viernes, 27 de febrero de 2015

¿Quién te va a querer como yo?

                            CRÍTICA TEATRAL: OLIVIA Y EUGENIO

Hay obras de teatro con la capacidad de tocar de manera especial el corazón del espectador y Olivia y Eugenio, es sin duda, una de ellas. Uno de los principales motivos para esta afirmación es la sensibilidad que impregna la obra, que añade además una certera crítica social. José Carlos Plaza demuestra una vez más ser un auténtico maestro porque esta obra está dirigida con una delicadeza exquisita, donde el afecto materno filial está por encima de todo.

El peso de la función recae en un valor seguro como es Concha Velasco, porque es una actriz extraordinaria y en Olivia y Eugenio, lo vuelve a demostrar, y en Rodrigo Raimondi, un asombroso descubrimiento y uno de los grandes aciertos de la obra. Con su elección y la de Hugo Aritmendiz para alternarse en el personaje de Eugenio en los diferentes teatros donde se representa la obra, da una auténtica lección al espectador, demostrando que las personas con síndrome de Down están plenamente capacitadas para realizar cualquier tipo de trabajo. Porque lo que Raimondi hace es dejar con la boca abierta a los espectadores con su magnífica actuación.

En esta obra, precisamente por tener Eugenio síndrome de Down, se plantea una pregunta clave en uno de los varios casi monólogos que Concha Velasco va diciendo a lo largo de la función: "¿Quién es normal?" y, con los diferentes ejemplos que se van exponiendo, se ve que el concepto de "normalidad" no está tan claro como cree gran parte de la sociedad.

Además, Olivia va desnudando su alma al espectador para darnos a conocer su vida y, sobre todo, pensamientos que no se había atrevido a expresar con palabras hasta ese momento. La naturalidad que le da a todo ello Concha Velasco con su interpretación es para quitarse el sombrero.
Concha Velasco y Rodrigo Raimondi en Olivia y Eugenio. Javier Naval
Otro tema es el de la decisión que toma Olivia desde el comienzo de la función y que tiene que ver con la pregunta que titula esta crítica y con un plan que pretende llevar a cabo, pero ella y su hijo, con, sobre todo, la última escena, nos dan una lección de vida inolvidable.

La escenografía de Francisco Leal ayuda a enfatizar el componente teatral de la función y crear la magia de ver una casa de verdad aunque no haya paredes visibles, mientras que Lorenzo Caprile demuestra una vez más su maestría en el vestuario.

Olivia y Eugenio es una obra dura y conmovedora a la vez, donde Concha Velasco y Rodrigo Raimondi transmiten una verdad como madre e hijo impresionante y los momentos de ternura entre ambos son impagables, de ahí que resalte de nuevo la labor de José Carlos Plaza, porque, tras haber visto, dirigidas por él, dos tragedias griegas (Fedra y Hécuba), dramas (Sonata de Otoño, El Diccionario y La sonrisa etrusca) e incluso una ópera (El gato montés), y sabiendo además su amplia e impresionante trayectoria como director de escena, me tengo que rendir ante este señor, por haber puesto en pie una obra necesaria para la sociedad y que todo el mundo debería ver. Asi que, gracias José Carlos Plaza, gracias Concha Velasco y gracias Rodrigo Raimondi y a todo el equipo técnico y de producción.

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