viernes, 31 de octubre de 2014

Gregor Acuña: "En el Castillo de San Jorge hay una energia muy potente"

Gregor Acuña es otro ejemplo de compromiso y pasión por el teatro. Nacido en Hamburgo, llegó a España siendo adolescente y se formó como actor en el Instituto de Teatro de Sevilla, en el Teatro La Abadía y en la École Philippe Gaulier junto a grandes maestros. En los últimos años ha interpretado Esperando a Godot de Samuel Beckett, ha dado vida a Fagin en el montaje de Oliver Twist que puso en pie la Compañía La Tarasca y ha fascinado con su interpretación del monólogo El Gran Inquisidor. Acuña concede esta entrevista con una obra en cartel, El Greco pinta al Gran Inquisidor que se representa en el Castillo de San Jorge hasta el 9 de noviembre y en la que dirige a José Luis Fernández, Javier Castro, Javier Centeno, José Carrión y a Aníbal Soriano. La entrevista, sobre esta obra, anteriores montajes de su carrera, con directores de la talla de Maurizio Scaparro, Salvador Távora o Joan Font, y un futuro lleno de proyectos e ilusión, no tiene desperdicio. Como suelo decir, pasen y lean.    
Con Gregor Acuña tras la entrevista. Alejandro Reche

Pregunta: El Greco pinta al Gran Inquisidor, que usted dirige, está conectado con el anterior espectáculo que puso en pie con Excéntrica Producciones, El Gran Inquisidor, sobre el texto de Dostoievski, que en aquella ocasión interpretaba ¿Cómo es la transición de un espectáculo a otro?

Gregor Acuña: Cuando decido abordar el monólogo de El Gran Inquisidor me documenté sobre el tema: La Inquisición, la época... y en el proceso me encuentro El Greco pinta al Gran Inquisidor, una novela corta de Stefan Andres, un judío alemán que se autoexilió antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial a Positano (Italia) pero que, previamente, en 1936, publica la citada novela donde establece un  paralelismo entre el terrible poder de los nazis y la Inquisición y cuál es la actitud de un artista ante eso, como le pasó a El Greco, que se enfrentó al poder eclesiástico.

Plantea cómo se hace un trabajo, encargado por un poderoso con el que no se comparten ideas y además se está en contra de él, sin que éste lo rechace ni lo queme y encima pague por él, todo ello sin renunciar a los ideales e incluir en esa obra de arte un mensaje que el público perciba. Además, la acción transcurre en Sevilla en el Castillo de la Inquisición, como El Gran Inquisidor. Hace dos años este proyecto cayó en saco roto y en enero de este año lo volví a recordar, mencionando que trataba la figura de El Greco y, debido a las celebraciones por el cuarto centenario de la muerte del pintor, el Ayuntamiento adjudica hacer el montaje.
Un instante de El Greco pinta al Gran Inquisidor     Foto cedida por Gregor Acuña

No lo he interpretado porque yo iba a traducirlo ya que no estaba editado en castellano. Además, tenía tan claro cómo tenía que ser que decidí dirigirlo, y yo siempre he dicho que nunca interpretaré y dirigiré un texto a la vez. Para mí, o estás fuera o estás dentro.

P.: Estamos hablando de dos proyectos basados en dos novelas, una escrita por un autor ruso y otra por un autor alemán que tratan un personaje español ¿Qué cree que tiene la Inquisición y la figura del Gran Inquisidor para que haya interesado a personas de culturas muy diferentes a la española?  

G.A.: Hubo un cambio de rumbo en la Historia de España, en el siglo XVI, cuando en el resto de Europa se cuestiona el poder de la Iglesia y nace la Reforma que el pueblo ve necesaria, salvo la Iglesia, que se ve amenazada y España crea la Contrarreforma. Desde entonces vivimos como consecuencia de ella ya que estamos al margen de las ideas luteranas, e hicimos todo lo contrario y la Semana Santa es el ejemplo más vivo de esa postura, ya que supone venerar a las figuras religiosas cuando precisamente estaban siendo cuestionadas, y la autoridad máxima es el Papa. Hay gente que no comparte eso pero sí se siente cristiana. Los artistas ven que España se ha aislado y que, en nombre de Dios, ha creado una de las instituciones más terribles de la Historia, la cual ordenaba quemar en la hoguera a aquellas personas que no compartían su manera de ver las cosas. Es algo tan bestial que aquí no se habla del tema y en el Castillo de la Inquisición no está reflejada la verdadera Historia. No debemos avergonzarnos de nuestro pasado sino ser conscientes de él para construir una buena base para el futuro. En Alemania se han abierto museos del Holocausto y los campos de concentración se han convertido en museos para asumir los errores.

P.: ¿Trabajar en el Castillo de San Jorge, sabiendo lo que allí pasó, le proporciona una energía especial?

G.A.: Ya sí me siento "en mi casa". Se me pone la piel de gallina recordando experiencias allí. Creo más en los espíritus y siento que allí hay una energía muy potente y la gente que va allí también nota esa fuerza.

P.: ¿Cómo afrontó un monólogo como El Gran Inquisidor?

G.A.: Estableciendo un diálogo con Jesucristo aunque él no me responda, y eso enciende aún más a mi personaje y le hace hablar más. Yo venía de un teatro muy físico con, entre otros, Tricicle, máscaras y teatro cómico y, hubo un momento en el yo necesitaba usar mi arte para ponerla al servicio de mis inquietudes personales. Precisamente, la existencia del Más Allá nos preocupa y mi desolación al no tener fe se vio reflejada al cien por cien en El Gran Inquisidor porque planteaba las mismas preguntas que yo me hacía.
Interpretando El Gran Inquisidor       Foto cedida por Gregor Acuña

Ese texto fue un salto sin red en mi carrera porque nunca había interpretado un texto dramático ni tampoco un monólogo, algo tan profundo con mucho texto y en clave naturalista, sin máscaras ni caricatura de ningún tipo, supuso un antes y un después en mi carrera. Si tuviese que hacer una comparación entre los dos espectáculos diría que El Greco pinta al Gran Inquisidor es más filosófico y lírico mientras que El Gran Inquisidor es más visceral, descarnado y arrebatador.

P.: Echando la vista atrás, usted tiene una completa formación en muchas disciplinas artísticas con maestros como José Carlos Plaza, Miguel Narros, Darío Fo, Jacques Lecoq , Bob Wilson... ¿Se puede decir que todos ellos le han aportado algo esencial para llegar a ser el actor que es hoy en día?  

G.A.: Todos los que ha mencionado me han aportado grandes cosas junto a otros muchos como Josef Svoboda, el escenógrafo más grande del siglo XX. Él vino a Sevilla a montar al Teatro de la Maestranza Salomé de Strauss en 1995 y fui durante dos semanas su asistente personal. Me enseñó cómo vivir la profesión con auténtica pasión desde que te levantas hasta que te acuestas con 73 años que tenía (ya falleció), fue una experiencia de vida absoluta.
Josef Svoboda, el gran escenógrafo del que Acuña guarda un gran recuerdo

Luego Philippe Gaulier, que es un gran maestro de clown que comenzó en la misma escuela que Jacques Lecoq. Siempre he considerado a mis grandes maestros aquellos que me enseñaron clown. También Gabriel Chamé o el fallecido Friedhelm Grube, profesor del Instituto de Teatro de Sevilla, porque el clown apela a lo más honesto y vulnerable del actor y lo convierte en arte. Como actor has de ser muy generoso con el público desnudando el alma con las "tripas fuera".

P.: Lo cual confirma la mayor dificultad del desnudo emocional con respecto al físico...

G.A.: Absolutamente, yo he salido desnudo al escenario y lo único que me preocupaba era que no se me notasen los michelines, para lo que tuve que trabajar en un gimnasio dos meses antes. El desnudo emocional es más duro porque te expones y te vuelves vulnerable. El payaso ha de ser totalmente auténtico jugando con sus imperfecciones.

P.: En su trayectoria hay muchos títulos destacados. Para empezar, supongo que hacer con la Compañía Nacional de Teatro Clásico Maravillas de Cervantes en el Teatro de la Comedia tuvo que ser una gran experiencia  ¿no?

G.A.: Absolutamente, es un espacio espectacular. En ese momento rechacé un protagonista en la serie Compañeros para hacer este montaje por hacer los Entremeses de Cervantes girando durante año y medio. Fue muy importante en mi carrera. Lo dirigió Joan Font al que yo conocía por trabajar con él en la Cabalgata de la Expo de Sevilla, concretamente en una carroza consistente en una escalera que basculaba con tres personajes: el bebé, la muerte y el anciano toda en blanco y negro.

Pero si hablamos de trabajos anteriores no puedo dejar de mencionar lo que supuso para mí estrenar en 1990 con La Cuadra de Sevilla de Salvador Távora en Broadway el espectáculo Crónica de una muerte anunciada con 19 años, recién salido del Instituto de Teatro, girando durante mes y medio por San Francisco o Méjico, donde vino a verlo el propio Gabriel García Márquez y subió emocionado al escenario abrazándonos.
Cartel de Crónica de una muerte anunciada

P.: Otro de tus trabajos destacados es Le mille e una notte dirigido por Maurizio Scaparro en 1996...

G.A.: La verdad es que sí. Yo a Scaparro lo conocí cuando llevamos  Crónica de una muerte anunciada a Roma en 1991. Vamos al Teatro que Scaparro dirigía en ese momento, el Teatro Argentina. Tras el espectáculo, nos invitó a una fiesta en su casa y el único que habló todo el tiempo con él fui yo. Un año después, en la Expo 92, donde, además de la Cabalgata, estuve haciendo el Teatro de los Niños patrocinado por Nestlé y donde se representaba Pinocho por la mañana y Don Quijote por las tardes, el cual dirigía Pedro Casablanc y yo actuaba en ambos espectáculos. Pues un día, subido al autobús que daba la vuelta al recinto, me encuentro a Maurizio.

Maurizio Scaparro que dirigió a Acuña en Le mille e una notte
Yo sabía que estaba aquí porque él era el supervisor general de Espectáculos en la Expo y le llevé a ver Pinocho. Tres años más tarde, me voy a hacer un viaje por Europa y en un semáforo en París me lo volví a encontrar y me contó que al año siguiente iba a montar Las mil y una noches, una coproducción entre Francia, Italia y España y necesitaba actores de los tres países. Finalmente, los españoles fuimos Laura del Sol, que interpretaba a Sherezade y yo, que hacía del califa que la mantiene cautiva y a quien ella le cuenta los cuentos, el cual siendo casi protagonista tenía un papel más pequeño porque el protagonista, al tratarse de cuentos, era el narrador que interpretaba Massimo Ranieri.

P.: Para acabar ¿me puede decir algo sobre su futuro laboral?

G.A.: Pues le confirmo que formaré parte del reparto de La evitable ascensión de Arturo Ui de Bertolt Brecht para el Centro Andaluz de Teatro (que se estrenará en enero en el Teatro Central) y hago del lugarteniente de Arturo Ui, como su segundo de a bordo.

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