viernes, 21 de marzo de 2014

Sabia mezcla de costumbrismo y modernidad

               CRÍTICA DE ESPECTÁCULOS: LA DEL MANOJO DE ROSAS

Visto lo visto anoche en el Teatro de la Maestranza, a rebosar de público, se pueden reafirmar dos hechos: que la zarzuela gusta y que, gracias al equipo artístico y técnico de La del manojo de rosas se puede decir que ochenta años, los que está a punto de cumplir esta obra de Pablo Sorozábal, no son nada.

La vuelta a la puesta en escena y dirección escénica que ideó Emilio Sagi en 1990 junto con la magnífica coreografía de Goyo Montero y una ejemplar y detallista escenografía de Gerardo Trotti es un enorme acierto por varios motivos: Le da un mayor dinamismo a la acción y una frescura digna de las flores que Ascensión vende en su floristería.

A un entrañable paisaje costumbrista, con personas de toda índole paseándose por la calle o asomándose a las ventanas (un servidor se sintió un poco como James Stewart en La ventana indiscreta(Alfred Hitchcock, 1954), se suma una coreografía digna de los grandes musicales de Hollywood (con referencias a grandes momentos de West Side Story (Robert Wise, Jerome Robbins, 1961) o una nostálgica estampa que recordaba a una versión más melancólica del momento más recordado de Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, Gene Kelly, 1952). Todas estas aportaciones enriquecieron el conjunto sin que desentonase para nada con el ambiente castizo donde se desarrolla la acción donde, con grandes pinceladas de humor se desarrolla una historia en la que el amor verdadero rompe barreras y hace perdonar algunas mentiras.

Un gran momento de la zarzuela
La producción se beneficia de una trama ágil, fácil de seguir, con una parte puramente teatral donde los actores dan lo mejor de sí. El veterano Luis Varela se metió al público en el bolsillo gracias a su composición del personaje de Espasa, con una riqueza y mezcla de vocabulario que hacía las delicias de los espectadores. Su seguridad en el escenario es incuestionable, todo un referente de la escena española. Del mismo modo César Sánchez es otro ilustre de la escena que aporta su experiencia para el personaje de Don Pedro.

Por su parte Ruth Iniesta y Carlos Crooke componen una pareja cómica que funciona como un reloj suizo. Por su parte, el tenor mejicano Ricardo Bernal hace un asombroso trabajo puliendo su acento natural para interpretar al aviador vértice del triángulo amoroso entre Ascensión (Carmen Romeu) y el señorito/mecánico Joaquín (José Julián Frontal).

Las partes musicales, con el maestro Miguel Ángel Gómez Martínez dirigiendo muy bien a la ROSS, están muy logradas y hay canciones que, inevitablemente, se quedan en la memoria, como la romanza Madrileña bonita o esa maravilla que es Dice la gente del barrio, que contiene el estribillo que da título a esta zarzuela que encandiló al público como seguramente lo hará hoy, mañana y siempre.

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