Hoy
es otro día de luto para la cultura de este país. El veterano
director teatral Miguel
Narros ha fallecido a los 84 años de edad.
Con él se va una parte muy importante de nuestro rico patrimonio
teatral gracias a sus montajes, que abarcaron todos los géneros y
autores.
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Desde este blog quiero hacer un homenaje a un hombre
al que tuve la inmensa suerte de conocer. Fue el pasado mes de junio
en la presentación de la presente temporada del Teatro Lope de
Vega, que precisamente acaba este domingo: Miguel Narros
estaba entre los asistentes a la presentación y no me lo podía
creer. Había visto varios montajes dirigidos por él pero no lo
conocía, me lo presentaron y resultó ser una persona entrañable,
con la que pude hablar un poco de teatro dentro de lo mucho que había
dirigido.
Me reencontré con él en la presentación en Sevilla de Yerma, el segundo montaje que hacía del texto de Lorca tras el que dirigió en el Centro Andaluz de Teatro en 1997, y demostraba tener una gran sabiduría, aparte de dirigir una inolvidable función con Silvia Marsó, Marcial Álvarez, Iván Hermes y Eva Marciel.
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Se da la casualidad de que Miguel Narros,
nacido en Madrid en 1928, ha dirigido a un gran número
de actores y todos hablan maravillas de él. Precisamente, y
para hilar el texto, voy a referir a lo largo del mismo,
algunas de las opiniones llenas de elogios hacia Narros recogidas en
entrevistas contenidas en este blog.
Iván Hermes, uno de los protagonistas de Yerma, declaraba en noviembre del año pasado: "Miguel fue el primero que me dio la oportunidad de subirme a un escenario con Panorama desde el puente (de Arthur Miller). Fue una experiencia maravillosa. El reencuentro con Yerma ha sido como si el tiempo no hubiera pasado, muy cordial y fraternal". Terminaba diciendo: "Es un gusto volver a trabajar con él".
El destino ha querido que Narros se marchara
habiendo estrenado la semana pasada en Alcalá de Henares su
último montaje: La dama duende de Calderón de la
Barca con Iván Hermes, Marcial Álvarez y Eva Marciel de
nuevo a sus órdenes junto a Chema León y Diana Palazón.
La dama duende ha sido su última función estrenada dentro de una lista de obras extensísima que él puso en pie, las últimas de ellas con su productora Producciones Faraute junto a Celestino Aranda.
Otra de las características que definieron a Miguel Narros fue su amor por Sevilla, donde pasaba temporadas y ciudad muchas veces escogida para el estreno nacional de sus obras. Siguiendo con el recorrido, de manera personal diré que el primer estreno que presencié de una obra dirigida por él, fue El sueño de una noche de verano de William Shakespeare en mayo del 2003, un montaje espectacular con Verónica Forqué, Vladimir Cruz, David Zarzo y Mariano Alameda, entre otros.
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Verónica Forqué ha sido otra de las
actrices que trabajó con él, con esta obra de Shakespeare
como punto de partida de cuatro obras inolvidables: Doña
Rosita la soltera de Lorca, la reposición de Ay,
Carmela de Sanchis Sinesterra que Forqué estrenó
en 1987, y La abeja reina de Charlotte Jones,
otro estreno nacional en Sevilla, en marzo del 2009, con
Miguel Rellán, Alba Alonso y Marta Fernández Muro.
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Miguel Rellán y Verónica Forqué en La abeja reina
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Yendo un poco hacia atrás, la primera obra que vi dirigida por él fue Los puentes de Madison que vino a Sevilla en mayo del 2002. La protagonizaban Hector Colomé y Charo López. Precisamente, la bella actriz salmantina me habló de Narros en una entrevista que me concedió en junio del año pasado cuando vino con Carcajada salvaje.
