miércoles, 27 de mayo de 2015

Pedro Mari Sánchez: "Para cualquier actor es un privilegio ir al Festival de Mérida"

Hablar con un actor como Pedro Mari Sánchez es una delicia. La trayectoria que tiene es impresionante desde que interpretó al inolvidable Críspulo en La gran familia (Fernando Palacios, 1962). A partir de entonces creció ante los ojos de los espectadores gracias a su trabajo continuado en televisión, teatro y cine. En el teatro ha hecho personajes de todo tipo con directores de la talla de José Tamayo (Un tranvía llamado deseo, Calígula y Divinas palabras), José Carlos Plaza (Carmen, Carmen) o Manuel Collado (La Gaviota) por citar sólo unos pocos títulos de su dilatada carrera que incluyen trabajos como director como El cántaro roto de Von Kleist o La divina Filotea de Calderón de la Barca
Pedro Mari Sánchez*
En la actualidad se encuentra preparando La asamblea de las mujeres de Aristófanes, que se estrenará este verano en el Festival de Mérida con dirección de Juan Echanove y compartiendo escenario con María Galiana, Lolita, Pastora Vega, Concha Delgado, Santiago Crespo, Sergio Pazos, Luis Fernando Alves y Bart Santana. A este montaje hay que sumarle el actual rodaje de La corona partida, filme que conectará las historias de las series Isabel y Carlos, Rey Emperador.

Pedro Mari Sánchez habló para El Rinconcillo de Reche de estos dos proyectos, lo que significa para él volver al Festival de Mérida y otros hitos de su trayectoria teatral que daría para dos horas de agradable conversación gracias a su amabilidad y cercanía. Pasen y lean. 

Pregunta: La asamblea de las mujeres supone para usted varias cosas. En primer lugar su regreso al Festival de Mérida...

Pedro Mari Sánchez: Efectivamente, vuelvo después de unos cuantos años a un lugar donde he hecho varios montajes.

P.: Una de sus primeras obras en Mérida fue Electra de Eurípides en 1984 si no estoy mal informado...

P.M.S.: Sí, efectivamente. Precisamente en esa función Juan Echanove interpretaba a un pastor y era de sus primerísimas funciones. La hicimos con Ana Marzoa y Encarna Paso y una de las cosas que más me emocionan es volver a Mérida con una obra dirigida por Juan, quien, en sus inicios trabajó conmigo en aquella función.

P.: Además, en sus inicios, usted lo dirigió a él ¿no?

P.M.S.: Así es. Fue en Concierto para clave y poesía, un espectáculo sobre música barroca y poemas de Calderón de la Barca, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y muchos autores más. Se hizo para el Festival de Otoño de Madrid.

P: ¿Cómo va el proceso para poner en pie La asamblea de las mujeres?

P.M.S.: Estamos muy al principio. Ya falta menos para que comiencen los ensayos y por cosas que me ha contado Juan en varias conversaciones tengo una percepción estupenda de lo que él puede hacer. Vamos a poner todos los recursos que tenemos para hacer un buen espectáculo.

P.: La obra tiene un gran reparto...

P.M.S.: Sí, sobre todo es un reparto adecuado. Siempre he pensado que el gran secreto de un montaje teatral y de la dirección de actores tiene que ver con la elección de los mismos. Hay cosas con una química especial, energías que se pueden compenetrar bien y el reparto de esta obra es adecuadísimo para el discurso que Juan quiere contar en este montaje de La asamblea de las mujeres.

P.: Esta obra es otro salto de calidad de Juan Echanove como director tras la gran acogida de Conversaciones con mamá...

P.M.S.: Sí, aunque este montaje es una apuesta muy distinta. Es una función con otro estilo y otra dimensión. Habla de cosas que se pueden considerar atemporales. "Pasados los siglos horas fueron" como diría Calderón. Lo que está pasando en Europa o concretamente en Grecia es lo que ocurre ahí. No tanto por la anécdota de lo que está ocurriendo sino que se demuestra que los conflictos de los seres humanos siguen siendo los mismos.

P.: Usted ha trabajado varias veces en Mérida: En la mencionada Electra, en Fedra, dirigida por Emilio Hernández, en El príncipe constante de Calderón de la Barca dirigida por Alberto González Vergel o en Calígula de Albert Camus bajo la dirección de José Tamayo ¿Qué supone para usted pisar el escenario de Mérida?

