viernes, 9 de marzo de 2018

"Gorrión Rojo": La seducción del espionaje

Los espías y agentes secretos siempre han tenido mucho tirón en la gran pantalla. La Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría fueron escenarios idóneos para estas historias de misiones secretas, documentos clasificados valiosos y dobles juegos. Saga Bond aparte, el paradigma de este tipo de personaje, que combina elegancia, inteligencia, destreza y atractivo, en el cine se han mostrado muchos tipos de espías con diferentes rostros como los de Ingrid Bergman en Encadenados (Alfred Hitchcock, 1946), Christopher Plummer que protagonizó Triple Cross (Terence Young, 1966), Michael Caine en filmes como Ipcress (Sidney J.Furie, 1965) o Funeral en Berlín (Guy Hamilton, 1966), Richard Burton en El espía que surgió del frío (Martin Ritt, 1965), William Holden en Espía por mandato (George Seaton, 1962), Donald Sutherland en El ojo de la aguja (Richard Marquand, 1981), o el último ganador del Oscar, Gary Oldman, en El Topo (Tomas Alfredson, 2011). 

Con el recuerdo reciente de El puente de los espías (Steven Spielberg, 2015), Gorrión Rojo supone una novedad con respecto a este tipo de historias en el cine (un servidor recalca cine porque la trama de la película que nos ocupa tiene un argumento similar a la TV movie Sexpionaje protagonizada por Linda Hamilton y Geena Davis en 1985).

El director austriaco Francis Lawrence se alía de nuevo con la actriz Jennifer Lawrence, tras trabajar juntos en las tres últimas entregas de Los juegos del hambre, para llevar a cabo la adaptación del libro escrito por Jason Matthews sobre una ex bailarina que es convencida por su tío para que sea un gorrión, espía que usa la seducción como arma principal y obtener así información de un agente de la CIA.

Gorrión Rojo recoge, en sus más de dos horas de duración, toda la tradición del cine de espionaje entre rusos y americanos pero ofrece conceptos novedosos como es la escuela de adiestramiento y sus clases basadas en la satisfacción del deseo sexual del objetivo, y, sobre todo, sus explícitas clases prácticas. También tiene un toque más violento y seco de lo acostumbrado con sangre y golpes que duelen al espectador. 

Si hay que poner un pero a la propuesta es que el guión, escrito por Justin Haythe, que tiene en sus créditos Revolutionary Road (Sam Mendes, 2008) o La cura del bienestar (Gore Verbinski, 2016), está algo descompensado. Porque, mientras tiene un prólogo arrollador, con dos acciones en paralelo de lo más trepidantes, el núcleo central de la historia es algo flojo, pero remonta el vuelo en el tramo final con una intrigante trama de agentes dobles que finaliza con varias sorpresas.  

Una de las virtudes del filme es la de dar a cada personaje un peso específico y oportunidad para disfrutar de un grupo de actores envidiable. Jennifer Lawrence tiene en este filme su personaje más adulto, al que se entrega totalmente: se muestra bella, ambigua, afeada tras ser golpeada agresivamente, seductora y con uno arranques violentos inesperados. Su personaje le brinda la posibilidad de mostrar muchas de sus facetas como actriz que, a ojos de un servidor, no había mostrado hasta este momento. Su particular doble juego es de lo mejor de la película porque hasta el final no se saben sus intenciones reales y, lo mejor, es que se entiende la decisión que toma.

El actor australiano Joel Edgerton, con títulos en su carrera como La noche más oscura (Kathryn Bigelow, 2012), El gran Gatsby (Baz Luhrmann, 2013) o El regalo (2015), también escrita y dirigida por él mismo, da vida al objetivo de Lawrence con una seguridad y credibilidad pasmosas, y tiene una escena que pone los pelos de punta.

A la pareja protagonista hay que sumarle actores de sobra consolidados, como el belga Matthias Schoenaerts en el papel del tío de la protagonista, precisamente una de las referencias literarias del filme, en este caso al teatro de Chéjov, puesto que su personaje es el Tío Vania y la madre de Lawrence (interpretada por la siempre excelente Joely Richardson) se llama Nina, como uno de los personajes principales de La Gaviota. Para terminar con las referencias, también hay una muy clara al personaje de Lady Macbeth que creó William Shakespeare

Volviendo a Schoenaerts, quien formó parte del reparto de El libro negro (Paul Verhoeven, 2006) y destacó ya de manera notable tras protagonizar, junto a Marion Cotillard, De óxido y hueso (Jacques Audiard, 2012) teniendo desde entonces papeles destacados en filmes como Suite francesa (Saul Dibb, 2014), La chica danesa (Tom Hooper, 2015), Lejos del mundanal ruido (Thomas Vinterberg, 2015) o Cegados por el sol (Luca Guadagnino, 2015), compone al tío Vania con la frialdad que su personaje requiere, lo que condiciona la visión que el personaje de Lawrence tiene de él, con un aspecto exterior impoluto, lo cual contrasta bastante con su interior.

Al mismo tiempo se agradece ver en pantalla a dos veteranos como Jeremy Irons y Charlotte Rampling con dos jugosos personajes. Rampling es la seguridad y la perfección en escena y Irons tiene uno de los personajes bombón con sorpresa. A ellos habría que añadir a Ciarán Hinds (Mance Ryder en Juego de Tronos) y a Mary-Louise Parker,  recordada por Tomates verdes fritos (Jon Avnet, 1991) o Balas sobre Broadway (Woody Allen, 1994) y series como El ala oeste de la Casa Blanca, Weeds o Angels in America. 

Gorrión Rojo cuenta con una cuidada producción donde destaca la espléndida fotografía de Jo Willems, quien ya trabajó con ambos Lawrence en las citadas entregas de Los juegos del hambre, el vistoso vestuario de Trish Summerville, del que destacan, por ejemplo, la impoluta vestimenta que lleva Schoenaerts o los vestidos de color rojo de Lawrence, uno de bailarina y uno de noche. También hay que destacar la música del veterano James Newton Howard, que juega con el suspense de la historia, y que se entremezcla con fragmentos de La bella durmiente de Tchaikovski.

Un servidor reitera que, si el guión de esta película adulta, seria, violenta y sensual hubiese mantenido el nivel en todo momento, el resultado, siendo bueno, podría haber sido mejor.    

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