Charo López, que había trabajado con Narros en obras como La Paz de Aristófanes, La marquesa Rosalinda, de Valle Inclán o El condenado por desconfiado de Tirso de Molina me dijo lo siguiente: "Narros tiene esa sabiduría que sólo encuentras en los grandes, que conoce al ser humano profundamente bien. Es un hombre de una sensibilidad, de una entrega que hace que cuando estás trabajando con él tú no sientes que te está dirigiendo. Es un hombre que te toma de la mano para que tú crezcas y crezcas y crezcas. Se implica y te sientes muy protegido y eso es muy bueno".
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Esta es otra muestra más del cariño hacia un
hombre que amaba el teatro y mimaba a sus actores ya que Miguel
Narros dejó huella en muchas de las personas que trabajaron con
él desde sus colaboraciones con William Layton, José Carlos
Plaza y Arnold Taraborrelli, creadores del Teatro Estable
Castellano (TEC). Precisamente con Layton, Plaza y Taraborrelli,
montó una inolvidable versión de Tío Vania de Chéjov
en 1978 con Ana Belén y José Pedro Carrión, una
obra que a este último marcó mucho, como me confesó en
una entrevista
con motivo de la representación de Júbilo Terminal:
"Salió un espectáculo redondo. Para mí fue mi bautismo de
fuego. Con veintiocho años hice un personaje de cuarenta y ocho.
Tuve un reconocimiento muy importante dentro de la profesión, me
abrió muchos caminos para que en el futuro me dieran grandes
papeles".
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José Pedro Carrión trabajó muchas veces con Narros
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Miguel Narros dirigió a Carrión además
en otras obras como Seis personajes en busca de autor
de Pirandello en 1982, El Rey Lear de
Shakespeare en 1983, un primer montaje de El
sueño de una noche de verano, en 1986, Largo
viaje hacia la noche de Eugene O'Neill en 1989
o Marat Sade de Peter Weiss en 1993.
Narros fue capaz de sacar lo mejor de los actores con los que trabajaba. Mencionadas ya sus experiencias con Verónica Forqué, José Pedro Carrión o Charo López, hay que destacar también el papel que jugó en la carrera de Ana Belén, ya que la empezó a dirigir siendo adolescente y la consolidó como actriz teatral a mediados de los 60 con obras como, aparte de la mencionada Tío Vania, Numancia de Cervantes (1966), Las mujeres sabias, de Molière (1967), Las mocedades del Cid de Guillén de Castro (1969), Sabor a miel de Shelagh Delaney (1971) o Antígona de Jean Anouilh (1975), hasta llegar a La Gallarda de Rafael Alberti, estrenada durante la Expo' 92.
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Narros también demostró su saber hacer con
las nuevas generaciones de actores y ayudantes de escena. Ejemplo de
ello son tres casos a destacar: María Adánez guarda un gran
recuerdo de sus experiencias con Narros, quien la dirigió en
Salomé, de Oscar Wilde (2005) y La
señorita Julia de August Strindberg (2007).
Más tarde se dio la circunstancia de que María Adánez protagonizó con Cristina Marcos La escuela de la desobediencia con dirección de Luis Luque, ayudante de dirección de Narros en sus últimos montajes y Marcos había sido dirigida por Narros en Así que pasen cinco años de Lorca.
Miguel Narros nos deja un gran vacío pero quedará en el recuerdo de quienes tuvimos la suerte de conocerle, aunque fuera brevemente como un servidor, y, sobre todo, nos queda esa energía para dirigir obras muy variadas que hicieron que muchos amásemos más el teatro. Por todo lo dicho, descanse en paz, querido Miguel Narros.
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María Adánez y Raúl Prieto en La señorita Julia
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Miguel Narros nos deja un gran vacío pero quedará en el recuerdo de quienes tuvimos la suerte de conocerle, aunque fuera brevemente como un servidor, y, sobre todo, nos queda esa energía para dirigir obras muy variadas que hicieron que muchos amásemos más el teatro. Por todo lo dicho, descanse en paz, querido Miguel Narros.
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