domingo, 25 de enero de 2015

Pilar Gil: "Mi personaje en 'El zoo de cristal' es una mujer que se siente agredida por la realidad"

El zoo de cristal me ha proporcionado grandes satisfacciones. He disfrutado de un montaje espectacular con unos actores maravillosos y a dos de ellos los he entrevistado. Si hace dos días Carlos García Cortázar me concedía una maravillosa entrevista, he tenido idéntica experiencia con Pilar Gil, quien interpreta el papel de Laura Wingfield. Con unos hermosos ojos verdes y una simpatía arrolladora, esta gran actriz habló para El Rinconcillo de Reche de su personaje en este montaje dirigido por Francisco Vidal que deja Sevilla después de cuatro días para continuar la gira por toda España. Gil también recordó sus trabajos con grandes maestros como José Carlos Plaza o John Strasberg. Como siempre digo: Pasen y lean.  
Con Pilar Gil tras la entrevista. Alejandro Reche Selas

Pregunta: ¿Cómo llega a participar en este montaje de El zoo de cristal?

Pilar Gil: Yo estudié en el Laboratorio de Teatro William Layton y uno de los profesores que tuve, junto con José Pedro Carrión o Paca Ojea, fue Francisco Vidal, en el tercer año. Ese año se elegía una escena para la muestra final e hice con otro compañero la escena de una obra llamada Cangrejos de pared de Alfonso Vallejo. Tras la muestra, todos los que terminamos tercero hicimos la obra El trueno dorado de Valle-Inclán, y la dirigió Francisco Vidal. Dos años después él me llamó para hacer El señor Badanas de Carlos Arniches e hicimos gira con esa obra, que tenía un importante contenido social. Siempre hemos estado ambos en contacto y vio que podía hacer el personaje de Laura en El zoo de cristal y me llamó.

P.: Su personaje tiene un importante trabajo emocional y físico porque habla pero también escucha mucho y mantiene durante toda la obra la cojera que tiene. Esas características del personaje ¿cómo las afronta para preparar el personaje? ¿Le dio alguna indicación especial Francisco Vidal?

P.G.: Los ensayos los comenzamos en el mes de septiembre pero en julio, antes de las vacaciones, hice con Francisco Vidal unas sesiones de trabajo en su casa para ver cuál era nuestra visión del personaje. Una clave que él me dio fue que no se considerase a Laura como una pobrecita sino una persona con un gran conflicto interior. Ella se siente una persona muy diferente a los demás en una sociedad donde no es aceptada y el conflicto que tiene es porque le gustaría no ser como es. Yo he trabajado mucho ese conflicto y también la culpa por lo que le estoy haciendo a mi hermano, ya que él está renunciando a sus sueños por mantenernos a mi madre y a mí. Mi personaje, por sus ataques de pánico, de ansiedad y por sus miedos no es capaz de tener un trabajo ni de sacar adelante la casa por lo que está impidiendo a su hermano que vuele y se convierta en escritor, que es su sueño. Con respecto al tema de la cojera, le dimos muchas vueltas. Probamos varias, yo le proponía al director, y al final hallamos una que ya está interiorizada en mí, que es leve pero que se nota en el escenario, en un punto intermedio. Francisco Vidal es un director maravilloso que tiene muy claro lo que  quiere hacer y lo lleva a cabo. Él es un enamorado de El zoo de cristal y se sabe de ella hasta lo que no está escrito. Conoce también mucho a Tennessee Williams porque es un intelectual y lo sabe todo.
Con Silvia Marsó durante la función. Pedro Gato

P.: Hace dos días entrevisté a su compañero en escena Carlos García Cortázar (Jim en la función) y le hice una pregunta que se la repito a usted para que me dé su punto de vista desde su personaje ¿Cree que la obra hubiese sido muy diferente si Laura no hubiese conocido previamente a Jim?

P.G.: Eso lo he pensado muchas veces. Probablemente, si no lo conociese, hubiese estado presente en la cena que preparan. El ataque de ansiedad que mi personaje tiene en ese momento le da por ser Jim quien es. Laura sabe que esa cena va a ser un fracaso, pero lo acepta por la ilusión que pone su madre. Estoy seguro que Laura no habría hablado prácticamente nada durante la cena y se hubiese ido sin más. Pero el hecho de conocerlo y que ha sido el único chico del que se ha enamorado,además de que fue amable con ella en el instituto, nunca se rió de ella. Era el único chico que le gustó y va a su casa...Tennessee Williams es muy listo porque hace que el conflicto sea aún mayor. Y el hecho de que él le diga que tiene novia hace que Laura, que en ese momento está viviendo un cuento de hadas, se convierta en una mariposa a la que, de golpe, le cortan las alas y cae derrumbada rompiéndole el corazón.

P.: Su personaje en esta obra representa a muchas personas en situaciones similares ¿Cree que su personaje no quiere salir de su casa porque se siente protegida, a pesar del exceso de protección de su madre?

