jueves, 10 de mayo de 2018

"Lucky": Homenaje a un actor

Hay películas que son algo más. A veces, no sólo se cuenta una historia, sino que se rinde tributo a alguien o a un lugar. Lucky es una película donde la ficción y la realidad se intercalan de una manera nostálgica y entrañable porque el espectador se queda prendado de Harry Dean Stanton y eso hace que la historia que cuenta la película se vea de un modo diferente, sobre todo sabiendo que ese gran actor que vemos en pantalla, ya no está entre nosotros (falleció en septiembre del año pasado).

John Carroll Lynch, actor conocido, entre otros trabajos, por Fargo (Hermanos Coen, 1996), donde interpretaba al marido de Frances McDormand, y que a un servidor dejó sorprendido interpretando a un sanguinario payaso en la antología televisiva American Horror Story, debuta en la dirección con esta película sobre un nonagenario que vive solo en una población casi perdida en medio del desierto. 

El guión, primero que escriben Drago Sumonja (el apellido tiene guasa) y Logan Sparks, se centra primeramente en las rutinas diarias del protagonista nada más levantarse de aseo, ejercicio y alimentación para luego narrar su cambio a partir de un acontecimiento fortuito que casi le cuesta la vida incidiendo en la soledad y el miedo a ella.

La historia está bien, podría ser incluso mejorable en algunos aspectos, pero la presencia de Harry Dean Stanton ya absorbe al espectador con una sonrisa permanente en los labios. Primero porque su aspecto externo, sus miradas y actitudes ya te cuentan cosas, no ya sólo del personaje sino del propio actor, su vida y su carrera. Una idea que se va consolidando conforme van apareciendo otros personajes interpretados por David Lynch o Tom Skerritt.

La aparición del primero hace que al espectador le vengan a la cabeza trabajos como Corazón salvaje (1990), Twin Peaks (tanto la precuela de la famosa serie de culto, Fuego, camina conmigo, como la tercera temporada de la ficción televisiva). Lynch sirve para introducir además un elemento simbólico a la par que cómico y un poco surrealista: una tortuga que se llama como un presidente de Estados Unidos y que se convierte en un elemento importante sobre todo en la escena final. 

De igual modo, su conversación con Tom Skerritt hace que inevitablemente venga a la mente Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) esa joya de la ciencia ficción y el terror que ambos protagonizaron junto a Sigourney Weaver, Iam Holm, John Hart, Veronica Cartwirght y Yaphet Kotto. Los homenajes a la carrera del actor no acaban aquí porque el paisaje desértico remite a esa otra gema que es Paris, Texas (Wim Wenders, 1984) ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

Carroll Lynch se recrea en el mencionado paisaje, que se convierte en un personaje más y en sus habitantes para crear una atmósfera de un lugar detenido en el tiempo al que Dean Stanton parece haber pertenecido toda su vida. Su porte, su manera de caminar y de comportarse tienen una dignidad que apabulla y la relación con sus vecinos es otro de los alicientes de la historia, ya que su carisma los conquista, incluso cantando una ranchera.

La fotografía de Tim Suhrstedt aumenta la sensación de atemporalidad del lugar donde transcurre la acción, con unos momentos en los que el sol entra a raudales en la casa del protagonista que parece, a juicio de un servidor, la entrada al Cielo, aquel en el que, seguro, Dean Stanton sigue deleitando con su carisma y su personalidad.        

2 comentarios:

  1. Gran crítica, Ale, bien documentada y bien traída en todos sus extremos. Como siempre, excelente: da gusto leerte. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Muchísimas gracias amigo, un abrazo enorme

    ResponderEliminar