sábado, 17 de febrero de 2018

"El caballero de Olmedo": La leyenda se hizo carne y verso

Los artistas se inspiran en todo lo que les rodea para realizar sus creaciones. Lope de Vega no es una excepción. El autor de clásicos indiscutibles del teatro como Fuenteovejuna, El perro del hortelano, La dama boba, La moza del cántaro o El castigo sin venganza, se inspiró en unos populares versos  sobre un luctuoso suceso acaecido a comienzos del siglo XVI, que había adquirido ya un carácter legendario, para componer otra de sus obras maestras: El caballero de Olmedo.

El director Eduardo Vasco, tras hacer logrados montajes de obras de William Shakespeare como HamletNoche de Reyes, Otelo, El mercader de Venecia o Ricardo III vuelve con Noviembre Teatro a la obra del prolífico autor español como ya hiciera hace unos años con los montajes de La fuerza lastimosa, No son todos ruiseñores y La bella Aurora. 

Vasco demuestra con este nuevo montaje algo que es bastante reseñable: Posee un estilo propio en cuanto a la puesta en escena que ya uno lo identifica como suyo con una compañía de actores que interactúan y colaboran en el transcurrir de la acción, no sólo diciendo los versos como los ángeles, sino moviendo la escenografía, evidenciando que es un director que apuesta por esa manera de representar a la antigua usanza: poco decorado, pero bien aprovechado, y que la imaginación del espectador complete el lugar donde se desarrollan las distintas acciones.
Daniel Albaladejo interpreta al trágico galán de la obra                                                                                 Foto:Chicho

Este montaje de El caballero de Olmedo bebe de los distintos géneros que contiene la obra de Lope: Tradición popular, amores, celos y muerte augurada ya desde el principio pero que no resta interés a la obra sino todo lo contrario, se desea saber cómo se llega a ese trágico final. También es curioso el juego metaliterario que la obra contiene sobre todo con respecto a algunos parecidos razonables con La Celestina, siendo Fabia, interpretada por la maravillosa Charo Amador, un pariente próximo de ese famoso arquetipo que se remonta en la tradición española a la Trotaconventos de El libro de buen amor del Arcipreste de Hita. Elementos como una cadena o una banda recuerdan a elementos de la obra maestra de Fernando de Rojas donde este personaje se consagró.

Por otro lado destaca el hecho de que los versos de Lope suenan que son una delicia en la boca de los actores, algo indispensable en una obra de estas características, lo cual Vasco trabaja a conciencia con un elenco curtido en mil batallas con el verso gracias a sus dilatadas trayectorias. Daniel Albaladejo, tras las dos obras de Juan Mayorga que ha protagonizado (La lengua en pedazos y Reikiavik) asume el rol protagonista, Don Alonso, con una seguridad aplastante: dice el verso con una naturalidad que embelesa y lo impregna del sentimiento adecuado en cada momento. Además,  su imponente planta, le ayuda a asentarse como el galán trágico que encarna en esta ocasión. Albaladejo está muy bien acompañado por el Tello interpretado por Arturo Querejeta, que combina con acierto la comicidad y la picaresca que se le asocia al criado del galán con el dramatismo de la parte final.
Daniel Albaladejo y Arturo Querejeta en la función                                                                          Foto: Gerardo Sanz

El objeto de deseo de Don Alonso, Doña Inés, está interpretado por Isabel Rodes, quien dota a su personaje de emoción  para justificar su enamoramiento (inducido por Fabia en un primer momento) y el hecho de que se preste a las proposiciones necesarias para que su amor triunfe hace que entre en el enredo cómico que tiene esta obra. La belleza de Rodes, por otra parte, hace comprensible que Don Alonso se enamore de Doña Inés, la cual comparte sus inquietudes con Doña Leonor interpretada por Elena Rayos, quien dota a su personaje de gracejo y buenos sentimientos.

Por su parte Fernando Sendino dando vida a Don Rodrigo destaca por esa transformación que se ve en el personaje a lo largo de la función, pasando de enamorado a celoso y de ahí a villano, un arco emocional que Sendino muestra claramente por su experiencia en las tablas. Sendino está bien acompañado por Rafael Ortiz como Don Fernando, el cómplice de sus andanzas. Ortiz tiene el denominador común de sus compañeros mencionados, además de Antonio de Cos y José Vicente Ramos, quienes completan el elenco: dicen el verso con una claridad que es de agradecer y si un servidor insiste en este asunto es porque lo considera vital si se quiere representar a un autor del Siglo de Oro.

En los aspectos técnicos además de la mencionada escenografía, de Carolina González, un servidor destaca el vestuario de Lorenzo Caprile, con una hermosa gama de colores: del negro de Don Alonso, con un acierto como es el sombrero, pasando por el rojo de Inés o el verde de Leonor o la mezcla de tonalidades en la vestimenta de Fabia, por ejemplo. La luz de Miguel Ángel Camacho es un elemento esencial, con esos claroscuros y sombras que se proyectan, apuntando en todo momento el momento trágico que ocurrirá al final complementado con el espacio sonoro del propio Vasco.
Elena Rayos, Charo Amador e Isabel Rodes o Doña Leonor, Fabia  y Doña Inés                              Foto:Gerardo Sanz


El caballero de Olmedo, hasta mañana en el Teatro Lope de Vega de Sevilla es una obra que hacía tiempo que no venía a la capital hispalense, por eso una vez más un servidor da las gracias a los componentes de Noviembre Teatro por seguir apostando por los clásicos y acercarlos al público de la manera brillante con la que lo llevan haciendo muchos años.    

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