domingo, 15 de marzo de 2015

Una grata experiencia nueva

                         CRÍTICA DE ÓPERA: DOCTOR ATOMIC

En el mundo de la cultura se plantean manifestaciones artísticas de todo tipo y, si uno disfruta, si nos centramos en la ópera, de títulos inmortales como Aida o Rigoletto, es de aplaudir que haya personas que piensen que se puede seguir componiendo óperas y ampliar la oferta con propuestas novedosas. En este caso, Doctor Atomic cumple a la perfección ese cometido porque John Adams y Peter Sellars, hombres del siglo XX, han decidido contar un episodio trascendental que acaeció en el siglo pasado. 

La creación de la primera bomba atómica, tema central de la ópera que se representa en el Teatro de la Maestranza los días 16 y 18 de marzo, está tratado con recursos tecnológicos modernos, una loable iniciativa para aprovechar los avances e inventos que han revolucionado la sociedad, como el cinematógrafo.

Ahondando ya en lo que se vio en el escenario el pasado viernes 13, esta producción alemana de Doctor Atomic, una ópera joven, ya que no han transcurrido ni diez años desde su estreno mundial, tiene dos partes complementarias pero diferentes en el fondo y en la forma.

El primer acto tiene un gran mérito y nos depara las primeras sorpresas a los espectadores: está diseñado en base a unas logradas proyecciones de vídeo que ayudan a situar al espectador y a hacer mucho más visual una parte donde priman las explicaciones científicas, de ahí que alabe en primer lugar el trabajo con las proyecciones realizado por Benedikt Dichgans y Philipp Engelhardt. A partir de ahí se abren una serie de viñetas donde los distintos personajes, sobre todo los científicos Oppenheimer, Teller y Wilson (interpretados a la perfección por Lee Poulis, Jouni Kokora y Beñat Egiarte respectivamente, quienes demuestran su excelente calidad vocal) van desgranando los pormenores del proyecto Manhattan e incluso sus preocupaciones.
Las proyecciones y las separaciones, elementos clave del acto I. Guillermo Mendo
Volviendo al tema vocal,es muy loable el trabajo realizado por cada uno de los miembros del reparto porque en este primer acto no sólo se explican cosas relacionadas con el proyecto de la bomba atómica sino que también se leen cartas, y adaptar la acción de leer al bel canto no es una tarea fácil, en mi humilde opinión. El juego de la separación que vimos hasta el momento también es utilizado sabiamente en la siguiente escena en el hogar del matrimonio Oppenheimer, donde Jessica Rivera tiene su primer momento de lucimiento con una sonoridad armoniosa y bella.

Precisamente, el apartado vocal/interpretativo está muy bien en general. Peter Sidhom está muy metido en su papel del General Groves, preocupado porque el proyecto salga bien y la escena con el chocolate es como un soplo de aire humorístico que le viene bien a una ópera con un tema más bien oscuro.

El segundo acto es muy diferente y tiene mucha tela que cortar por cómo está concebido: La cuenta atrás para la detonación de la primera bomba atómica se desarrollacon un aire onírico, y, en más de una ocasión, apocalíptico al que contribuye el personaje de Pasqualita (Jovita Vaskeviciute) que une al mundo moderno el ancestral de la magia y la superstición con unas potentes luces (de nuevo ejemplar el trabajo de Juan Manuel Guerra) y un caos previo a la detonación que sirve como elemento premonitorio, algo que se intensifica con la inteligente aparición de un joven con rasgos orientales. Todo para llegar al éxito de la detonación pero que nos deja helados al escuchar unas palabras en japonés mientras los responsables del proyecto se dan la mano. Un final descorazonador sabiendo además dónde explotarán dos bombas poco tiempo después de este éxito del gobierno estadounidense.
Un potente momento del Acto II. Guillermo Mendo
En definitiva, una ópera bien realizada, con una potente dirección de escena de Yuval Sharon y con una contundente dirección musical de Pedro Halffter que plantea novedades que, por lo menos para un servidor, siempre son recibidas con agrado, y, sobre todo, no deja indiferente una vez ha bajado el telón, algo muy importante.

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