miércoles, 4 de julio de 2018

"Nos vemos allá arriba": Pícaros de posguerra

Los estragos de una guerra, sea la que sea, suponen un gran obstáculo para muchas personas a la hora de reconducir sus vidas y la manera de lograrlo es el tema central de Nos vemos allá arriba. El actor y ocasional director Albert Dupontel se pone de nuevo delante y detrás de las cámaras para plasmar en imágenes la célebre novela de Pierre Lemaitre, ganadora del prestigioso Premio Goncourt en 2013 (tanto Lemaitre como Dupontel son los responsables de la adaptación) y que se centra en dos ex combatientes de la Primera Guerra Mundial que planean ganarse la vida a través de monumentos para recordar a los caídos en la guerra que nunca harán.

Admitiendo un servidor de antemano no haber leído la novela de Lemaitre, lo cierto es que los primeros minutos y la presentación de la pareja protagonista no dejan de anunciar que tenemos por delante un poderoso drama de supervivencia, amistad y cuentas pendientes. Un servidor no puede negar que la película no ofrezca eso, pero lo cierto es que Dupontel peca a la hora de intercalar momentos dramáticos potentes con otros cómicos que rozan la farsa, y eso le hace restar puntos ya que hasta el azar que provoca el encuentro de ciertos personajes y el desarrollo de parte de la trama parece algo artificial. 

Por poner un ejemplo, había momentos que un servidor parecía estar viendo escenas de un cómic y de películas como Amelie (Jean-Pierre Jeunet, 2001). Situaciones y personajes están tratados de una manera que rozan la exageración y, claro, combinar esto con drama está al alcance de muy pocos y Dupontel no está, en opinión de un servidor entre ellos.

Es una pena porque se tiene la sensación de que una historia puramente dramática hubiese funcionado muchísimo mejor, sobre todo cuando vemos al personaje interpretado maravillosamente por el actor argentino Nahuel Pérez Biscayart, quien ya llamó poderosamente la atención a un servidor en 120 pulsaciones por minuto (Robin Campillo, 2017) la potente película sobre el SIDA en los años 90. El actor es muy superior a Dupontel gracias a ese joven y talentoso dibujante al que la guerra le impide físicamente hablar y por ello introduce un elemento bastante atractivo como son las máscaras, de las que se ve un variado muestrario. Las máscaras en este filme son físicas y metafóricas ya que parte de la estrategia para conseguir el objetivo del mencionado plan-estafa consiste en eliminar identidades y adoptar otras.

La película habla también de los azares de la vida y las relaciones familiares introduciendo personajes que no están tratados al mismo nivel. Laurent Lafitte, el vecino de Isabelle Huppert en Elle (Paul Verhoeven, 2016) encarna a un malo acartonado, prácticamente de cómic, con una picaresca mucho más macabra y un tratamiento que no hace justicia al gran actor que es Lafitte. Lo mismo ocurre con Émilie Dequenne (inolvidable y en ascendente progresión desde que debutase en Rosetta de los hermanos Dardenne en 1999) dando vida a la esposa del personaje de Lafitte y hermana del de Biscayart. Es un personaje que podría habérsele sacado muchísimo más partido. 

El contrapunto lo encontramos en el veterano Niels Arestrup, quien precisamente coincidió con anterioridad con Dequenne en la impactante Perder la razón (Joachim Lafosse, 2012). En Nos vemos allá arriba interpreta al padre de ésta y padre de Biscayart, proporcionando una emotiva escena que trata las pequeñas cosas que no se dijeron pero que tienen gran importancia. Y un servidor destaca también al personaje de la pequeña pícara que se une al dúo protagonista a la que da vida la debutante Héloïse Balster.

Nos vemos allá arriba gana enteros en la reconstrucción de la época que retrata, el fin de la Primera Guerra Mundial, (conflicto bélico que Bertrand Tavernier también trató de manera ejemplar en Capitán Conan, en 1996) y años 20 con sus fiestas desenfrenadas y su evasión de la dura realidad cotidiana. La labor de dirección artística y vestuario está fuera de toda duda. La pena es que una historia sobre picaresca con enorme potencial sobre supervivientes con heridas físicas y emocionales, algunos con dudosa moralidad, entre otros temas ya apuntados, queda mermada por una comicidad mal expuesta y encajada en el conjunto. Sin ella, en opinión de un servidor, el filme emocionaría a raudales.    

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