domingo, 11 de octubre de 2015

"El discurso del rey": Una gran historia de superación trasladada brillantemente al teatro

Magüi Mira tiene un don especial. Sus montajes como directora están asombrando al público por la versatilidad y variedad de sus propuestas, gracias a lo cual ha puesto en pie obras de autores como Lope de Vega (El perro del hortelano), Flaubert (Madame Bovary), William Shakespeare (Un cuento de invierno), Mario Vargas Llosa (Kathie y el hipopótamo), Aristófanes (Pluto) o Ernest Thompson (En el estanque dorado).

Pues bien, la siguiente obra que ha llegado al Teatro Lope de Vega de Sevilla ha sido El discurso del rey, una adaptación por parte de Emilio Hernández, del guión de David Seidler que dio lugar a la premiada película estrenada en 2010. Visto el resultado, el autor de estas líneas no puede sino alabar una vez más la sabiduría de Mira, ante un montaje que es todo un reto pero que ella resuelve con brillantez. Prueba de ello es que uno se olvida del filme protagonizado por Colin Firth por varias acertadas decisiones de puesta en escena.
El elenco al completo de El discurso del rey. Carlos Montenegro
En primer lugar Mira no olvida y recuerda en todo momento que estamos viendo teatro, de ahí la presencia de todos los actores en el escenario como un grupo de cómicos que apoyan a su compañero y que, aunque trate una historia de personajes reales en varios sentidos,  se hace valer del concepto que el gran Calderón de la Barca usó para titular una de sus cumbres teatrales: El gran teatro del mundo. Todos desempeñamos un papel en la magna obra que es la vida y los personajes de El discurso del rey son conscientes de ello.

Otro gran acierto de la propuesta de Magüi Mira es no tratar con humor el tema de la tartamudez del rey Jorge VI en ningún momento, porque es un factor por el que el personaje sufre en su vida, junto con otros motivos que se irán desvelando a medida que avancen sus sesiones con el terapeuta Lionel Logue. En este montaje podemos apreciar un deseo, cumplido con creces de dar todos los datos biográficos e históricos necesarios para entender la historia que se nos plantea en toda su dimensión. De igual modo se ha jugado sabiamente con la contraposición de personajes opuestos tanto externa como internamente, un factor que se ve tanto en los dos hermanos, Eduardo VIII y Jorge VI, como en sus respectivas esposas (Wallis Simpson e Isabel).

Todo ello llega a muy buen puerto gracias a las interpretaciones de todos los actores. Adrián Lastra hace una magnífica composición de su personaje mostrando la evolución del mismo claramente: Del atribulado Duque de York con la tartamudez como importante handicap en su vida, al seguro Jorge VI que da un imponente discurso al final. Durante ese viaje emocional, Lastra nos muestra sus muchas dotes interpretativas, para, entre otras cosas, entender la amargura que encierra su personaje desde pequeño, poniendo de manifiesto que no es nada fácil crecer dentro de una Familia Real. Además, el escepticismo con el que acude a los sesiones de Lionel Logue evolucionan hacia una sincera amistad entre dos hombres en principio antagónicos pero que demuestran que la amistad salta grandes barreras.

Logue encuentra en Roberto Álvarez a un idóneo actor, ya que el personaje está alejado de la excentricidad del que interpretaba Geoffrey Rush en la película y su claridad tanto de ideas como de formas de actuar Álvarez las muestra en escena de manera sencilla pero a la vez ejemplar.

Ana Villa por su parte hace una gran composición de Isabel, la mujer del futuro rey. Sus actos están llevados por el amor absoluto que siente hacia su marido y su discurso está lleno de emoción, a lo que contribuye su dulce voz que se modula en grave cuando la ocasión lo requiere. Los personajes de Lastra y Villa suponen un gran contraste con los que interpretan Gabriel Garbisu y Lola Marceli, el cual está marcado tanto en actitudes como en maneras de ver la vida y de vestir. La elegancia y sobriedad inglesa no tiene nada que ver con la actitud liberal americana que encarna Wallis Simpson, es por ello que Lola Marceli está adecuadamente vestida con un traje sensual que recuerda al de Rita Hayworth en Gilda (Charles Vidor, 1946) y que está acorde con su actitud vital. Por su parte Garbisu deja a las claras con su interpretación la diferencia entre dos hermanos, opuestos prácticamente en todo. Para completar el estupendo elenco, Angel Savín se transforma de manera asombrosa en Winston Churchill.
Gabriel Garbisu y Lola Marceli en la función. Carlos Montenegro
Por todo lo dicho no se puede terminar esta crítica sin dejar de resaltar la sencillez escenográfica, una de las señas de identidad de Magüi Mira en sus montajes como directora, así como el magnífico e impecable vestuario de Helena Sanchís y el espléndido espacio sonoro de Marco Rasa, de gran contundencia en la escena final y la siempre eficaz iluminación de José Manuel Guerra.

El discurso del rey, hasta hoy en cartel en Sevilla, es una prueba más del deseo de contar una historia muy humana, independientemente del escalafón social de los personajes, con la ilusión de crear un espectáculo con el que público disfrute: Prueba más que superada.

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