sábado, 14 de abril de 2018

"Alma mater": Los sonidos del horror

Hay muchas maneras de mostrar la sinrazón de la guerra, así, en genérico. Las vidas pierden su valor, cualquiera puede perderla y, además, se produce una deshumanización tremenda por parte de muchas personas. El cineasta belga Philippe Van Leeuw, tras una carrera notable como director de fotografía y debutar como director con Le jour ou Dieu est parti en voyage (2009) sobre el genocidio en Ruanda estrena su segundo largometraje tras las cámaras, Alma mater, (del que también escribe el guión) centrado en el horror de la guerra de Siria y que viene avalado entre otros, por el Premio del Público de la Sección Panorama en el Festival de Berlín y el mismo galardón en la Selección EFA del Festival de Cine Europeo de Sevilla.

En opinión de un servidor el reconocimiento a esta coproducción entre Bélgica, Francia y Líbano está absolutamente merecido porque el director cuenta de manera sensacional un auténtico drama particular que puede extenderse al de muchas otras que sobreviven en medio de bombardeos, disparos y con la incertidumbre como una sombra siniestra que les vigila malignamente. 

Van Leeuw acierta verdaderamente al contar la historia desde el interior del piso donde está refugiada una familia, por ello cada sonido del exterior pone los pelos de punta, ya que el espectador no puede evitar pensar en el infierno que también se está viviendo fuera. 

Esta decisión argumental y de espacio ya se vio reflejada en Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri, 1984) que, a su vez, llevaba al cine una exitosa obra de teatro de Fernando Fernán Gómez dirigida por el maestro José Carlos Plaza en 1982 sobre una familia en los inicios y el transcurso de la Guerra Civil Española, pero Van Leeuw da un paso más en cuanto a las situaciones que decide mostrar.

Alma mater se apoya muy contundentemente en las actrices de la película, donde no se puede dejar de mencionar el tremendo trabajo de la actriz israelí Hiam Abbass. Con una carrera extensa donde brillan títulos como Paradise Now (Hany Abu-Assad, 2005), Zona Libre (Amos Gitai, 2005),  The Visitor (Tom McCarthy, 2007), Los limoneros (Eran Riklis, 2008), Una botella en el mar de Gaza (Thierry Binisti, 2010) o Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017) se erige como una auténtica mujer coraje, inasequible al desaliento y con una voluntad de hierro para que su familia, a pesar del desesperanzador panorama exterior, la escasez de bienes básicos o la imposibilidad de contactar con seres queridos, intente llevar una vida lo más normal posible dentro del piso. Tiene una coraza que la hace no ceder incluso ante situaciones durísimas que están pasando no sólo ante sus ojos cuando mira por la ventana sino una en concreto que sucede al otro lado de la puerta de la habitación en la que está oculta con su familia. Su rostro, sin hacer mucho esfuerzo, muestra dureza junto con sufrimiento disimulado. 

Por otro lado la actriz Diamand Bou Abboud, vista recientemente dando vida a una determinada abogada en El insulto (Ziad Doueiri, 2017) tiene, a ojos de un servidor, la escena más dura de la película, que no se desvelará pero que es aún más tremenda conociendo su situación personal y demuestra hasta qué punto se puede estar a merced de personas con poder, sobre todo si hacen uso de su propia fuerza física y se creen superiores y con derecho a amenazar, aprovechándose del miedo de las personas y de otras a las que deben proteger.     

Con situaciones donde impera el miedo por lo que pueda pasar Alma mater es un duro trozo de vida que pende de un hilo, donde la supervivencia es la máxima de sus protagonistas a pesar de los sueños rotos y el desasosiego constante y que parece no tener fin. El único pero de un servidor sería quizá la innecesaria música, ya que los silencios y los mencionados sonidos tienen tanta fuerza que no se necesita más para lo que Van Leuuw quiere transmitir, con imágenes tan potentes cono la de una mujer durmiendo encima de la mesa del salón. 

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