sábado, 24 de noviembre de 2012

Un Lorca sublime

                                             CRÍTICA TEATRAL: YERMA


MARAVILLA. Esta es la palabra que define sin lugar a dudas la nueva versión que Miguel Narros ha hecho de Yerma de Federico García Lorca. Narros demuestra la fuerza que sigue teniendo esta obra, estrenada en 1934 y en la que se plasma una situación muy cercana a la realidad que el propio Lorca vivió y presenció, pero que, gracias a su genialidad, se convierte en una obra universal.

El montaje, que permanecerá hasta el domingo 25 en el Teatro Lope de Vega, se beneficia de una dirección soberbia por parte de Miguel Narros, un todoterreno conocedor a fondo de la obra de Lorca como demostraron sus montajes de Doña Rosita la soltera, con Verónica Forqué en 2004, o Así que pasen cinco años, a finales de los 70 y los 80.

Los actores están soberbios: Silvia Marsó está arrebatadora como la protagonista, que quiere disfrutar de la vida pero la imposibilidad de no quedarse embarazada, y su situación dentro de su propio hogar, hacen que la amargura y la desesperación se vayan adueñando de ella hasta llegar al potentísimo clímax final.

Los hombres que rodean a Yerma son otro punto destacable para entender el devenir del personaje. Juan, su marido, es un hombre de pueblo aferrado a las tradiciones al que Marcial Alvarez le otorga una rotundidad pasmosa, mientras que el pastor Víctor representa la bondad y la ternura, algo que Iván Hermes transmite con total convicción al igual que su encarnación del Macho posteriormente.
Silvia Marsó en un momento de la obra      Luis Malibrán
El resto del reparto está a la misma altura que el trío protagonista, mostrando un abanico de personajes, habitantes de un pueblo, de claro contraste, desde el grupo de lavanderas, la mujer libre a la que creen loca (una sorprendente Mona Martínez), o las cuñadas de Yerma. 

El conjunto de actores se entrega totalmente para mostrar una historia trágica pero llena de bellos momentos, aderezada con canciones y bailes, donde se muestra el lado más localista de la obra, o una romería donde abunda lo pagano, que rompe monentáneamente el ambiente de tradiciones y rumores que impera en el pueblo

La puesta en escena juega con la sencillez y con los elementos de la Naturaleza, sobre todo con el agua, muy presente en la obra, para reforzar la idea de fuente de vida, ésa que Yerma no consigue concebir en su interior. Como complemento perfecto se encuentra la música compuesta por Enrique Morente (su hija, Soleá Morente, además actúa cantando y bailando en esta versión) para el montaje que Narros hizo de esta obra en 1997, y que se ha rescatado acertadamente para añadirle más belleza si cabe a la puesta en pie de un poderoso texto que, en las manos de alguien como Miguel Narros, se convierte en una gozada para el espectador.

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