domingo, 24 de febrero de 2013

Antonio Dechent: "El teatro tiene que remover conciencias de alguna manera"

Antonio Dechent es un versátil actor que se mueve con igual facilidad en cine, teatro y televisión. Ha participado en numerosas películas como Smoking Room, Intacto, Carmen, Solas o La voz dormida, incluso en uno de los fenómenos del año, El mundo es nuestro. Además, fue considerado el Mejor Actor en el Festival de Málaga por su trabajo en A puerta fría en donde trabajaba con  María Valverde, José Luis Gª Pérez o Nick Nolte.
Con Antonio Dechent tras la entrevista
En la actualidad se encuentra representando, hasta hoy domingo, la obra de teatro Taking Sides (Tomar Partido) de Ronald Harwood en el Teatro Lope de Vega de Sevilla donde, dirigido por Pedro Alvarez-Ossorio, interpreta al mayor Steve Arnold, a quien, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se le ha mandado investigar si un afamado director de Orquesta, estaba relacionado con los nazis. El actor tuvo la amabilidad de conceder una entrevista a este blog para hablar de esta obra y de otros hitos de su carrera interpretativa.

Pregunta: En Taking Sides (Tomar Partido) es de nuevo dirigido por Pedro Alvarez-Ossorio tras Queipo. El sueño de un general ¿Qué destacaría de él como director? 

Antonio Dechent: Yo tengo con Pedro una afinidad con respecto a nuestra idea del teatro. Los dos creemos en el teatro de la palabra, de los autores y, sobre todo, que el teatro tiene que remover conciencias de alguna manera. A Pedro le gusta hacer un teatro comprometido, en el que al espectador se le quiebre algo por dentro y le haga pensar, algo en lo que estoy completamente de acuerdo. Además a la hora de trabajar nos comprendemos muy bien. Me deja el espacio para que  desarrolle el personaje y luego se encarga de afinar ese desarrollo y cuando no veo puerta él me muestra la salida. Queipo fue una idea mía y lo llamé para que lo dirigiera él porque sabía que iba a hacer un magnífico el trabajo como él que hizo.

P: En esta obra ¿Lo que impera es el mantenimiento de la verdad y de las convicciones de los personajes? Porque sobre todo su personaje y el de Roberto Quintana (Wilhelm Fürtwangler) no ceden en lo que creen...

A.D.: Ninguno cede pero sí se desmoronan, esa verdad no es tan absoluto, los dos tienen un partido, que es el que debe tomar el espectador, pero en el montaje se ha mostrado todo para que el espectador tenga todos los datos. Ellos también lo tienen y en el segundo acto, que es el más potente como en toda buena obra de teatro, se ve ese resquebrajamiento incluso ético de los personajes. Los personajes alemanes creo que ocultan mucho más, incluso a ellos mismos. Tienen una sombra interior que les impide ver cosas porque si las vieran sería terrorífico para ellos.
Dechent con sus compañeros en un momento de Tomar Partido

P: ¿Cómo se plantearon momentos intensos como su enfrentamiento con Fürwangler o el crescendo emocional del personaje de Rocío Borrallo que la hace explotar finalmente ante lo que está escuchando? 

A.D.: Ahí sí se puede utilizar la palabra "Verdad". No ha sido tan duro, porque no se falseado ese crescendo emocional, sino ha sido una cuestión de sentirlo. Se ha jugado mucho con nuestros auténticos sentimientos para poder llegar a ese enfrentamiento y a ese desborde de sentimientos por parte de los personajes que no están directamente involucrados en ese duelo que tiene Fürwangler y mi personaje. Había una necesidad de buscar la verdad para llegar a conmover realmente al espectador.

P: ¿Considera a Queipo y a Steve Arnold personajes contrapuestos o tienen puntos en común?

A.D.: Es curioso porque yo creo que el mayor Arnold tiene un pundonor. Para los  demás puede parecer soez y maleducado pero es una persona bromista y compasiva. Ël ha sido uno de los que ha liberado los campos de concentración, por eso lo que ha visto no le deja aún dormir. Tiene empatía con las víctimas, con el pueblo judío y con el sufrimiento que lleva consigo una guerra.

A Queipo todo eso no le importaría. Era un reptil y, a la hora de trabajar el personaje, no le pude encontrar sentimientos, aunque sí pasiones que eran ambición y el rencor cuando no consiguió ser el gran caudillo y Franco lo echó. Además otra gran diferencia entre ambos personajes es que Queipo era militar de carrera y el mayor Arnold es un inspector de seguros que en cuanto acabe la guerra volverá a su oficina y no seguirá ascendiendo en la milicia.
Con Amparo Marín en Queipo. El sueño de un general
P: En la rueda de prensa se mencionó la influencia que ha tenido en la dramaturgia del montaje la película que se hizo sobre esta obra (con guión del propio autor). A la hora de componer su personaje ¿Se olvidó en la interpretación de Harvey Keitel en el filme?  

A.D.: Totalmente, porque yo la vi al principio de los tiempos cuando me ofrecieron el texto y no me acuerdo de casi nada. No sé cómo lo hizo Harvey Keitel y ahora que yo he compuesto al personaje sí tengo curiosidad por cómo lo hizo él. No acudí a esa fuente, porque leí muy bien al personaje y tampoco quería verla, tras el período de ensayos, porque no quería que me influyera para cambiar algo de mi composición. Ahora la veré pero sólo por curiosidad.

