sábado, 31 de enero de 2015

Explosión de emociónes

             CRÍTICA TEATRAL: EL LARGO VIAJE DEL DÍA HACIA LA NOCHE

Escribo esta crítica con los ojos aun humedecidos por lo que he visto en el Teatro Lope de Vega de Sevilla. El nuevo montaje de El largo viaje del día hacia la noche quedará grabado a fuego en mi memoria. Porque me ha ocurrido algo que no me había pasado antes: Me he emocionado viendo una obra que la acababa de leer. Con lo que he vivido viendo esta función se demuestra que una cosa es leer una obra de teatro y otra cosa muy distinta es verla representada.

Borja Ortiz de Gondra ha hecho, en mi opinión, una espléndida versión de la obra autobiográfica de Eugene O'Neill respetando al máximo la sólida estructura dramática a la cual la dirección de Juan José Afonso le otorga tal fluidez que se disfruta por igual cada uno de los actos de la obra.

La historia de la familia O'Neill, Tyrone en la obra, está llena de sentimientos a flor de piel, contradicciones en lo que se dice en una misma frase, reproches, tensión, drama, emoción contenida y amor, con un conflicto central del que se van sabiendo cosas poco a poco y con un catártico acto final que es modélico. Pero todas estas virtudes las menciono porque las he visto reflejadas en las extraordinarias interpretaciones de los cinco actores que conforman el elenco.
Los Tyrone: Alberto Iglesias, Juan Díaz, Vicky Peña y Mario Gas. Antonio Castro
La gran Vicky Peña hace una excelente composición de Mary Tyrone, con un completísimo trabajo emocional y gestual que se entiende aún más cuando se dice claramente el problema que el personaje tiene, que tiene su origen mucho tiempo antes de que comience la acción de la función. Con un enorme arco emocional, que culmina en el acto final de manera asombrosa, donde pesa mucho el pasado, el trabajo de Vicky Peña no tiene fisuras y sus movimientos en el escenario le dan un aire etéreo y frágil pero robusto en otros momentos al que contribuye el magnífico vestuario diseñado por Elisa Sanz, también responsable de la ingeniosa escenografía, nada recargada y con los elementos justos. Viendo esta interpretación de Vicky Peña no pude evitar recordar su genial trabajo en El Diccionario dirigida por José Carlos Plaza, la primera vez que la veía actuar sobre las tablas y, habiendo visto su trabajo en esta obra de Eugene O'Neill, constato su sobresaliente maestría como actriz, aunque estoy seguro que no estoy descubriendo nada nuevo, pero no puedo dejar de decirlo.  

Por su parte Mario Gas está igualmente espléndido interpretando al cabeza de familia, James Tyrone, donde el veterano actor compone al personaje transmitiendo totalmente el amor hacia Mary y su melancolía por su truncada carrera en los escenarios, algo en lo que Mario Gas está en el polo opuesto gracias a su gran trayectoria como actor (que pude constatar por primera vez en el montaje de Julio César que dirigió Paco Azorín) y como director (inolvidable para un servidor El veneno del teatro). El último acto de la función proporciona un gran momento de lucimiento por un arranque de sinceridad que tiene con su hijo menor.
Vicky Peña y Mario Gas, espléndidos como el matrimonio Tyrone. Antonio Castro
Alberto Iglesias, en el sexto trabajo que le veo en teatro desde el díptico Hamlet / La Tempestad a las órdenes de Lluís Pasqual en 2006, es un vendaval de sentimientos y reacciones contrapuestas en su interpretación de Jamie donde, desde una contención inicial, nos muestra su carácter algo rebelde y, en la confesión a su hermano Edmund bajo los efectos de una gran borrachera, nos desnuda su alma de una manera desgarradora. Su potencia actoral es incuestionable con ejemplos como sus actuaciones en Hécuba o De ratones y hombres y el personaje de Jamie Tyrone es otro peldaño de oro en su carrera. A ver con qué otro gran personaje nos sorprende en los escenarios en el futuro.

Por otro lado Juan Díaz, al que recuerdo gratamente en La abeja reina de Charlotte Jones que el añorado Miguel Narros estrenó en Sevilla en 2009, compone a Edmund, alter ego del propio Eugene O'Neill, otorgándole una fragilidad por la débil salud que tiene el personaje que es digna de admiración pero se muestra comprensivo y duro cuando el momento lo requiere y los lazos entre Jamie y Edmund demuestran estar sustentados por el amor fraternal que incluye el decir, a la persona que más quieres, cosas que, muchas veces no son agradables de escuchar pero es una manera de mostrar los sentimientos, como ocurre en esta obra.

Finalmente, María Miguel, en la piel de Cathleen tiene también sus momentos de lucimiento con un personaje que, siendo O'Neill, un maestro con el subtexto, dan ganas de saber más cosas de ella y de su relación con los Tyrone.

En resumen, una obra, apoyada, además, por unas hermosas proyecciones a cargo de Eduardo Moreno y una acertada iluminación de Juan Gómez-Cornejo, que contribuyen a envolver al espectador en una particular atmósfera para vivir intensamente la historia de los Tyrone, en un montaje que nadie al que le guste el teatro debe perderse porque, y jugando con el título de la obra, El largo viaje del día hacia la noche se hará corto gracias a la labor de un equipo de profesionales entregado absolutamente a la labor de poner en pie una obra capital del teatro, y lo consiguen con creces.

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