viernes, 17 de mayo de 2013

Arturo Fernández: "'Los hombres no mienten' es una comedia dramática dicha en un tono que produce la carcajada"

Arturo Fernández es un nombre vinculado a la alta comedia, género que domina como pocos y que desarrolla gracias al esfuerzo que realiza con su propia compañía. El actor asturiano, con la elegancia y el saber estar que le caracteriza, concedió una entrevista a El Rinconcillo de Reche el pasado miércoles, día del estreno en Sevilla de su último éxito teatral, Los hombres no mienten, y que permanecerá en el Teatro Lope de Vega hasta el domingo 26 de mayo.

El veterano actor habló de la obra y recordó a ilustres compañeros de profesión que ya no están entre nosotros a los que evoca con cariño y nostalgia. Además nos habló de diversas obras teatrales de su amplísima trayectoria y de una en concreto en la que hizo algo de lo que fue precursor en España ¿Quieren saber a lo que me refiero? Pues no se pierdan una coma de lo que cuenta el gran Arturo Fernández.
Con Arturo Fernández tras la entrevista
Pregunta: Los hombres no mienten es la segunda obra de Eric Assous que representa tras el éxito de La montaña rusa ¿qué tiene de especial este autor francés?

Arturo Fernández: La primera vez que veo una obra suya, La montaña rusa, es en París y la interpretaba Alain Delon. Yo vi en ella unas grandes posibilidades y no me equivoqué, estuvo tres años en cartel y un mes aquí en el Teatro de Jesús Quintero. Así descubrí a este autor. Y luego vino Los hombres no mienten, que viene avalada por el Premio Moliére. Con estas comedias, realistas, auténticas,  donde el público suele sentirse muy identificado, aciertas. Los diálogos son muy inteligentes, las situaciones tienen suspense, juega con el público. Cuando crees que ya está resuelta la situación surge una historia más. No hay muchos autores actuales así, es un autor de garantía.

P: Por el tema de esta obra ¿se puede decir que los hombres y las mujeres son muy diferentes?

A.F.: Sí, en primer lugar, la mujer es madre y el hombre no, por lo que la mujer tiene una sensibilidad por la que percibe enseguida las cosas. Los hombres nos abandonamos un poco, no tenemos esa sensibilidad y en el tema de las relaciones, cuando un hombre cree que ha conquistado a la mujer no es cierto, la mujer se ha dejado conquistar. La mujer tiene una mirada que si se sabe apreciar, el hombre va hacia ella, cuando ella quiere. El problema que suscita Los hombres no mienten es la infidelidad de la pareja, donde, en un momento, la mujer no aguanta más y decide poner las cartas boca arriba.

El gran problema de la infidelidad es si es conveniente decir la verdad o mentir. Cada uno tiene su opinión. Yo creo que si no quieres perder a tu mujer, porque la amas, miente, porque sabes que si le dices la verdad, ya sabes dónde está la puerta. Los cuernos de cintura para abajo no se deben de contar, no tienen mucha importancia. Los de cintura para arriba sí son importantes, porque ahí sí hay tres personas que sufren, es doloroso y hay que ser valiente y plantear la situación.
Con Sonia Castelo y Carlos Manuel Díaz sus compañeros en escena

P: Empecemos la mirada al pasado ¿qué le recuerda La herencia de Joaquín Calvo Sotelo?

A.F.: Fue mi primer éxito en el teatro donde tuve el honor de trabajar con el mejor actor que ha tenido este país, sobre todo en aquella época, Rafael Rivelles. Yo era el protagonista de la obra y él era el tío de mi personaje. Se estrenó en el Teatro Alcázar en 1957. Recuerdo que un crítico dijo: "Arturo Fernández se ha llevado el gato al agua". Por aquel entonces no daba importancia a ese tipo de frases. Yo tenía un amigo que me decía: "Tú vives porque el aire es gratis, si lo tuvieras que comprar te ibas a morir". Yo he sido un fatal relaciones públicas de mí mismo. Siempre he ido muy por libre y eso tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Me he dedicado a mi profesión pero no la he alimentado de cosas que son esenciales.

P: A pesar de lo que dice ha trabajado con gente muy grande: Alberto Closas, Paco Rabal...

A.F.: Alberto Closas me dirigió en la obra La playa vacía y con Paco Rabal hice tres películas y la serie Truhanes, derivada de la película. Paco Rabal y yo hemos sido grandes amigos, nos hemos querido mucho, era una persona muy especial. Jamás hemos hablado de política porque sabíamos que si lo hacíamos perdíamos la amistad, y lo sabíamos los dos. Cuando trabajamos en la serie de Truhanes nos dimos cuenta de lo que nos queríamos, porque nos veíamos todos los días y cuando terminaron de grabarse los capítulos recuerdo que le dije: "Paco, no sé cómo voy a vivir sin verte". Lo sentía de verdad y él me dijo que le ocurría lo mismo.
Con su amigo Paco Rabal en la serie Truhanes
Echo mucho de menos a mis compañeros. En año y medio han desaparecido gran parte de los mejores que comenzamos esto: Sancho Gracia, Carlos Larrañaga... (en este momento vuelve a poner una enternecedora mirada nostálgica) Con Carlos Larrañaga mantuve también una muy buena amistad. Le llevaba ocho años y trabajamos juntos en Un vaso de whisky ( Julio Coll,1958) y en A sangre fría (Juan Bosch, 1959) y siempre recordaré una anécdota que no quiero dejar pasar:

