sábado, 22 de noviembre de 2014

Mozart entusiasma al público del Maestranza

                                  CRÍTICA DE ÓPERA: DON GIOVANNI

El interés por el mito de Don Juan llamó la atención de Mozart, y, teniendo como referentes las versiones existentes del mismo ya en su época, las de Tirso de Molina y Molière, entre otras, el genio de Salzburgo creó una ópera inmortal que, aunque se considere drama jocoso tiene mucha miga. Anoche en el Teatro de la Maestranza volvió a verse Don Giovanni (seguirá en cartel los días 24, 26 y de 29 de noviembre), que ya se montó en el 2008 y cuyos resultados son más que positivos por el buen hacer de todos los integrantes de la función. Pero vayamos por partes.

Lo primero que interesa es cómo se trata el mito de Don Juan, sobre todo conociendo la versión de Zorrilla, que se publicó varias décadas después del estreno de Don Giovanni. Las bases literarias mencionadas anteriormente tienen mucho que ver porque aquí son varias las mujeres ultrajadas por las fechorías de Don Giovanni y vemos cómo tiene varios frentes abiertos, que, a veces hasta forman un frente común, mientras que el elemento sobrenatural de la cena con el comendador asesinado por Don Giovanni se convierte en el perfecto clímax para frenar una vida desenfrenada donde su decisión final marca la diferencia con otras versiones.

Hay que destacar de lo que se pudo ver en el Maestranza varias cosas. Primero la dirección musical del joven Maxim Emelyanychev. La hermosa música de Mozart sonó con exquisitez, muy apreciable en los primeros minutos donde no hay diálogos y acompaña la acción con una buena sincronización, por lo que, una vez más, felicidades a la ROSS y a la Orquesta Barroca del Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo

Por otro lado, la dirección escénica de José Antonio Gutiérrez, retomando la que realizó Mario Gas, está llena de aciertos, como el hecho de que los personajes aparezcan varias ocasiones por diversos accesos del Teatro para luego subir al escenario. Luego, esta ópera tiene varias partes donde el elemento teatral,está muy acentuado de ahí que haya fragmentos donde los diálogos se dicen con mucha velocidad, sobre todo en situaciones cómicas, y los cantantes salen airosos de esos momentos. 

A nivel de puesta en escena, las escenas multitudinarias están muy bien resueltas, con el Coro demostrando su contrastadísima solvencia en todas las óperas que he visto hasta el momento. De esas escenas la del baile al final del primer acto está magníficamente construida, con tres focos de acción casi simultáneos en los que el público no pierde detalle y eso se logra una vez más, con una dirección escénica clara y concisa como se demostró anoche.
La fabulosa escena del baile con Carlos Álvarez en el centro. Guillermo Mendo
La escenografía creada por Ezio Frigerio nos acerca más la acción temporalmente, y crea una serie de espacios muy potentes visualmente como la fuente del primer acto o la estancia donde tiene lugar la cena final, con unas escaleras y una mesa perfectamente realizadas para proporcionar el ambiente sobrenatural de ese tramo del argumento. Pero mención aparte se merece la prodigiosa luz del maestro Juan Manuel Guerra, un creador de atmósferas con esos blancos y, sobre todo, azules, que contribuyen al goce visual de esta producción.

Con lo que respecta a la labor de los cantantes, el barítono Carlos Álvarez demostró, en su interpretación de Don Giovanni su profesionalidad, ya que avisaron de que se estaba recuperando de un proceso catarral. En la humilde opinión del que escribe esta crítica, y sabiendo que hay gente más entendida en la materia lanzo esta pregunta: ¿Cómo canta este hombre cuando está bien de salud? Porque ayer cantó fantásticamente con potencia y gravedad tonal dignas de todo elogio.

Siguiendo con los cantantes, el barítono David Menéndez, en el papel del criado Leporello estuvo maravilloso y, aunque era su debut en ese personaje parecía que lo había hecho muchas más veces, transmitía la comicidad y la complicidad con su amo de manera exquisita, como cuando lee a Doña Elvira las conquistas de Don Giovanni, de lo que él parece estar orgulloso de relatar pero que realmente consigue realzar el sentimiento de venganza de Doña Elvira, un personaje de sentimientos contradictorios magníficamente interpretado por la  soprano Maite Arberola. Otro personaje que me gustó especialmente fue el de Octavio, interpretado por el tenor José Luis Sola, impecable en su determinación de vengar su amada doña Ana, una muy segura Yolanda Auyanet. Así seguiría con todo el elenco porque consiguieron lucirse en una ópera con varios fragmentos repetitivos pero que solventaron con gran profesionalidad y lucieron sus voces para el deleite de un público entregado.

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