miércoles, 13 de septiembre de 2017

Jesús Álvarez: "Después de esta crisis nada será igual que antes"

Jesús Álvarez es un periodista como pocos. A su excelencia profesional que muestra diario en ABC de Sevilla desde hace años, hay que añadirle una bondad que le sale de dentro y que contribuye a que la persona que se siente frente a él pase un rato de lo más distendido. Después de muchos años dedicado a su profesión ahora la compagina con su faceta de escritor que ha iniciado con la novela El ingeniero que no sabía bailar, que lleva por subtítulo Del club de campo al comedor social y está disponible en Amazon. Con esta primera novela Jesús Álvarez hace un retrato realista de la crisis y sus consecuencias con una prosa ágil, interesantes reflexiones y personajes y situaciones con mucho sentimiento. De todo ello Jesús Álvarez habló para El Rinconcillo de Reche.
Jesús Álvarez con su novela El ingeniero que no sabía bailar. Alejandro Reche Selas

Pregunta: Usted en la Nota del Autor que incluye al final de la novela menciona su visita, en diciembre del 2014, al comedor social en el que transcurre buena parte de la acción del libro ¿Qué es lo que vio allí para decidirse a escribir y, como resultado, surgiese El ingeniero que no sabía bailar?

Jesús Álvarez: Fui allí para hacer un reportaje para Navidad y lo que vi fue una serie de personas, una red de voluntarios empleando su tiempo libre para ayudar a personas que no tenían para comer. Hablé, además, con la organización del comedor de la Orden de San Juan de Dios y vi el trabajo tan importante que realizaban en el peor momento de la crisis. En ese momento los comedores estaban desbordados y me dijeron que casi no tenían alimentos para todas las personas que acudían a diario. Pregunté por el perfil del usuario del comedor y me comentaron, para mi sorpresa, que el perfil no era únicamente el clásico que uno se puede imaginar (personas con problemas, adicciones, alcoholismo etc..) sino personas como usted y yo, que han tenido un trabajo, han tenido vacaciones, han cenado fuera, han tenido un buen coche y que, por diversas circunstancias, perdieron su trabajo, les pasaron otras cosas y llegaron allí porque no tenían dinero para comer. Todo eso me incitó a escribir esta novela que ofrece un retrato de la crisis en Sevilla, aparte de la historia del protagonista y la de las personas alrededor del comedor que crean como una red social ayudando a los demás. Eso me pareció que había que contarlo. Yo no lo había leído en ningún sitio y se me ocurrió plasmarlo en una novela.

P.: Da la sensación de que, con esta novela, ha querido mostrar el hecho de que, en la vida, nadie está libre de caer estando en lo más alto y luego poder remontar...

J.Á.: Claro, lo más llamativo de Álvaro, el protagonista de la novela, es que es alguien que cae desde muy alto, algo que no se puede imaginar ni cuando pierde su empleo. Él piensa que con su experiencia y conocimientos no va a tener problemas para encontrar otro trabajo. Lo que cuento a partir de la pérdida del empleo no es ficción ya que conozco de cerca a personas que están en el paro y me han contado lo que les ha pasado: Con cincuenta años han entregado su curriculum y no les han llamado en un año debido a su edad o por estar sobrecualificados para el trabajo o  les ofrecían algo en condiciones de semiesclavitud. El protagonista de la novela, al no poder volver a trabajar, perdiendo su lugar en el mundo y no encontrándolo, es el reflejo de muchas personas que no han podido reintegrarse al mercado laboral. Son personas que no protestan ni se movilizan. Se sienten derrotados. Pienso que muchas personas pueden sentirse identificadas con este personaje.

P.: ¿Ha querido dar al lector una bofetada de realidad con esta novela? Porque si existe el cine social, como el del director Ken Loach, esta novela es literatura social, retrata el aquí y ahora de una ciudad que el lector reconoce perfectamente...

J.Á.: No sé si una bofetada. Es cierto que no estamos como en el 2013 o el 2014, pero cuando la Unión Europea declaró hace un mes  que la crisis había terminado, incluso hubo voces en España afirmando que se ha recuperado el PIB del 2007. No pongo en duda esos datos pero no todo el mundo ha salido de la crisis, especialmente el colectivo al que pertenece el protagonista de la novela.


P.: Hay en la novela una subtrama sobre la agresión a un mendigo en la que los implicados son jóvenes de alto poder adquisitivo. Por ello ¿usted quería evitar el prejuicio de que los culpables de los delitos siempre sean personas con mal aspecto exterior?  

J.Á.: Yo he tratado de reflejar en la novela los contrastes emocionales de la crisis. Es decir, por un lado, las personas que trabajan en los comedores sociales así como organizaciones alrededor de ellos, bancos de alimentos etc... que han ayudado a personas como el ingeniero a sobrevivir, sacando lo mejor de sí mismas en estos momentos de crisis. Por otro lado, hay otra serie de personas en la novela que se dedican a humillar a los que lo han perdido todo. Los consideran inferiores, derrotados o perdedores. Estas personas no vienen de familias desestructuradas ni de barrios humildes, sino que pertenecen a la clase media alta sevillana. Esto ha ocurrido en Sevilla pero también en Madrid, Barcelona y en otras ciudades europeas, por lo que no es un fenómeno local sino universal.  Esto se denomina aporofobia, que significa odio a los pobres. Creo que son los dos contrastes que muestro en la novela y que reflejan cómo es el ser humano, que es capaz de hacer lo mejor y también lo peor.