P: Echando la vista atrás, usted tiene una extensa trayectoria teatral y una de las obras en las que participó fue El hombre deshabitado de Rafael Alberti, con Aitana Sánchez Gijón y José Mª Rodero en 1988 ¿qué recuerdos tiene de Rodero, que era uno de los grandes de la escena?    

A.D.: Efectivamente lo era. Para mí era el más grande. Él estaba un poco requemado porque el cine no le quería, según decía, pero en teatro no creo que hubiera otro actor, a lo mejor Bódalo, que le pudiese toser en el panorama teatral español y para  mí fue una maravilla trabajar con él. Además tiene un detalle muy gracioso que era que insultaba al público, sin que se enterasen, todos los días. Se asomaba por el chivato del telón y empezaba a decir barbaridades. Pero cuando se alzaba el telón él soltaba dos lagrimones, empezaba el texto de El hombre deshabitado y le regalaba al público una maravilla cuando los acababa de insultar, pero aquí cada uno se motiva como quiere y esa era su manera de hacerlo.  

José Mª Rodero con el que Dechent trabajó  en teatro
P: Otra obra que llama la atención es Don Juan Tenorio dirigida por John Strasberg en 1992 ¿cómo recuerda ese acercamiento de un director americano a uno de nuestros clásicos?

A.D.: Para él lo más dificultoso fueron algunas palabras del Siglo de Oro, que Zorrilla imitaba en su obra, pero él leyó muy bien esa función. Yo le planteé algo que me lo aceptó: Don Juan Tenorio lo hacía Pepe Sancho y yo interpretaba a Don Luis Mejía. Yo siempre he visto que en el primero de los duelos ambos personajes son iguales, no hay diferencias entre los dos, podrían cambiarse los textos y sería lo mismo y yo le planteé a Strasberg que todo era mentira, que yo era un desgraciado y cuando Don Juan me dice "Me voy a acostar con tu mujer" yo me vengo abajo. Cuando llego a matar a Don Juan al final del primer acto llego llorando, con lo cual hay una gran diferencia. Era el mismo texto pero con una composición diferente. El director me aceptó la sugerencia y a partir de ahí pude disfrutar mucho más porque si no eran dos gallos de corral exactamente iguales.

P: Saltando ahora a la televisión, fue muy impactante su interpretación en El crimen de las estanqueras de Sevilla para la serie La huella del crimen en 1991 ¿qué supuso para usted meterse en la piel de un hombre que existió y que fue condenado a muerte?

A.D.: Era un personaje que además había perdido la cabeza. La serie la coordinaba Pedro Costa, que fue director de la revista El Caso, con lo cual se sabía todos los entresijos de todas las historias. Me explicó que mi personaje era un pobre chaval, un kinki de la calle pero cuando le llegó la amenaza real de muerte se volvió algo majaretilla, llenó toda la celda de velas, de vírgenes, se convirtió a todo...Durante muchos años, hasta que llegó Smoking Room, he sostenido que éste fue el mejor trabajo que había hecho en el terreno audiovisual. Yo lo que sí le pedí a Ricardo Franco, el director del episodio, era que cuando rodásemos la de mi ajusticiamiento, que se rodó en la cárcel de Alcalá de Henares, que estaba deshabitada, yo no viese el escenario ni el garrote, hasta el momento en que fueran a buscarme, por que me encerré en una celda hasta que vinieron a buscarme con las esposas y aparte, esa salve que canto al final, yo lo veo desde la distancia y me sigue impactando.

P: Hablando de impactos, a mí me impactó mucho el final de la película Libertarias (1996), uno de sus trabajos con Vicente Aranda ¿Recuerda ese rodaje especialmente por tratar un tema como la Guerra Civil y la dureza de muchas de sus escenas?

A.D.: Ahí también hice el papel de marginado social, un tipo qe acaba de salir de la cárcel. Lo más curioso de esa película es cómo conseguí el papel. Me llamó mi representante diciéndome que Vicente Aranda con el que ya había hecho las dos películas de El Lute, estaba dudando en mí y otro actor. Entonces yo lo hice en un descampado de Sevilla la película entera. Me colgué una cantimplora, me crucé dos cinturones en el pecho y todas las escenas de mi personaje, Faneca, las hice con un amigo y una cámara que encontramos. Por ejemplo la salida de los camiones de la CNT por la Plaza Mayor de Barcelona, se lo hice con cuatro chavales que coloqué detrás de mí y nos empezamos a mover como si fuera el camión. Me gustaría recuperar esa cinta.

P: En 2006 participa en las dos superproducciones que se hacen en España, Los Borgia y Alatriste ¿tuvo la sensación de que en España podían hacer producciones de gran envergadura como en otros países europeos? 

A.D.: Sobre todo con Alatriste, porque Los Borgia fue coproducción con Italia y se rodó allí, por lo que los castillos ya estaban, las armaduras o los caballos, porque allí están muy acostumbrados a hacer estas cosas y el empaque de la película es estupendo. Pero en Alatriste hubo que hacerlo todo aquí, trayéndose a los mejores, incluso de fuera. Además cuando decían corten o te podías pasear por Italia o hablar e ir a sitios con Viggo Mortensen.

Fue un lujo que también viví en una miniserie, Soraya (2003) donde yo hacía de su padre, por lo que estaba todo el día vestido de esmoquin y en un Rolls Royce. Quizá otra película que se acerque a una gran superproducción fue Tiovivo de José Luis Garci por la forma de rodar que tiene, en donde cuida todos los detalles. 

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