo el público del Lope de Vega de Sevilla con un montaje para el recuerdo, ya que es mucho más que una comedia, maravillosamente resuelta, por cierto.
      

1 comentario:

  1. He estado viendo la obra de teatro y me ha encantado. Es una obra que te hace reflexionar en el momento que termina y ahora mismo sigo dándole vueltas a la cabeza. Genial obra y genial artículo.

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