P.: Pasando a la estructura de la novela, he creído detectar dos líneas narrativas paralelas hasta más o menos la mitad de la novela en la que cuenta el presente del ingeniero y va dando pequeñas pinceladas de su pasado hasta llegar al momento actual en el que se encuentra ¿Esta estructura la tenía así concebida desde un principio?  

J.Á.: Sí. Quería empezar la primera página en el presente y que fuese un inicio contundente y las personas que la han leído me han confirmado que ese comienzo les ha conmovido. Luego he intentado que la narración fuese ágil pero, como bien ha dicho va hacia delante y hacia atrás en el tiempo para que el lector sepa cómo el protagonista ha llegado a la cola del comedor social. En esta historia reflejo valores universales como el amor o el desamor. Ya la segunda mitad de la historia transcurre sólo en el presente y avanza más rápido.

P.: En ese retrato del pasado se enfatiza el aspecto externo del personaje y el éxito que tenía con las mujeres por lo que al hecho de tocar fondo también contribuye un deterioro físico...

J.Á.: Así es. Cuando Álvaro pierde su empleo comienza su infierno particular lo que le provoca un fuerte desgaste emocional y también físico. Aunque ya tiene una edad, los acontecimientos hace que los años se le echen encima. El tiempo que se lleva buscando empleo y no encontrándolo y pasando problemas económicos hace que por su cuerpo pasen como quince años. Es una situación que, muy probablemente le ocurriría a cualquier personas que pasase por esa situación.

P.: Llama la atención la descripción más pormenorizada que hace de la relación sexual que mantiene en un momento determinado de la novela, ya en el presente con una trabajadora social. ¿Lo hizo así porque era un momento en el que el personaje volvía a "sentirse vivo"?

J.Á.: Sí, podría decirse así. El personaje, aunque en su juventud tiene mucho éxito con las mujeres, cuando conoce a la que será su mujer, se enamora de tal manera que ya no existen más mujeres para él durante más de veinte años. No es frívolo, ni voluble. Tras la separación de su mujer pierde también su estatus social y económico. Esto específicamente tampoco me lo he inventado. Yo entrevisté al director Alberto Rodríguez hace unos años y le pregunté por la crisis porque es un tema que ha tocado en su cine y él me comentó  que tenía una pandilla de amigos con los que jugaba al fútbol todos los sábados. Con la crisis varios de ellos perdieron su empleo y dejaron de jugar al fútbol porque no tenían dinero para pagarse las cervezas de después del partido, y no querían pasar la vergüenza de reconocerlo o pedirle dinero a otro. Al protagonista de la novela le pasa lo mismo. Al no poder mantener el mismo ritmo de vida, él decide aislarse social y físicamente encerrándose en su casa. Al quedarse solo, cuando conoce a esta otra mujer trata de revivir o recuperar algo que creía perdido y aunque no es una persona creída para él que una chica joven y atractiva se fije en él y le da una fuerza que le hacía falta.

P.: Es muy significativa la reflexión que hace en un momento determinado del tema de la muerte enfatizando la idea de la fugacidad de la vida, de ahí el contraste de la escena final, que aquí no desvelaremos...

J.Á.: Efectivamente. La muerte está presente en toda la novela, no sólo porque haya personajes que mueren o se hable de gente fallecida, sino también porque los personajes que Álvaro conoce en el comedor social están cercanos a la muerte, jugando con ella, con la salud muy castigada, al ser indigentes que han pasado mucho tiempo en la calle, unos más y otros menos. La muerte es parte de la vida y en todas las creaciones literarias y artísticas es otro de los temas inevitables junto con el paso del tiempo. La escena final muestra el ciclo de la vida.

P.: Destaca también la semblanza que hace en la novela de Sevilla, nombrando calles, hermandades, tradiciones para que el lector que no conozca la ciudad se haga una idea de cómo es...

J.Á.: Yo quería que el lector, fuese sevillano o no, pudiese pasear por las calles de Sevilla con el ingeniero, la trabajadora social y el informático. Hay lectores que me lo han agradecido mucho diciéndome que la atmósfera en la que transcurre la ciudad es muy sevillana. Es  mi ciudad y quería hacerle un homenaje aunque no fuese en el mejor momento.

P.: Para terminar ¿qué razones le daría a los lectores de mi blog para que leyeran El ingeniero que no sabía bailar?

J.Á.: Creo que esta novela cuenta algo que es importante que no perdamos de vista. Esta crisis ha cambiado muchas cosas. Nada va a ser igual que antes, no sólo por las personas que no han recuperado su lugar en el mundo como le ocurrió durante algunos años al ingeniero, sino porque las relaciones laborales se han alterado de una manera sustancial. Cuando regresé al comedor social no me sorprendió que me dijesen que ya había menos titulados superiores o medios que la primera vez que fui pero sí que recibieran cada vez más personas de otro nuevo perfil: el de las que tienen empleo pero están tan mal pagadas que no pueden llegar a fin de mes, que no existían antes de la crisis. Las ONG y organizaciones benéficas los llaman "trabajadores pobres". Conviene no olvidarlo. Esta novela cuenta una parte de lo que ha pasado en estos años y lanza un mensaje de esperanza, a pesar de las dificultades. Las novelas que retratan épocas pasadas me encantan porque reflejan cómo vivían nuestros abuelos o tatarabuelos y me gustaría que esta parte de la Historia que hemos vivido con esta crisis que ha sido tan traumática e intensa se vea bien reflejada. Las heridas tardarán muchos años en cicatrizar y este libro que habla tambien de las segundas oportunidades es mi modesto grano de arena para que no se olvide.

No hay comentarios:

Publicar un comentario