P.M.S.: Para mí supone ser como un viajero en el tiempo. Es algo muy especial, porque aquel espacio está vivo. No es sólo un teatro. Lo notas habitado. Notas respiraciones. Han pasado tantas cosas allí a lo largo del tiempo que la piedra late, no es algo inerte, cada milímetro de ese espacio está lleno de vida y energía real física que noto. Yo me emociono cada vez que voy a Mérida y me siento como en mi casa y lo sentí desde aquel montaje de Electra. Lo sentía como un lugar al que yo pertenecía. Estoy emocionado por volver, adoro esa tierra y pensando en la gente que ha actuado allí es un privilegio para cualquier actor tener la oportunidad de ir allí. Además la función es divertidísima, transgresora, imaginativa, poderosa y tenemos un montón de elementos maravillosos que Juan va a poner en su lectura personal de la obra que creo que van a funcionar muy bien, y la música de Javier Ruibal, ya verá.

P.: Otro aspecto de su actualidad profesional es su participación en La corona partida que sirve de conexión entre Isabel y Carlos, Rey Emperador y en donde usted interpreta al Duque de Nájera ¿Qué nos puede contar?

P.M.S.: Se estrenará en las salas de cine. Mi personaje no apareció en Isabel y está en el conflicto, tras la muerte de la reina, con Juana La Loca para que Felipe El Hermoso se haga con las riendas de Castilla. Se forman dos bandos más o menos claros y mi personaje es el que señala a Cisneros como la posibilidad para regir porque el futuro Carlos V aun es muy joven.

P.: Aparte de sumergirse en un mundo maravilloso por los decorados y el vestuario usted vuelve a trabajar con otro miembro de la familia Gutiérrez Caba, Irene Escolar, tras haber trabajado a lo largo de su carrera con Irene, Julia y Emilio Gutiérrez Caba...

P.M.S.: Irene Escolar es una joya, es maravillosa. Es una actriz de gran talento. Yo, que he trabajado con los tres hermanos, veo el talento de ellos en ella. Estoy muy emocionado de trabajar con ella porque es chispeante, profunda, sutil. Tengo muchas alegrías en este rodaje porque me encanta trabajar con Rodolfo Sancho, es encantador y conocí mucho a su padre y Raúl Mérida es otro actor estupendo, está fantástico. También me he reencontrado con Eusebio Poncela con quien hice en el Teatro de la Comedia en 1977 Lección de anatomía junto a María José Goyanes, Julieta Serrano, José María Prada y Emma Cohen, un gran reparto. Trabajar de nuevo con Eusebio ha sido estupendo porque somos amigos desde hace muchos años, ha sido muy gratificante. Además, con el director, Jordi Frades, estoy encantado, porque es muy listo y talentoso. Creo que está haciendo una película estupenda. Sé que hay mucha gente expectante porque Isabel caló mucho en el público.

P.: Si hablásemos en general de su trayectoria profesional podemos decir que es para caerse de espaldas...

P.M.S.: Es que son más de cincuenta años de carrera. Es muy difícil mantenerse en esta profesión durante tanto tiempo porque concurren muchos factores para poder ejercerla. Hay que tener una resistencia emocional y física notable. No es sencillo.

P.: Precisamente este año se cumplen treinta de Bajarse al moro de José Luis Alonso de Santos, que dirigió Gerardo Malla...

P.M.S. (con sorpresa): ¿Han pasado ya treinta años de Bajarse al moro? Madre mía, cómo pasa el tiempo. Yo me siento con tanta energía como entonces. Estuvimos haciéndola un año y pico. Fue muy gratificante, un éxito tremebundo y trabajé con gente maravillosa: Verónica Forqué, Jesús Bonilla, Amparo Larrañaga y María Luisa Ponte, y en esa función estaban también Luis Merlo y Javier Garcimartín.

P.: Habiendo trabajado tanto y desde que era niño ¿hubo un momento concreto en el que usted dijese: "A esto es a lo que me quiero dedicar"?

P.M.S.: Al haber empezado desde niño, actuar lo tenía incorporado de una manera automática a mis juegos. No se toma conciencia en esos momentos. Ya en la adolescencia en televisión hice, en el espacio Novela, El dos de mayo con dieciséis años recién cumplidos, y me pusieron patillas postizas para aparentar más edad. A partir de ahí ya empecé a hacer papeles de adulto, como en Humillados y ofendidos, dirigida por Pilar Miró, también en Novela, donde Fiorella Faltoyano interpretaba a mi novia. Ya ahí consideraba que lo que hacía iba a formar parte voluntaria de mi vida. 

