viernes, 30 de septiembre de 2016

Sandra Toral: "El teatro es un acto de comunión donde la palabra es sanadora"

Entrevistar a Sandra Toral es otro regalo para un apasionado del teatro. Actriz y productora, actualmente también lleva las riendas de una escuela de teatro para niños y adolescentes donde les inculca el amor y la fascinación por el arte de Talía. Toral concedió una entrevista a El Rinconcillo de Reche para hablar de la citada Escuela, su profesión, que abarca trabajos sobre las tablas a las órdenes de Lluis Pasqual, David Perry, Gerardo Malla o José Carlos Plaza,  o en el cine, donde debutó a lo grande en Epílogo de Gonzalo Suárez junto a Paco Rabal, Pepe Sacristán y Charo López, fascinando con esos grandes y hermosos ojos. Su último trabajo como productora ha sido Amantes, basada en la famosa película de Vicente Aranda que protagonizaron Marta Belaustegui, Marc Clotet y Natalia Sánchez. Como siempre digo, pasen y lean.



Pregunta: ¿Qué puede decir de sus años al frente de la Escuela?

Sandra Toral: Yo la abrí hace varios años ya, alrededor del año 2000, pero yo había dado clases toda mi vida, porque mi formación fue de maestra. Cuando me matriculé en la RESAD yo ya había dado clases en circunstancias especiales. A mí siempre me han interesado los sectores más desfavorecidos de la población y yo organicé, tras hacer Epílogo un proyecto para dar clases en la cárcel de Carabanchel, concretamente un taller en la sección de los jóvenes. Fue un éxito rotundo y muy hermoso del que tengo un recuerdo concreto muy especial: Los muchcachos, cuado entraba por la galería de Carabanchel, sacaban las manos y decían "Apúntame en la lista de espera, profesora". También organicé talleres de teatro en la Universidad Popular de Collado Villalba para dar cobertura popular a todo tipo de gente: adolescentes, profesores de filosofía o amas de casa. La pedagogía ha sido mi cable con la tierra siempre que tenía algún desasosiego en mi profesión. Además, es imprescindible crear un público sensible al teatro, algo que en Inglaterra o Estados Unidos es lo normal.

P.: ¿Cómo es la reacción de los niños al conocer el mundo del teatro a tan temprana edad?

S.T.: Los más pequeños con una gran fascinación porque entramos en el camerino antes de la obra y profesionales como Rody Aragón, Claudia Molina o Eva Isanta, a los que agradezco desde aquí su gran amabilidad, dejaron que los niños se pusiesen los sombreros ya fascinados, y luego todo lo que ha visto patas arriba lo ven transformado en magia. Los adolescentes se centran más en la dureza del trabajo de los actores y valoran el trabajo del teatro. 

 (Esto da pie a una reflexión de Sandra Toral sobre un tema concreto relacionado con su profesión)

Precisamente uno de los aspectos en los que les incido es en la necesidad de tener una buena dicción si quieren hacer teatro. Es algo que con la docencia espero que se pueda paliar. Antiguamente era impensable que a un actor en el teatro no se le entendiese y la televisión, el cine y el teatro conformaban una unidad donde los actores aplicaban esas herramientas en los tres medios. En los años cuarenta era inconcebible que a un actor no se le entendiera, con muchas menos escuelas. Algo está pasando y lo tenemos que reflexionar para mantener la calidad de lo que se ofrece sobre un escenario. 

El teatro es un acto de comunión donde la palabra es sanadora y la palabra tiene que entenderse. A mis alumnos le enseño vídeos para que escuchen cómo debe hablarse en el teatro. Todas las escuelas deben tener como elemento prioritario un profesor de voz y dicción.  Yo tuve la suerte de trabajar como actriz con Lluis Pasqual y actores de la talla de José María Rodero, Manuel Alexandre o Paco Merino. Ellos, cuando un director elegía a un actor joven decían "Es guapo ¿pero habla?". Esa pregunta se me quedó grabada. Yo, por ejemplo prefiero que se actúe sin micrófono para hacer funcionar el aparato fonador.

Yo tengo grabada otra frase de José Carlos Plaza cuando me dirigió en Mirando hacia atrás con ira de John Osborne. Fue un proceso muy intenso por su apasionamiento. Me dijo: "Que el texto suene" y cuando sonaba lo recibías, sólo con tu voz y el escenario. Le estoy muy agradecida por lo que me enseñó, que yo misma se lo digo a mis alumnos.

P.: Pasando a otro tema ¿qué le hace querer producir teatro? 

S.T.: Yo siempre he tenido mi productora pero siempre he preferido que la gestión la llevase otra persona. De esa manera he interpretado papeles que me apetecían hacer. Yo he trabajado con Agustín González en Trampa para un hombre solo, con Paco Merino. Podía elegir a los actores porque formaba parte de la producción. La Heredera fue otro ejemplo. Actualmente he dado un giro en el terreno de la producción. Estoy en otra etapa de mi vida y quiero producir un teatro  más social, poético. Si en algún momento encuentro un papel que me apetezca, seguro que lo haría, pero ya no tengo esa ansiedad. Empecé con José K torturado, que dirigió Carles Alfaro muy bien y luego Vicente Aranda me convenció para hacer Amantes.

P.: Precisamente ese montaje fue una apuesta muy fuerte porque no era ver la película en los escenarios... 

S.T.: Exacto, había público con el recuerdo de la película y veían algo radicalmente distinto. Esa diferencia era el valor que aportábamos porque el cine y el teatro tienen lenguajes distintos. Gracias al texto de Álvaro del Amo, que es un dramaturgo extraordinario conseguimos algo muy hermoso. Se planteó una especie de cruz en el sentido poético de la palabra donde ellos van a ser "crucificados", y además era una historia real. Fue un proceso mágico y me gustaría dar las gracias a Carlota Ferrer, es una persona increíble a la que no hay que perder de vista.

Una escena de Amantes                                                                 Marcos Gpunto

P.: Echando la vista atrás, usted participó en un montaje de El sueño de una noche de verano junto a Jorge Roelas, dirigido por David Perry...

S.T.: Efectivamente, fue lo primero que hice. David Perry quería montar El sueño de una noche de verano y vino a la Escuela de Arte Dramático a hacer pruebas. Estaba en el segundo curso y trabajábamos mucho. Perry escogió, entre otros a Jorge Roelas, a Chema de Miguel y a mí y estuvimos en el Centro Cultural de la Villa. Posteriormente estudié con David Perry en su escuela de Londres e hice un curso con él sobre Shakespeare en 1992.

P.: Después de esta experiencia ¿es cuando comienza a trabajar con Lluis Pasqual?

S.T.: No, primero me seleccionaron para hacer la película Epílogo de Gonzalo Suárez.


P.: ¿Qué significó para usted trabajar en esa película junto a Paco Rabal, Pepe Sacristán y Charo López?

S.T.: Es inexplicable. Yo estaba en shock. En aquel momento estudiaba con unos compañeros con los que me juntaba en escuelas alternativas con cursos a medida y mucho trabajo. Un día vino un actor ya fallecido, Fulgencio Saturno, que venía de Nueva York para enseñar técnicas que había aprendido en el Actors Studio y un día me dijo que Gonzalo Suárez buscaba una chica para una película y me dijo si podía ir a hacer la prueba. En esos momentos llevaba el pelo largo a lo hippie y me preguntaron si podía cortármelo. Me lo recogieron, hice la prueba y me fui. Como pensaba que no iban a cogerme me fui a Lisboa y me llamaron pero no estaba en España. Me vine corriendo, me cortaron el pelo e hice la película en Llanes.

Paco Rabal, Sandra Toral y Pepe Sacristán en Epílogo

Asunción Balaguer me ayudó mucho, era como mi madre y me quitó los miedos. Me hice muy amiga de Paco Rabal, de hecho me mencionó en sus memorias. Aprendí mucho de ellos, como desdramatizar las cosas. Paco era un actor de una gran potencia pero trabajaba sin sufrimientos, con placer. Te estaba contando un chiste fumándose un cigarro, pero decían "Cinco y...acción" y se transformaba. Y qué le voy a contar de Charo López y de Pepe Sacristán que parece actualmente Laurence Olivier con Muñeca de porcelana donde está portentoso, con una dicción y una técnica corporal, que, para mí, eso es un actor.



P.: Epílogo fue un impacto para el público y la crítica de la época...

S.T.: Con esa película pasé del anonimato a que te pusiesen nombre y apellidos. Fue la entrada en la profesión a lo bestia y estaba muy arropada por Alcira García Maroto, una de las grandes representantes del país junto a Damián Rabal. Entonces me llamaron del Centro Dramático Nacional y tuve que elegir. Supuso trabajar con Lluis Pasqual en Luces de bohemia y Madre Coraje y sus hijos e hicimos una gran gira con ambas.

P.: Para terminar quisiera que me evocara La Heredera, de la que yo vi la película con Olivia de Havilland y me leí la novela de Henry James de la que se hizo la obra de teatro... 

S.T.: Fue una bellísima aventura de la que fui coproductora y fuimos a adquirir los derechos a Nueva York. Contactamos con la hija de Ruth y Augustus Goetz, los autores. En aquel momento Ruth aún vivía aunque estaba enferma. Además la hija tenía mucho interés por saber quién iba a hacerla porque cuidan mucho esa obra teatral, viven por y para ella. Cenamos con ellos y disfrutamos de Nueva York. Empecé entonces a sentir la responsabilidad del proyecto porque la actriz que la hacía se había llevado el Premio Tony, con el peso del recuerdo de Olivia de Havilland con quien, inevitablemente, iban a compararte. Gerardo Malla hizo un meticuloso trabajo con el análisis del texto y la puesta en escena y el vestuario lo hizo Javier Artiñano. Los trajes eran de seda natural de verdad y pesaban bastante. Trabajé con Víctor Valverde, Andoni Ferreño, Mara Goyanes y Carmen de la Maza, con quien tenía unas escenas que la gente aplaudía en medio de la representación. La hija de la autora vino a ver la obra e incluso me aconsejó para la escena del beso que me daba Andoni Ferreño. 

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