sábado, 22 de octubre de 2016

"Mi relación con la comida": La verdad de Esperanza y Angélica

Antes que nada, quisiese admitir algo, hasta el día de hoy era ajeno al universo creativo de Angélica Liddell, aunque conocía por noticias provenientes de Madrid, algunos aspectos de su vida y obra. Ahora bien, presenciar la representación de Mi relación con la comida es entrar de lleno en su interior como artista y como ciudadana. El montaje se puede ver hasta hoy en el Centro de Investigación Teatral TNT-Atalaya de Sevilla y aseguro al que se anime a ir que no le dejará indiferente.

Esperanza Pedreño, productora, directora e intérprete del montaje hace un trabajo descomunal para transmutarse en la propia Liddell, que habla por la boca y los gestos de Pedreño. Quien tuviese en la memoria el personaje que Pedreño interpretaba en Cámera Café comprobará su camaleonismo en un monólogo sin concesiones que constituye un buen puñado de bofetadas sin mano hacia todo aquello a lo que Liddell considera criticable dentro de la realidad que le rodea, para lo que se sirve de un encuentro con un alto cargo del mundo teatral con el que se niega a entrar a un lugar para comer y discutir sobre su obra. Esto da pie a una serie de temas sobre los que el personaje de Pedreño lanza sus dardos, desde las personas que comen en ese lugar a la impasibilidad de la sociedad hacia tragedias humanitarias del presente y de un pasado reciente que no debe olvidarse.


Durante ochenta minutos Pedreño se desgarra por dentro para dotar de gran verdad a cada una de las palabras que pronuncia y, sobre todo, a pesar de la crudeza con que se expresa o expone diversos temas, llegamos a comprenderla perfectamente porque pone sobre la mesa verdades, incómodas, pero verdades que tocan en algún momento al espectador, no en vano dos asistentes a la representación salieron afectadas emocionalmente ante la catarsis que supone escuchar todo lo que se dice a lo largo de una obra que pone el dedo en varias llagas sociales, políticas y culturales que están ahí ante nuestros ojos, otra cosa es que no las queramos ver.

El derroche físico de Pedreño es otra de las bazas de Mi relación con la comida. La actriz se arrastra literalmente por el suelo, lanza una gran pelota, interactúa con el público, se moja. En definitiva todo un ejemplo de entrega a un texto sin paños calientes donde Liddell expone su verdad para desenmascarar algunos comportamientos que son considerados correctos pero que son una mera fachada. Lo dicho, no es que Liddell esté en posesión de la verdad absoluta pero está tan bien expuestos y expresados por Pedreño sus argumentos que no hay más remedio que asentir, aunque duela reconocer la dureza de una realidad que la autora expone sin tapujos, con un desencanto que un servidor también percibe a su alrededor y muchas personas también, salvo que deseen mirar para otro lado y vivir en un mundo aparte. 

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