domingo, 18 de febrero de 2018

"La Ternura": La isla de los cómicos enredos

Alfredo Sanzol es uno de los nombres propios de peso en el teatro de este país. Galardonado con el Premio Nacional de Literatura Dramática por La Respiración un servidor no dudaría en volver a dárselo por La Ternura, la obra que se ha representado este viernes y sábado en el Teatro Central de Sevilla porque si la tuviese que definir con dos palabras no lo dudaría: Una delicia.

La Ternura y Sueño de Andrés Lima (que también se vio en el citado teatro hispalense) son fruto de un nuevo trabajo de investigación de Teatro de La Ciudad (productor junto a Teatro de La Abadía). Si el anterior proceso sobre la tragedia griega dio como resultado los notables montajes de Medea (dirigida por Lima), Antígona (con dirección de  Miguel del Arco) y Edipo Rey (Sanzol), el actual, centrado en las comedias de William Shakespeare, han dado como resultado los títulos citados al inicio de este párrafo. 

Centrando la atención en La Ternura, Sanzol (quien también dirigió el año pasado La dama boba de Lope de Vega con varios de los integrantes de la última promoción de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico en el Teatro de La Comedia) escribe una historia donde las comedias del autor de Romeo y Julieta están presentes, mencionándose durante la función títulos como Mucho ruido y pocas nueces o Como gustéis entre otras. Pero la virtud del autor y director de En la luna es el de haber creado una comedia de época ejemplar. 
Un instante de La Ternura donde se aprecia su belleza visual                                                             Foto: Luis Castilla          
Con seis actores en estado de gracia y un esmerado trabajo de dirección, La Ternura plantea una particular guerra de sexos con tres mujeres que van a una isla supuestamente desierta huyendo de los hombres hallando, sin saberlo de antemano, claro está, a tres hombres que la habitan huyendo del contacto con las mujeres. A partir de aquí el enredo está servido con confusiones amorosas y sexuales, planes para solucionar situaciones con resultados inesperados, magia y disfraces. Todo ello no produce otra cosa que carcajadas y disfrute. La dramaturgia de Sanzol contiene una clara referencia a una costumbre en el teatro de la época de Shakespeare pero a la inversa: aquí las mujeres se visten de hombres como hacía Gwyneth Paltrow  en Shakespeare in love (John Madden, 1998) lo cual es uno de los principales motivos de los equívocos de la La Ternura.

Sanzol escribe con soltura e ingenio ya que las situaciones que se suceden tienen una comicidad clara desde el principio, con réplicas, apartes y soliloquios con mucha chispa. Por poner un ejemplo, una enumeración de alimentos provocó, cuando acabó, el aplauso del público. Como un servidor ha reiterado en muchas ocasiones, para llevar un texto a buen puerto se necesitan unos buenos actores que den vida a los personajes. En esta ocasión cuenta con los cinco actorees que, para no ir muy lejos en el tiempo, protagonizaron el citado montaje de Edipo Rey: Paco Déniz, Natalia Hernández, Elena González, Juan Antonio Lumbreras y Eva Trancón. A ellos se suma Javier Lara a quien un servidor nunca había visto actuar y que le ha sorprendido gratamente. Todos y cada uno de ellos tienen momentos en solitario o en grupo donde hacen gala de una gran vis cómica y llevan el ritmo de la función como un reloj suizo, lo que también demuestra el gran director que es Sanzol.

El amor, la atracción, la sexualidad y los instintos son parte esencial de La Ternura, como ejemplo de la propia condición humana y, en ese sentido, las reacciones de Paco Déniz (quien también protagoniza un momento divertidísimo interpretando a otro personaje que se ha "disfrazado" de él con una sincronización de voces espectacular) ante una atracción hacia otro "hombre", son de lo más graciosas así como la conducta por la inexperiencia del personaje de Javier Lara ante su desconocimiento de lo que es una mujer. Un servidor no dice más porque no desea destripar el argumento de la joya que es La Ternura.
Los actores de La Ternura en uno de sus muchos cómicos momentos                                                 Foto: Luis Castilla

A la ingeniosidad del texto, la acertada dirección y las frescas interpretaciones de todo el elenco hay que sumar los logros en el apartado técnico, comenzando por el llamativo y hermoso vestuario de época de Alejandro Andújar, donde todo está pensado, pues los nombres de los personajes femeninos corresponden al color de sus respectivos vestidos y los colores de la vestimenta masculina sirven a las mujeres para identificar a cada uno de ellos. Andújar también es el creador del espacio escénico: unos hermosos telones con aberturas para fomentar el juego cómico de entradas y salidas contantes de los personajes, mientras que el espacio central está vacío al modo del teatro de la época isabelina, representando distintos lugares con pocos elementos. Por otro lado, la iluminación de Pedro Yagüe potencia la belleza del espacio escénico y la música de Fernando Velázquez ubica temporalmente aún más al espectador.

De la representación de La Ternura sólo se puede salir con una sonrisa en los labios, porque, aparte de bucear en el universo cómico de Shakespeare, al espectador se le ofrece un espectáculo hermoso para la vista y divertido. Sanzol da así otra muestra de su maestría como dramaturgo y director de escena con calificación de Matrícula de Honor.   

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