sábado, 19 de noviembre de 2016

"Celestina": Brillantes interpretaciones

No es nada fácil abordar un texto como el de La Celestina. Su extensión y su vocabulario la convierten en una joya de la literatura pero una prueba de fuego para quien decida llevarla a escena. Sin embargo, como suelo decir, si cae en las manos adecuadas puede dar lugar a una función para el recuerdo y eso lo consigue José Luis Gómez con esta versión, Celestina, que puede verse hasta hoy en el Teatro Central de Sevilla.

La labor de Gómez y Brenda Escobedo con el texto de Fernando de Rojas ha sido un trabajo artesano en el mejor sentido de la palabra, porque han sabido retratar el mundo de hace quinientos años con la vista puesta en la actualidad, acentuando dos de los motores de la vida: el dinero y el sexo. En el tramo final se ha ido al corazón de la tragedia porque, si incluían la trama de Elicia y Areusa, posterior a la muerte de Sempronio y Pármeno, hubiesen extendido la duración para llegar al mismo final que se ve en escena y que tiene la historia.
El maravilloso elenco de actores de Celestina. Sergio Parra
La dramaturgia se sigue a la perfección gracias a un elenco de actores en estado de gracia, que tienen cogida la medida a sus personajes. José Luis Gómez interpreta a la vieja alcahueta Celestina de manera excelente, ahondando en su capacidad de persuasión y su poder de convicción, una maestra del engaño y, sobre todo, que es consciente de su edad y de su oficio, del que conoce todos los secretos con los hechizos complementando su astucia con la palabra . Las escenas con Pármeno o la primera visita a Melibea son sólo unos ejemplos de esa picardía y los trucos para conseguir sus fines. A Gómez lo descubrí como actor en la adaptación televisiva de Los Pazos de Ulloa que dirigió Gonzalo Suárez en 1985 y donde estaba acompañado por Charo López, Victoria Abril, Omero Antonutti o Fernando Rey y su interpretación ya me dejó impresionado como en el filme Remando al viento, también de Suárez. Verlo ahora interpretar a Celestina es contemplar una lección interpretativa con muchos matices y muy medida.

Siguiendo con el reparto de nuevo he de quitarme el sombrero ante Raúl Prieto. Lo descubrí en La Señora y desde Veraneantes he visto todos los montajes con los que ha venido a Sevilla: Misántropo y Antígona, donde ha dejado constancia de su fuerza sobre el escenario. En Celestina da vida a un Calisto con varias capas. Se nos muestra como un enamorado melancólico por estar con su amada (la escena con el cordón es una prueba de ello), pero finalmente se demuestra que el deseo sexual y carnal es el que predominaba en su interior, o al menos esa es mi visión del personaje. 
Calisto y el cordón de Melibea, un gran momento de Raúl Prieto. Sergio Parra

Prieto domina el escenario con una profesionalidad pasmosa, prueba de ello es el momento en el que se desliza por la pendiente del escenario sobre sus rodillas y frena con gran seguridad antes de que el escenario acabe. La sensación que tengo con Prieto es que su nivel interpretativo es tal que no sé hasta dónde puede llegar, pero que seguirá fascinándome, eso seguro. 

Por su parte, Marta Belmonte, que estaba genial en la tercera temporada de Isabel, interpreta a Melibea con tal limpieza que vemos claramente todos sus estados emocionales y el monólogo final antes de su fatídico final en lo alto de la escenografía está dicho con un sentimiento que encoge el alma. Continuando con ese momento el planto final de Pleberio, en la boca de Chete Lera, es un deleite para el espectador porque no se puede transmitir mayor pena y lamentaciones con mayor sentimiento.

Otro gran momento: Celestina con Melibea (José Luis Gómez y Marta Belmonte). Sergio Parra

Los criados están interpretados por Miguel Cubero y José Luis Torrijo. El primero, en la piel de Pármeno, expone los matices de rechazo a Celestina que se transforma en un embaucamiento gracias a, de nuevo, la satisfacción del goce sexual con Areusa, Nerea Moreno, una actriz que llena el escenario con su belleza y su soltura, mostrando el descaro del personaje y cómo se burla de los enamorados. Torrijo, como Sempronio, muestra, con sutiles apartes, que mira más por su interés que por el de su señor, una actitud que no varía y, en ese caso es transparente, hasta en el arrebato de codicia que tiene por la cadena de oro.

El reparto se redondea con la inocencia y el sufrimiento en segundo plano de Diana Bernedo como Lucrecia, el desparpajo y picardía de Inma Nieto como Elicia y la ternura que despierta Palmira Ferrer como Alisa, con un desgarrador final.

José Luis Gómez realiza una puesta en escena donde la religión tiene mucha importancia e incide en la tenebrosidad de la España de los siglos XV y XVI, donde la Inquisición tiñó de un manto negro a la población y, con la colaboración de Alejandro Andújar, realiza una escenografía novedosa, con unos unas escaleras y pasillos metálicos que simbolizan calles por donde inquietantes personajes van pasando, muchos de ellos portando cruces.

Por todo lo dicho, gracias a Teatro La Abadía y a la Compañía Nacional de Teatro Clásico por dar vida de nuevo a unos personajes que forman parte indiscutible de nuestro rico patrimonio cultural.      

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