P.G.: Laura donde se siente realmente segura es en su mundo interior con sus figuritas de cristal. No se siente segura en su casa sino en su soledad, contemplando los animales, las plantas etc...Todos los demás significan una agresión, incluidos su madre y su hermano, porque la protección de su madre es contraproducente. Ella no se siente cómoda en el mundo real. Para ella es más real su mundo de fantasía. No soporta la violencia, la agresión verbal. Es como una figurita de cristal, le afecta todo: que la gente grite por la calle, las discusiones, se siente agredida por la realidad.

P.: Hablando de su trayectoria, usted debuta en el teatro nada menos que con Ricardo III de William Shakespeare con dirección de John Strasberg ¿qué recuerda de esa primera experiencia en los escenarios?

P.G.: Fue maravilloso. Yo estaba en el segundo año en el Laboratorio y mi profesor era José Pedro Carrión. A él le surge el proyecto y John Strasberg quería una actriz que aparentase tener menos edad. Yo tenía en ese momento veinte años pero siempre he aparentado menos edad y José Pedro pensó en mí, me propuso, hice una prueba y me cogieron. Fue mi debut profesional con John Strasberg compartiendo escenario con José Pedro Carrión, Cristina Marcos, Xabier Elorriaga, Alicia Agut. Era un repartazo y lo que hacía era abrir los ojos como platos y aprender. Fue una delicia trabajar con John Strasberg, porque te miraba a los ojos y te transmitía confianza. Las cosas que te decía te llegan al corazón. No es hombre de muchas palabras pero sí muy sabio y las cosas que te dice te activan y yo estaba trabajando con maestros como él y José Pedro Carrión y ese gran reparto. Debutamos en el Teatro Cervantes de Málaga, donde actuamos el miércoles, y me trajo muchos recuerdos.
John Strasberg, quien dirigió a Pilar Gil en Ricardo III
P.: Ahora quiero pasar a Sonata de Otoño que es la primera vez que yo le veo a usted en teatro ¿Cómo fue la experiencia de ser dirigida por el maestro José Carlos Plaza en esta obra con una gran carga emocional y  que continuó con Bodas de sangre al año siguiente?

P.G.: Trabajar con José Carlos Plaza no se puede expresar con palabras. Todo lo que dice es oro puro. No dice nada en vano y cuando te mira es como si conociese tu interior. Tiene un conocimiento muy profundo de la obra y de los personajes y eso facilita el trabajo. Toda la energía va hacia donde tiene que ir. Y luego trabajo en escena con Marisa Paredes, Nuria Gallardo y Chema Muñoz que me quito el sombrero ante ellos diez veces. Fue otra ocasión para mirar, escuchar y seguir aprendiendo. Mi personaje tenía una gran profundidad emocional. No habla pero lo vive todo por dentro, yo en escena no estoy parada sino siguiendo interiormente el hilo de lo que ocurría y sintiendo lo que le pasa. En esta obra mi personaje tenía una enfermedad degenerativa, que le hacía quedarse tetrapléjica con el paso del tiempo. Yo visité un centro donde había personas con enfermedades similares o casos de Parkinson agudo, que provoca el deterioro corporal pero no mental. Ese era el drama de mi personaje, ya que se ve que no puede ni siquiera peinarse, ni comer sola.
Con Marisa Paredes en Sonata de Otoño
P.: Y presencia todo el conflicto familiar sin poder actuar pero dándose cuenta de todo...  

P.G.: Efectivamente, de hecho hay una escena en la que Marisa Paredes se quedaba dormida y soñaba que mi personaje venía hacia ella y la asfixiaba. En realidad no es que quisiese matar a su madre sino decir de alguna manera: "Por favor, arreglemos esto como personas civilizadas porque os estáis destrozando la una a la otra". Y mi personaje estaba en medio de todo, como una responsabilidad para su hermana de la que su madre no se quiere  hacer cargo, porque cuando la vio por última vez mi personaje podía hablar y caminar y cuando comienza la función se la encuentra en una silla de ruedas, sin apenas poder articular palabra y Chema Muñoz, que interpretaba mi cuñado, tenía mucho peso porque es el narrador y el que intenta todo el tiempo templar la situación y también me cuida. Fue una experiencia que me trajo muchas alegrías.

Cuando al año siguiente José Carlos Plaza me llama para hacer Bodas de sangre supuso otra alegría enorme para mí. Trabajar de nuevo con él y, además, un texto de Lorca. Tenía un personaje pequeño pero con momentos importantes y fue maravilloso. Estuvimos en el Teatro María Guerrero y luego un mes en el Teatro Central y en el Teatro Alhambra donde vino a vernos Enrique Morente y su hija Soleá y les gustó mucho.

Por estas dos obras José Carlos Plaza me nominaron a los Premios de la Unión de Actores. Luego trabajar un texto de Lorca es impresionante. Durante la gira visitamos su casa natal, yo me leí una biografía que escribió su propio hermano sobre él. Era puro arte. Él se inspira en lo popular pero le imprime una gran dosis de poesía.

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