sábado, 20 de diciembre de 2014

Miguel Rellán: "La función de 'Novecento' transcurre en la imaginación del espectador"

Miguel Rellán es uno de nuestros actores más queridos. Iniciándose en el oficio durante su etapa universitaria en Sevilla con el grupo Esperpento durante los años sesenta, destacó desde finales de los setenta en la televisión y en el cine trabajando con directores de la talla de José Luis Garci, Fernando Colomo, Luis García Berlanga, José Luis Cuerda o José Luis Borau, por cuya película Tata mía obtuvo el Goya al Mejor Actor de Reparto en 1987. Todo ello sin abandonar las tablas, donde se le ha podido ver recientemente en Jugadores de Pau Miró. El motivo de esta entrevista es su vuelta a Sevilla con Novecento. El pianista del océano, un monólogo de Alessandro Baricco y que se representa en la Sala La Fundición hasta mañana en el marco del Fest. Pasen y lean.
Con Miguel Rellán tras la entrevista. Alejandro Reche
Pregunta: Del monólogo de Alessandro Baricco se hizo una película dirigida por Giuseppe Tornatore de más de dos horas y media ¿Es un material tan rico para que se hiciese una película tan larga o, incluso en el monólogo se podía haber extendido más?

Miguel Rellán: Sí, podía haber sido más largo. En la película incluyeron cosas que no están en el monólogo. Nosotros hemos quitado reflexiones poéticas que Raúl Fuertes y yo considerábamos que no añadían nada. Lo que no entiendo es la razón del autor de llamarla Novecento, porque la gente puede confundirla con la película de Bernardo Bertolucci. Yo considero que fue un error hacer la película, como ocurre con la literatura de Gabriel García Márquez, de quien se han hecho cinco o seis adaptaciones. No es posible. La potencia de sus imágenes es de tal magnitud que al plasmarlo en el cine pierde buena parte de ella.

Rellán fundido con el mar en el hermoso cartel de la obra
Aquí pasa lo mismo. Me han llegado a decir que dónde podía comprar la banda sonora que habían escuchado o había discusiones en los encuentros con el público del Teatro Español sobre la imagen de Novecento. Cada uno tiene una idea abstracta. Es mucho más rico lo que te imaginas que lo que te muestran explícitamente. La función transcurre en la imaginación del espectador.

P.: Esta obra la ha representado en la sala pequeña del Teatro Español. Tengo entendido que la respuesta del público ha sido muy positiva...

M.R.: Sí, la representé allí dos meses y pico. Y no ha habido ningún día que no acabase la función con el público en pie diciendo "Bravo" y, con un gran porcentaje, de damas y caballeros llorando porque el final es estremecedor. También la hice cinco lunes en la Sala TU. He leído reacciones en las redes sociales y me dijeron que a un amigo de la profesión, tras ver la función, le había hecho mejor persona. Que te digan eso, sin ser algo aislado, es estupendo.

P.: Echando la vista atrás la primera vez que yo le veo en teatro es en La abeja reina de Charlotte Jones dirigida por Miguel Narros y estrenada en Sevilla en el año 2009 ¿Tiene un recuerdo especial de esta obra?

M.R.: Las funciones para mí tienen cada una su peculiaridad. Miguel Narros me estuvo llamando para trabajar con él durante veinte años pero no pude hacerlo hasta esta obra. Tengo un gran recuerdo de la gira y de las representaciones en Madrid en el Teatro Bellas Artes, con el cartel de "No hay localidades" colgado.
Con Verónica Forqué en La abeja reina
P.: La segunda vez que yo le veo sobre las tablas, antes de la reciente Jugadores, fue en Los hijos se han dormido, la versión que hizo Daniel Veronese de La Gaviota de Chéjov, una experiencia alucinante...   

M.R.: Fue una gran experiencia. Veronese es un genio. Me escogió sin conocernos y fue la primera vez en mi ya larga carrera profesional en la que conocía al director el mismo día que empezamos a ensayar. La obra nos unió más al grupo de actores. Con Ginés García Millán vuelvo a coincidir en Jugadores. Lo que sí puedo afirmar es que no sabemos aún hoy cómo dirigió Los hijos se han dormido. La función se montó en cuatro días, y nos pidió que llegáramos el primer día con el texto sabido. El primer día nos ocupamos del primer acto y así sucesivamente con cada acto en los dos actos siguientes, hasta el cuatro día en el que trabajamos el texto entero y no nos decía nada. Lo único que quería era que lo que se viese en escena fuese verdad. Lo demás no le importaba.

