Una mesa, una silla, una jarro de agua con un vaso y un actor que llena con su palabra el escenario: Juan Diego. No hace falta más para que el público quede prendado con La lengua madre, un texto de Juan José Millás con el que el actor sevillano (de Bormujos) ha vuelto al teatro. Con una profunda reflexión sobre las palabras, el monólogo que nos ofrece el veterano actor va envolviendo al público con la interpretación de un entrañable profesor donde la evocación de la infancia y la importancia de los vocablos que conforman el diccionario arrancan risas y emoción a lo largo de la función
Con una puesta en escena sencillísima, con los objetos antes
mencionados como únicos elementos escenográficos, y sin música, 'La lengua
madre' es una obra en la que se disfruta hasta d los silencios, de una
contundencia emocional aplastante. Los recuerdos del personaje, su amor
por las palabras y las reflexiones sobre el significado de algunas de ellas o
las posibilidades que podrían plantear, como supuestos usos del masculino y el
femenino en palabras que sólo admiten uno de los dos géneros, son la base de un
texto que reivindica, aunque me repita, la palabra, en un curioso juego
metateatral sin que sea la finalidad del texto, ya que éstas son parte esencial
del teatro, como parte indispensable de nuestras vidas.
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Juan Diego en un momento de la representación |
Tras trabajar con Juan Diego en Hipólito de Eurípides
en 1995, Emilio Hernández, director, entre otras obras, de Don Juan. El
burlador de Sevilla, que interpretó Fran Perea, y adaptador de Madame
Bovary, esa maravilla dirigida por Magüi Mira y protagonizada por Ana
Torrent, es el encargado de dirigir de manera sabia La lengua madre un
monólogo con una importante reflexión, entre risas y lágrimas, sobre la
necesidad valorar la lengua, con palabras que no deben olvidarse y otras
que no tendrían que imponerse, aunque la rabiosa actualidad lo hace inevitable.
Cuando uno termina de ver La lengua madre se queda
reflexionando sobre lo que se ha dicho sobre el escenario, porque menciona
palabras que al público también evoca recuerdos. Pero todas las palabras que se
dicen se ven muy bien acompañadas por dos que, por la admiración que provocan
en un servidor, las pongo en mayúsculas: JUAN DIEGO. Con esta obra uno
no hace otra cosa que constatar una vez más el maestro de la interpretación
que es y por muchas series o películas que se vean, siempre asombrará por una
cualidad para la que uso una palabra con la que concluyo la crítica de esta
obra que puso en pie a los espectadores del Teatro Lope de Vega de Sevilla: GENIALIDAD.
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