sábado, 15 de febrero de 2014

El cómico baile de las identidades

                       CRÍTICA DE ÓPERA: LA CENERENTOLA

El maestro Gioachino Rossini concibió, tras haber estrenado sus famosas óperas El barbero de Sevilla y La italiana en Argel, un divertimento sobre el célebre cuento de La Cenicienta de Charles Perrault con ciertas variaciones que se adecuaban a la época en que fue concebida. El Teatro de la Maestranza estrenó anoche la reposición de una producción napolitana del año 2003 de La Cenerentola, que destacó por el magnífico trabajo vocal del elenco en general y del masculino en particular.

Si bien todos superan con nota la prueba de la celeridad que Rossini imprime a sus obras, con pasajes a velocidad de crucero, hay un trío vocal que destaca sobre los demás: Carlos Chausson, Edgardo Rocha y Borja Quiza
Las hermanastras con el príncipe y su criado disfrazados   Guillermo Mendo
Los tres convierten sus intervenciones en cómicos momentos, donde el disfraz del criado en príncipe y viceversa junto con la "alegría" de Don Magnífico tras abusar del consumo del vino. Son estos momentos donde se denota una acertadísima dirección de escena además de vocal, que imprimen a la producción un aire teatral, más acentuado que en otras producciones.

Chausson demuestra sus grandes dotes cómicas y vocales en un personaje, Don Magnífico, con el que Rossini retrata con sorna a una aristocracia decadente y que lo único que tiene es un título.De ahí el tono jocoso de Rossini, ya que ridiculiza a cierto sector de esa sociedad, para contraponerlo al buen corazón y la humildad de Cenerentola. Esa decadencia está muy bien mostrada con la escenografía de la residencia de éste, con vistosos desconchones en paredes y columnas. Don Magnífico sería el reverso absoluto del Príncipe de Salina, todo un ejemplo de elegancia en una alta sociedad que se derrumba que concibió Giuseppe Tomasi Di Lampedusa en su obra maestra El Gatopardo y que inmortalizó Burt Lancaster en la adaptación cinematográfica dirigida por Luchino Visconti en 1963.
Un genial momento de Chausson. Guillermo Mendo

Por su parte Rocha y Quiza, como el Príncipe Ramiro y su criado Dandini respectivamente, demuestran una gran desenvoltura en el escenario, también brillantes en los pasajes cómicos donde el componente gestual está al mismo nivel que el vocal, terreno en el que todos tienen su momento de gloria sobre todo en el segundo acto.

La producción tiene a favor la buenísima dirección musical de Giacomo Sagripanti, con la ROSS haciendo sonar la música de Rossini de manera ejemplar, el cual la combina tocando el clave, instrumento y que apoya el ambiente aristocrático referido.
    
Si hay que ponerle un pero a esta producción sería a un detalle del vestuario: Mientras la vestimenta masculina (los miembros del Coro están impolutos) y la de las hermanastras es acertada (en el caso de estas últimas, la pomposidad y el maquillaje recargado sirven para contribuir a la composición de los personajes y hacer comprensibles las reacciones del Príncipe y del criado), no lo es tanto la elección del negro para el vestido de Cenerentola  para ir al baile.
Marianna Pizzolato, Cenicienta aun de criada. Guillermo Mendo
Así como el traje de sirvienta y el de boda están correctos, creo, en la humilde opinión del que estas líneas escribe, que para una escena como la del baile hubiese venido mejor otro color más alegre. Pero esto no empaña el resultado final, gracias a un gran trabajo vocal y actoral del conjunto.

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