Con todos sus compañeros en Los hijos se han dormido
Mi personaje en la función se quedaba dormido y, en muchas ocasiones me daban ganas de levantarme y aplaudir a mis compañeros. Sin saber cómo había logrado que las situaciones pareciesen reales. Con respecto a los diálogos él nos pidió que no respetásemos los pies de las intervenciones. Quería que hablásemos todo el tiempo, sin preocuparnos por las interrupciones. Con esa libertad vas a muerte. Los personajes no distaban mucho de los de la obra de Chéjov. Veronese lo que hizo fue añadirle matices. En La Gaviota mi personaje no se queda dormido y Veronese metía cosas porque sabe de antemano que funcionan. Salir a hacer esta función era un auténtico placer como me pasa con Jugadores, y me pasó con La abeja reina o El viaje a ninguna parte, Celebración de Harold Pinter o Luces de bohemia.

P.: Yendo un poco más atrás, a comienzos de los ochenta usted hace Los cabellos de Absalón de Calderón de la Barca, un relato bíblico pero muy duro por los acontecimientos, los mismos de La venganza de Tamar de Tirso de Molina... 


M.R.: Sí, la dirigió José Luis Gómez, director del Teatro Español en aquel momento. Todas las funciones en las que me involucro tienen un riesgo, y se convierten en una aventura. Me han propuesto hacer Ninette y un señor de Murcia con Beatriz Carvajal, con la que he trabajado mucho y la que adoro. En teatro hicimos Cuentos del burdel dirigidos por Miguel Hermoso y en televisión hicimos juntos Compañeros y Paco y Veva.

P.: En su salto el cine a finales de los 70, tiene una carrera imparable a partir sobre todo del éxito de las dos partes de El Crack dirigidas por José Luis Garci, con títulos como Las bicicletas son para el verano, Amanece, que no es poco o Bajarse al moro...

M.R.: Y muchas que no pude hacer por la cuestión de la moda. Hice muchos papeles secundarios, con tres películas prácticamente a la vez en un mismo año. En mis comienzos hice doblaje e incluso café teatro.
Con Alfredo Landa en El Crack, filme dirigido por José Luis Garci
P.: En el terreno televisivo usted comienza en el espacio dramático Los Libros con un episodio dedicado a Niebla de Unamuno, pasando por Estudio 1, Novela, series como Anillos de Oro o Ramón y Cajal, pero una serie que me marcó fue La Regenta, la extraordinaria adaptación de la novela de "Clarín" por parte de Fernando Méndez-Leite...

M.R.: Antes hice una serie muy buena que se llamó Una hija más con Mercedes Sampietro y Beatriz Carvajal. Con respecto a La Regenta, recuerdo con mucho cariño una escena al final que teníamos Aitana Sánchez-Gijón y yo, ella cosiendo y yo leyendo y decíamos "Estamos haciendo una serie inglesa", y tengo una anécdota, rodando en el jardín de la casa de verano, del ya fallecido Rafael de Casenave, el director de fotografía. Había una bellísima puesta de sol y no recuerdo si fue Carmelo Gómez o Aitana quien le indicó: "Rafael, mira qué luz" y él contestó: "Nos ha fastidiado, la pone Dios". Actualmente estoy haciendo un personaje en la serie El Ministerio del Tiempo con Rodolfo Sancho, Juan Gea, Cayetana Guillén Cuervo, Aura Garrido, Natalia Millán, Nacho Fresneda y Jaime Blanch. Es una serie muy cuidada e interpreto a un miembro del Ministerio que vive en el siglo XVII.

P.: ¿Ve un cambio muy grande entre la televisión en la que usted empezó y la que se hace ahora?

M.R.: La verdad es que sí. Ahora las jornadas son más largas. Las series diarias son un trabajo enorme. Se trabaja a un ritmo acelerado, con pruebas de cámara o de vestuario incluidas.       

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