viernes, 15 de marzo de 2013

Revelaciones al filo de la medianoche

                 CRÍTICA TEATRAL: SI SUPIERA CANTAR, ME SALVARÍA. EL CRÍTICO

Las visitas inesperadas suelen generar cierta inquietud, sobre todo si son realizadas por la noche. Juan Mayorga compone, a partir de este punto de partida, Si supiera cantar, me salvaría. El Crítico, un intenso enfrentamiento verbal entre un autor teatral y un crítico en el que las vueltas de tuerca juegan una baza importante.

En la obra, que puede verse en el Teatro Lope de Vega de Sevilla hasta el domingo, el espectador presencia el encuentro entre dos personajes cuyas profesiones van ligadas la una a la otra desde hace mucho tiempo. 

A la solidez del texto hay que unir la de las interpretaciones de dos actores de calidad incuestionable: Juanjo Puigcorbé, en su vuelta a los escenarios tras un paréntesis de casi veinte años, y Pere Ponce. Ambos componen un trabajo sin fisuras donde  es tan importante tanto lo que dicen como lo que escuchan de boca del otro . 

Las confesiones de ambos personajes vertebran un desarrollo dramático que deparan reflexiones y sorpresas. El crítico Volodia (Puigcorbé), expone de manera clara no sólo su manera de trabajar sino aquello que lo diferencia de otros compañeros de profesión mientras que Scarpa, el autor teatral al que da vida Ponce, revela una serie de hechos que demuestran la repercusión que tienen las acciones de unas personas en la vida de otras.
Puigcorbé y Ponce durante la representación

La obra contiene una serie de momentos significativos que giran en torno a la obra de teatro que Scarpa ha estrenado exitosamente la misma noche que va a visitar a Volodia y las distintas visiones que autor y crítico sobre un mismo texto, lógicas por otro lado porque "el padre de la criatura" ve algo salido de su mente de manera distinta a la de alguien que le avala todo el teatro que ha visto a lo largo de su vida. Pero, atención, y aquí está una de las bazas de la obra de Mayorga, no todo es lo que parece.

Mayorga consolida con esta obra su posición como autor de referencia en el panorama teatral actual, una posición que se ha ganado con todas las de la ley gracias a su polivalente versatilidad a lo largo de los años, ya sea realizando las versiones de textos clásicos españoles (La vida es sueño de Calderón de la Barca, concretamente la del actual exitoso montaje por parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico con Blanca Portillo) y extranjeros (Un enemigo del pueblo de Ibsen o La visita de la vieja dama de Dürrenmatt), dramaturgias nuevas a partir de textos existentes (Fedra) u obras originales (El chico de la última fila o La lengua en pedazos, otro duelo interpretativo para el recuerdo).

Si supiera cantar, me salvaría. El Crítico ofrece una hora y media de teatro en estado puro con dos intérpretes que no bajan la guardia en ningún momento y que hace recapacitar sobre la vida a través del propio arte.   

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