viernes, 25 de septiembre de 2015

"El Príncipe de Maquiavelo": 500 años no es nada

Al dramaturgo y director cordobés Juan Carlos Rubio le gustan los retos. Si ha escrito anteriormente obras con una gran profundidad interna como la impactante Arizona, Las heridas del viento (desde ya un clásico contemporáneo) incluso una dramaturgia sobre la biografía de Concha Velasco para el último musical protagonizado por la actriz vallisoletana hasta la fecha, ahora, con  El Príncipe (hasta ayer en cartel en el Teatro Lope de Vega de Sevilla), se ha superado a sí mismo. Sirviéndose de la obra que escribió Maquiavelo en 1513, Rubio escribe una modélica dramaturgia donde hay mucho más que política en su contenido. La razón de lo que digo es que Rubio se sirve además, entre otros textos más, de la correspondencia personal del célebre escritor y diplomático renacentista, lo que le da al conjunto un componente biográfico que embellece el resultado final.

Las distintas ideas políticas en torno a las actitudes, ideas y acciones de los príncipes o gobernantes tienen en el también vallisoletano actor Fernando Cayo un perfecto transmisor, ya que entra de lleno en el contenido político haciéndonos en un momento determinado partícipes de su verdadera existencia en el instante en el que comienza la obra, todo un disfraz en varios sentidos para ocultar una terrible realidad que se destapa poco a poco.


Fernando Cayo, en un momento de la obraSergio Parra
La puesta en escena apuesta por la atemporalidad en el momento de ubicar la acción. La moderna escenografía (aparte de ser una muñeca rusa, ya que no es oro todo lo que reluce) ayuda a incrementar el valor universal de un texto escrito hace cinco siglos e incluso, con un mismo elemento, (una máscara de la Comedia del Arte) o una linterna consigue provocar inquietud, lo cual, junto con la ironía de determinados pasajes, introducen al espectador en los intrincados vericuetos de la política porque el texto de Maquiavelo expone diferentes maneras de afrontar la posesión del poder sobre un pueblo, pero la mayor parte de las opciones tienen sus pros y sus contras, algo que Fernando Cayo deja claro en su brillante interpretación.

Con una esclarecedora segunda parte, el espectáculo muestra la verdadera cara de Maquiavelo, que no desvelo para quien desee interesarse en su figura y lo que le aconteció, porque si lo cuento destripo el espectáculo, y es una forma de animar a los lectores a que la vea no ya en Sevilla sino, por ejemplo, en Madrid, donde se representará en los Teatros del Canal. Ah, y para los curiosos de los recursos teatrales les dejo un acertijo : que adivinen a quién pertenece la femenina voz en off que se oye en un momento de la función. Todos estos ingredientes hacen muy apetecible El Príncipe, una función con muchos mensajes y que ofrece a los espectadores una oportunidad de pensar en la situación política actual y en la de hace siglos, que, parece mentira, en muchos aspectos parece no haber cambiado mucho.

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