Siempre me ha gustado mi profesión y no recuerdo un momento concreto diciendo "me quiero dedicar a esto". Según iba creciendo iba haciendo un viaje vital a través de mi profesión. Yo notaba que me iba transformando en mi vida y en el trabajo por los personajes que iba haciendo a lo largo del tiempo. Mis trabajos me han  hecho reflexionar sobre mi vida durante mucho tiempo y ahora yo estoy aplicando mis reflexiones personales y vivencias a los personajes, pero durante muchos años han sido los personajes los que me han enseñado sobre mí. Aprendes de las cosas que te vienen. 

La experiencia lo único que te da es un determinado peso, porque cuando haces algo la experiencia no te vale en el sentido de decir "yo ya he hecho esto, pues voy a hacer lo mismo". La curiosidad es algo que hay que mantener por encima de todo siempre y hay que aplicar en las ganas de indagar para volver a sorprenderte en la medida de lo posible. Me ha ocurrido con el personaje que he interpretado en Cuéntame cómo pasó, con el que me he dejado sorprender. El primer día de rodaje me pasó por la cabeza una impresión de comportamiento que ha funcionado y que conectó conmigo y con el público.

P.: Ha hecho en el teatro grandes títulos con grandes directores pero creo que estrenar en 1986 en Italia El Público de Federico García Lorca tuvo que ser muy especial para usted ¿no?

P.M.S.: Fue muy especial por muchas razones: Porque sirvió para inaugurar la nueva sala del Piccolo Teatro de Milán, el Teatro Fossati, circular de ladrillo y madera. Fue un privilegio y un regalo que me dio la vida. Fue una oportunidad de conocer uno de los lugares más importantes del teatro mundial y al señor Giorgio Strehler, uno  de los míticos creadores del teatro contemporáneo. Estuvimos mucho tiempo ensayando allí y dos meses representando la obra. Trabajé con Alfredo Alcón, Walter Vidarte y también con Juan Echanove. El estreno fue memorable. Ya cambiándonos de ropa en los camerinos tuvimos que volver al escenario porque la gente seguía aplaudiendo. Fueron entre quince y diecisiete minutos de aplausos. Es algo que emociona y que sigue emocionando cuando se evoca. Lluis Pasqual hizo un montaje extraordinario.
Junto a Alfredo Alcón en El Público de García Lorca*
P.: A mí me gusta mucho el teatro clásico y usted interpretó a Segismundo en el primer montaje de La vida es sueño que hizo la Compañía Nacional de Teatro Clásico, en 1996 ¿Para usted qué supuso meterse en la piel de ese personaje?

P.M.S.: Segismundo es uno de los grandes personajes del teatro mundial. Yo tuve la fortuna de hacerlo con Ariel García Valdés, que es un extraordinario director, de los grandes directores europeos reconocidos, aparte de ser un actor fantástico. A mí me gustaría revisitar a Segismundo y creo que lo voy a poder hacer porque es de esos personajes que no se acaban nunca y quiero indagar en muchos más aspectos de él porque es un personaje enorme.  Son obras enormes que hablan de la condición humana mucho más allá de los aspectos pequeños, tienen una dimensión metafísica. La vida es sueño habla sobre la naturaleza de la realidad, lo que creemos y entendemos qué es la realidad. Esa función está en mi corazón. Nunca olvidaré un grupo de punkies al terminar la representación que me dijeron: "Los que tienen la información cómo nos manipulan ¿eh?", refiriéndose al personaje de mi padre. Porque esta obra también habla de eso, de alguien a quien se le ha arrebatado la información de su verdadera identidad.
En una impactante escena en La vida es sueño*
P.: Con esto finalizo esta entrevista que para mí ha sido un auténtico placer, porque varias generaciones de españoles le han visto crecer como persona y como actor gracias a trabajos fantásticos. Yo tuve la suerte de ver un Estudio 1 de Ricardo III de William Shakespeare y otro de Adiós, señorita Ruth de Emlyn Williams, del que guarda, tengo entendido, un cariño especial...

P.M.S.: Efectivamente. Fue uno de los trabajos en los que me sentí especialmente bien con el personaje que hacía y humildemente creo que conseguí hacer con bastante acierto en general, sobre todo en la parte en la que se transforma, porque aún era joven como actor para reflejar bien esa madurez y ese cambio hacia el autodominio que tiene el personaje. Además trabajé con Irene Gutiérrez Caba, que es de mis actrices favoritas de toda la vida, era extraordinaria. La recuerdo, por ejemplo, en el personaje que hizo en Historias de la frivolidad que era divertidísima.

*FOTOS PROCEDENTES DEL ARCHIVO PERSONAL DE PEDRO MARI SÁNCHEZ CEDIDAS PARA ESTA ENTREVISTA

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