Cuando se empieza como actor siempre hay problemas económicos. Los actores lo hemos pasado mal porque hemos empezado desde abajo y se padecían muchas penalidades y necesidades. Yo iba a rodar La fiel infantería (Pedro Lazaga, 1960) y la película se demoraba bastante y económicamente yo no estaba bien aunque había hecho ya varios protagonistas. Recuerdo que fui a casa de mis padres en Asturias y me llamaron para estar cuatro o cinco días en Madrid para esa película, para probarme el uniforme y tal pero tenía que ir a un hotel, unos gastos. Entonces llamé a Carlos y le comenté que tenía que estar unos días en Madrid antes de trasladarme a Lérida que era donde iba a rodarse la película y no quería pedirle dinero a la productora y me dijo: "Arturo, mi casa es la tuya, vente para acá" y estuve cinco días en su casa. Eso no se me olvidó nunca y lo agradeceré siempre.
Carlos Larrañaga, otro amigo de Arturo Fernández

P: Usted declaró en la rueda de prensa que se dio cuenta que estaba más capacitado para la comedia en el teatro. Sin embargo, en el cine ha protagonizado títulos como Camino del Rocío (Rafael Gil, 1966) o Currito de la Cruz (Rafael Gil, 1965) que tenían un componente dramático muy importante...

A.F.: Mis películas han sido casi todas dramáticas: Distrito 5º (Julio Coll, 1958), Un vaso de whisky, Bahía de Palma (Juan Bosch, 1962)...incluso esta última comedia, Los hombres no mienten, es una comedia dramática, muy dramática, lo que ocurre es que se dice en un tono que produce la carcajada y el divertimento. Nunca he hecho comedias de puertas que se abren y se cierran, de meterme debajo de la cama...Mis comedias siempre han estado llenas de glamour.
Con El Pireo y Paco Rabal en Currito de la Cruz
P: ¿Es cierto que en los 80, en una obra, La chica del asiento de atrás usted hacía un striptease?

A.F.: Sí, sí. Además, durante dos años y medio. Lo pasé fatal, porque salía al escenario completamente desnudo con una camisa que llevaba colgada de una percha, atravesaba así el escenario de una esquina a otra y me paraba en un sillón donde allí me vestía. Además la comedia fue un éxito inenarrable. Recuerdo que en la obra yo me volvía de espaldas al público y a mí Interviú me ofreció hacer las fotos de espaldas, muy cuidadas pero yo me negué. Lo que ocurrió es que cuando la estrené en Santander, al ponerme de espaldas, porque me quedaba enfrente de otro personaje, una profesora, (Victoria Vera) noté como veinte fotógrafos disparando flashes. Salí en Interviú, en todos los periódicos, porque fue todo un acontecimiento y luego la comedia de Bernard Slade era fantástica.

P: En su trayectoria destacan las obras que ha representado de Santiago Moncada, siendo una de ellas continuadora de otra...

A.F.: Sí, Esmoquin fue una comedia de muchísimo éxito, creo que es la comedia, de todas las que he hecho, la más glamurosa, más magnífica de ver estéticamente. Luego llegó Esmoquin 2 que fue bien pero no tuvo el mismo éxito y luego hice otra comedia suya, Desconcierto, donde yo interpretaba a un director de orquesta.
Cartel de Esmoquin 2

P: Se puede decir que es un autor a reivindicar por las obras que ha hecho como Brujas que también se vio en el Teatro de Jesús Quintero...

A.F.: También Violines y trompetas, por ejemplo. Moncada posiblemente sea el autor más importante de comedia actualmente. Pero todo se acaba, algo que no tiene que ver con la edad del autor o del actor, pero hoy en día no es fácil encontrar los éxitos. Cada vez es más difícil para mí encontrar esa comedia que me guste a mí y pueda gustar al público. Además hacer y escribir comedia es lo más difícil, prueba de ello es que actualmente se hace poca comedia mientras que en mi juventud se hacía todo pero la comedia prevalecía. Todo ha cambiado mucho en la actualidad.

P: Un caso curioso es el de la comedia Pato a la naranja, de William Douglas-Home, que usted interpreta inicialmente, pero posteriormente también la dirigió ¿Cómo fue esa historia?

A.F.: La dirigió inicialmente Ángel Fernández Montesinos (en 1972). Yo fui a verla a París y me entusiasmó, tenía además un decorado muy bello, como tiene que ser. Yo era empresario junto con Justo Alonso, un gran empresario,además de amigo y compañero. Hicimos ambos esa producción y recuerdo que ensayando es de las pocas veces que estaba puesto casi entero el decorado, y lo eché para atrás y se cambió. Le dije a Justo: "En estas cosas no se puede ahorrar porque es el chocolate del loro, tiene que ser así, con el color naranja, en referencia al título, con estos muebles...". Y estuve cinco años con esa comedia en el Teatro Infanta Isabel. Después elegí, como empresario, compartida con Justo Alonso que era el que tenía los derechos, Sencillamente un burgués de Francoise Dorin, que fue uno de los grandes éxitos de mi carrera. Luego hice otras como Homenaje de Bernard Slade y los derechos de Pato a la naranja se habían perdido porque ya no se representaba, entonces los cogí yo y la dirigí, que llegó  a ser igual que el montaje anterior. 

Aquí finaliza esta entrevista que el propio Arturo Fernández me definió como una charla de café, que un servidor no olvidará en su vida. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario