martes, 22 de mayo de 2018

"Borg McEnroe": La épica del tenis

Hay deportes que levantan pasiones y uno de ellos es, aparte de, obviamente, el fútbol, el tenis. El deporte de la raqueta, el saque, la volea, set, juego y partido proporciona a los aficionados vibrantes momentos como ocurre aquí con el fabuloso Rafael Nadal que justo hace dos días ganó de nuevo el Master 1000 de Roma. Así las cosas, una película como Borg McEnroe tiene de entrada alicientes para verla. 

En primer lugar, la recreación de un partido histórico: la final de Wimbledon de 1980 entre los tenistas que dan título a la película Björn Borg (el genial sueco, ganador cuatro veces del torneo por excelencia sobre hierba en el momento en el que se centra el filme) y el estadounidense John McEnroe (conocido en las pistas por su inconformismo cuando perdía, el cual no se preocupaba en disimular en sonados espectáculos). 

La película habla de un tema que su director, el danés Janus Metz, debutante en el largometraje y con una carrera previa en el documental, ya trató en un capítulo de la serie Clash of the Titans en 1996. Esto hace que pise en teoría sobre seguro. En conjunto consigue un resultado interesante ya que la recreación de ese enfrentamiento está muy lograda y, si les ocurre como a un servidor, que no sabía el resultado final, consigue que se viva ese momento para la historia del deporte con emoción y con la sensación de presenciarlo en directo, gracias a un montaje de las escenas muy logrado.
Otro punto a favor de la película es la elección de los actores. El sueco Sverrir Gudnason (el nuevo Mikael Blomkvist de la saga Millennium, cuya siguiente entrega, The girl in the Spider's Web, rueda junto a Claire Foy) hace un buen trabajo encarnando a su compatriota tenista, transmitiendo sus inquietudes, la presión a la que estaba sometido por su entorno inmediato, su angustia, esa capacidad de crecerse ante la adversidad y un carácter más calmado, que era calificado de frío. Todo lo contrario era McEnroe para el que se ha elegido sabiamente a un actor como Shia LaBeouf, famoso también por su rebeldía y problemas dentro y fuera de los sets de rodaje. Afortunadamente, Metz lo dirige con acierto y hace que a un servidor se le olvide ligeramente películas como American Honey (Andrea Arnold, 2016) una huida hacia adelante sin ton ni son donde estaba pasadísimo (en opinión de un servidor, claro está). 

Entre los actores también destaca el siempre perfecto Stellan Skarsgard en la piel del entrenador de Borg, demostrando que, aunque, sus hijos Gustaf, Alexander y Bill estén asentándose cada vez más, aún no le han hecho sombra.

Una parte importante de esta película son los flashbacks sobre la infancias de ambos personajes y sus inicios en el tenis. Es aquí donde el filme flaquea porque estos pasajes (sin abandonar, como el conjunto global, un aire documental) están tratados como brochazos para conocer el carácter de los niños que llegaron a ser unos referentes del deporte. Eso sí, es curioso, descubrir que la personalidad de ambos era a la inversa con respecto a cuando son adultos: Borg era el rebelde de niño y McEnroe el tímido.

Con una recreación acertada de la época, con esas fiestas descocadas al son de canciones como Call me cantada por Blondie, la cual remite inevitablemente a American Gigoló  de Paul Schrader, estrenada precisamente el año del partido que se recrea, Borg McEnroe tiene aspectos mejorables como el hecho de que al director se le debería notar menos su predilección por Borg si la película, como es el caso, se centra en dos tenistas, no sólo de uno, o una mayor profundidad en los mencionados flashbacks, que es compensado por la intensidad del partido en el tramo final y esa emotiva despedida entre ambos tras su conclusión. Los letreros finales, contando brevemente lo que fue de ambos tras el partido, sirven para completar la información al espectador. Podría haber estado mejor: sí, pero es un filme estimable.   

1 comentario:

  1. Muy buena crítica, Ale, como es habitual en ti. Lo cierto es que en este caso no he visto la peli, ni la voy a ver. Es curioso porque desde hace años (allá por el Pleistoceno Superior, como suelo decir, jejeje) hay películas en las que la participación de un actor o actriz me echa para atrás, y en este caso es Shia LaBeouf, al que detesto cordialmente (cada uno tiene sus filias y sus fobias, ya sabes), y, salvo que la peli me interese tanto que me tape la nariz cuando él sale (véase el caso de Nymphomaniac, por ejemplo), prefiero "pasar", porque me irrita soberanamente. Como además conocía el resultado del partido (cosas de la edad: lo vi en directo, por la tele, claro...), pues tampoco tenía mucho interés. Pero tu crítica es perfecta. Un abrazo.

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