sábado, 24 de junio de 2017

"La casa de la esperanza": Valentía frente a la barbarie

Por muchos testimonios que se recojan, libros que se escriban o películas que se hagan nunca será suficiente para conocer totalmente la brutalidad de los nazis contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Por eso es de agradecer cada manifestación artística que se centre en este tema, para ser conscientes de lo que ocurrió y de los héroes anónimos que arriesgaron su propia vida para salvar de un tristísimo final a personas condenadas de antemano por no pertenecer a lo que se denominaba la raza aria.

He de admitir de antemano que este tema me afecta profundamente y por eso todas las películas que he visto que han abordado esta etapa de la Historia me producen un pellizco en el corazón. La casa de la esperanza es, por tanto, el último ejemplo que el séptimo arte ha aportado y admito que salí de la sala de cine satisfecho.

La película puede recordar a otras, eso no hay que discutirlo, pero de ahí a que pierda porque se la compare con La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993), como he leído en un periódico de tirada nacional va un abismo, en mi opinión. Cierto es que La casa de la esperanza nos haga pensar en filmes como el mencionado, El Pianista (Roman Polanski, 2002), El niño del pijama de rayas (Mark Herman, 2008) o logradas producciones televisivas como la española El ángel de Budapest (Luis Oliveros, 2011) por hablar de producciones recientes. Pero lo cierto es que la historia del matrimonio Zabinski, dueños del zoo de Varsovia, tiene los suficientes elementos para destacar y brillar con luz propia.

Niki Caro, quien sorprendió con Whale Rider (2002), toma como punto de partida el libro publicado por Diane Ackerman inspirado a su vez en el diario que escribió Antonina Zabinska. Ella y su marido salvaron a un gran número de judíos sirviéndose de su desolado zoo como escondite y esta heroicidad está muy bien llevada a la gran pantalla por una dirección acertada, que no obvia el horror y las atrocidades, una cuidada producción, con una excelente fotografía de Andrij Parekh, y unas interpretaciones muy logradas. En este apartado es inevitable mencionar el trabajo maravilloso de Jessica Chastain, aún en la cartelera española con El caso Sloane (John Madden, 2016). La verdad que transmite dado vida a Antonina es asombrosa, con un arco emocional espectacular, cautivando con su sonrisa (es de destacar la ternura con que trata a los animales) y sobrecogiendo en las escenas más dramáticas. Comenzó en la televisión (Urgencias, Ley y orden, pero su carrera cinematográfica parece ahora mismo imparable, abarcando todos los géneros y registros gracias a trabajos con directores como Tate Taylor (Criadas y señoras, 2011), Kathryn Bigelow (La hora más oscura, 2012), Christopher Nolan (Interstellar, 2014), Guilermo del Toro (La cumbre escarlata, 2015), o Ridley Scott (Marte, 2015), a los que habrá que sumar Xavier Dolan ya que ha rodado con él, formando parte de un gran reparto, The death and life of John F. Donovan.  

Chastain está perfectamente acompañada por el actor belga Johan Heldenbergh interpretando a su marido, implicado de igual manera en el loable empeño de salvar vidas, y por Daniel Brühl, el cual transmite la misma inquietud que en Malditos Bastardos (Quentin Tarantino, 2009) de la que por cierto nunca podré olvidar su escena en la sala de proyección del cine junto a Melanie Laurent con los acordes del tema Un amico de Ennio Morricone. El conjunto de actores hace un notable trabajo en general del que no puedo obviar a la joven Shira Haas, totalmente estremecedor.

La casa de la esperanza nos acerca de nuevo a un momento histórico que no debemos olvidar y mucho menos negar como ciertas personas han intentado hacer y nos hace tomar de nuevo conciencia de que hay que luchar por la vida, propia y ajena, aunque el panorama sea desolador.   

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