sábado, 26 de noviembre de 2011

Muchas gracias, madre

         CRÍTICA TEATRAL: POR EL PLACER DE VOLVER A VERLA

Es mágica la sensación cuando una obra de teatro se disfruta pero te deja pensando por lo que se ha visto sobre el escenario. Esto precisamente lo logra Por el placer de volver a verla, de Michel Tremblay. No es fácil sostener obras de teatro con sólo dos personajes, de ahí el valor y la fuerza tanto del texto, como de las interpretaciones de Miguel Angel Solá y Blanca Oteyza.

El tema del recuerdo de un escritor a la figura de su madre está tratado, en un tramo de la obra con humor y en otros momentos con tristeza, siempre con la nostalgia como telón de fondo. Por eso esta obra consigue hacer aflorar los sentimientos del público, porque todo el mundo tiene una madre y se siente en algún momento de la obra identificado, independientemente de la profesión que tenga.
Miguel Angel Solá y Blanca Oteyza durante la representación de la obra
Otro de los puntos a favor de esta obra de teatro es la sencillez de la puesta en escena con pocos elementos decorativos y una pared iluminada de diferentes colores, correspondientes con el momento de la historia que se escenifica y el lugar donde transcurre la acción.

Miguel Angel Solá consigue conectar desde el primer momento con el público y demuestra su solvencia interpretativa con creces sin tener que caracterizarse en las distintas fases de la historia a pesar de interpretar desde un niño hasta un adulto.

Por otro lado, Blanca Oteyza interpreta soberbiamente a la madre que se recuerda, siempre con  un punto tiernamente cómico, incluso en los momentos dramáticos. La obra tiene varios momentos donde se habla de literatura, tanto de novelas como de obras teatrales y es algo determinante para comprender el futuro del hijo. Moraleja: Las madres hacen todo por el bien de sus hijos, buscan siempre todo lo mejor para que sean felices en la vida y Por el placer de volver a verla es un gran ejemplo de esto.

La pareja protagonista demuestra una clara complicidad en el escenario, algo visible en sus miradas, y el momento en el que madre e hijo comparten un gesto, también de complicidad, con las manos, recuerda a una frase de la película La guerra de papá (Antonio Mercero, 1977), basada en la novela El príncipe destronado de Miguel Delibes: "A saber qué tendrá la mano de una madre". Es una cuestión para la que no tengo respuesta pero con esta obra de teatro canadiense se plantea una situación que desata la emoción del público, que aplaudió con entusiasmo gracias, también, a un final sorpresa que no se debe desvelar y que deja los sentimientos a flor de piel.

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