lunes, 8 de octubre de 2012

Sol y sombras

              CRÍTICA DE BLANCANIEVES, DE PABLO BERGER

Aunque llega con algo de retraso, no quiero dejar pasar la oportunidad de dar mi opinión acerca de la aportación española al año Blancanieves, como se le podría denominar al año 2012 por las tres aproximaciones que nos ha llegado sobre el célebre cuento de los hermanos Grimm.

Como ya hablé bastante en su momento de la desacertada película de Tarsem Singh con Julia Roberts, y de la potente versión de Rupert Sanders, a pesar de Kristen Stewart ahora le toca el turno a la que ha dirigido Pablo Berger.

Berger, una vez vista su película, se puede decir que ha dado un salto sin red del que ha salido plenamente victorioso. Trasladar el popular cuento a la Andalucía más folclórica de principios del siglo XX ha supuesto un reto doble debido al aspecto formal por el que ha optado: en blanco y negro y muda. Habrá gente que dirá "como The Artist", la premiada película de Michel Hazanavicius, pero Berger sabe darle el empaque suficiente para que las comparaciones no se produzcan.
Macarena García, la protagonista de la película
Como no pretendo comparar, voy directo a analizar los aspectos más destacados del filme de Berger. El tratamiento de la historia hace honor al título de esta crítica, ya que se alterna la luminosidad del sur que se retrata y de las miradas de Macarena García, brillante en su debut cinematográfico como la protagonista, Carmen (por el que ha sido premiada en el Festival de San Sebastián), tras demostrar su calidad en sus papeles en la pequeña pantalla con las sombras del mundo que representa la madrastra interpretada magistralmente por Maribel Verdú, una composición de maldad sin contemplaciones que la intérprete de La buena estrella (Ricardo Franco, 1997) borda como nadie.
Maribel Verdú, perfecta en su papel de perversa madrastra
El mundo tenebroso de los cuentos también está presente, con el chófer (Pere Ponce) como peculiar cazador, los lugares oscuros que la protagonista recorre en un doble papel de Cenicienta o las condiciones del contrato que hace firmar un representante (José Mª Pou). Todo ello mezclado por dosis de humor negro, apelando a tradiciones y aspectos grotescos que se retratan.

Lo curioso de esta película es que hay un juego metaliterario entre la historia de la película y la que narra el cuento. La línea argumental sigue el cuento en gran medida, no completa, haciéndonos saber a los espectadores en un momento dado que el cuento existe y es conocido, mezclándolo con el retrato del mundo taurino, por lo que conforma un producto de lo más ecléctico.

En el apartado artístico destaco la ternura de Angela Molina haciendo de abuela o Daniel Giménez-Cacho como antigua gloria del toreo y padre de la protagonista, la belleza e importancia del personaje de Inma Cuesta, y la inocencia que desprende la mirada de Sofía Oria como la protagonista en su niñez junto a la simpatía que desprenden los particulares enanitos, aquí enanos toreros, que contribuyen a un retrato de una sociedad donde imperaba el hambre y la necesidad, de ahí la acertada caracterización de muchos de los espectadores del espectáculo que llevan por los pueblos los mencionados enanos, emparentando el filme con el Buñuel más realista.

Macarena García rodeada de sus compañeros de viaje
La fotografía impoluta de Kiko de la Rica, la música de Alfonso Vilallonga, que se alterna con sonidos del sur, o el vestuario del versátil Paco Delgado, del que saca mucho partido Maribel Verdú, contribuyen a embellecer una historia trágica en el fondo y que deja al espectador melancólico con ese soberbio plano final. Así que sólo me queda decir: Valor y a por el Oscar

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