domingo, 14 de abril de 2013

La casa multivisitada

                                CRÍTICA TEATRAL: EL NIDO

Los hermanos Serafín y Joaquín Alvarez Quintero son unos de los máximos exponentes del teatro costumbrista, donde cabía la risa y el llanto, que tanto proliferó en las primeras décadas del siglo pasado. El Nido, estrenada en 1901, es un ejemplo de ese primer período creativo que sirve de base a las obras que luego les harán muy famosos.

La Agrupación Álvarez Quintero, dentro de su dilatada trayectoria, de hecho fue fundada en 1945, ofrece al público una versión de El Nido, hasta mañana en el Teatro Lope de Vega de Sevilla donde se han introducido pequeñas variantes geográficas y temporales, trasladando la acción a pleno siglo XXI y de Madrid a Sevilla

Estas decisiones dramáticas no resienten en absoluto la efectividad de la obra, ya que los hermanos nacidos en Utrera supieron ver con mucha precisión el carácter de los españoles y los distintos tipos de personas que existen y constatar que no cambiaríamos tanto aunque que pasen cien años.

En El Nido, con la excusa de conocer el piso (bravo por la labor escenográfica) donde va a vivir una pareja a punto de casarse, se presentan ante el público una serie de personajes muy reconocibles a los que cada uno de los actores del extenso reparto da el matiz adecuado: desde la cotilla pesada (Esperanza Rodríguez), a la cual no la echan ni con agua hirviendo hasta el amigo de toda la vida al que se le acoge con cariño (un muy certero Carlos Ruíz). Todo el reparto está en estado de gracia, con unos sublimes Javier Luque y Rocío Proy como Jaime y Teresa, la joven pareja protagonista.
Momento del vídeo que sirve de entreacto Vallejo. Fotografía
La acción dramática está aderezada por un vídeo donde, como si fuese de la época de los Alvarez Quintero, somos testigos de la boda de Jaime y Teresa, para continuar con un segundo acto donde se muestra que ese nido de amor tendrá todo menos tranquilidad porque, a pesar de haberse casado y ser padres de familia, Jaime y Teresa no tienen un segundo de respiro por el constante ir y venir de personajes con el humor como mejor modo para mostrar esa realidad.

Manolo Gómez Kaky, dirige con acierto este trozo de vida, aparte de interpretar a dos personajes, donde el conflicto dramático es mínimo y la sucesión de escenas son las que conforman una obra idónea para pasar una agradable tarde de teatro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario