Con un año de retraso ha llegado a las cartelera española Jacques, un filme que cuenta las luces y las sombras de treinta años (desde mediados de los años 40 hasta los 70) de la vida de Jacques-Yves Cousteau (1910-1997). Es un biopic que muestra todas las caras de un hombre que lo dio todo por descubrir y luego proteger los océanos y el medio ambiente. La cinta de Jérôme Salle (guionista y director de, por ejemplo, El secreto de Anthony Zimmer) combina un buen guión con una belleza visual y sonora muy destacables. Quizá para dar un tono más épico a la vida de Cousteau la película se titula originalmente L'odyssée. Que el famoso barco de Cousteau se llame Calipso, como la ninfa del inmortal relato homérico creo que también tuvo mucho que ver.
La película nos muestra los inicios de Cousteau, sus logros internacionales y sus problemas familiares, ya que no se evita el mencionar las constantes infidelidades a su primera mujer y sus choques con sus hijos. En ese sentido la película (cuyo guión está basado en un libro coescrito por Jean-Michel Cousteau, uno de los dos hijos de nuestro hombre) no es ni complaciente ni santificadora, aunque se ensalcen sus logros en el terreno profesional. La narración tiene un rimo con algún pequeño altibajo pero se ve con agrado en general y Salle utiliza recursos varios para lograr transmitir ciertas ideas: el sacrificio económico de la mujer de Cousteau para que éste cumpla su sueño de reconstruir Calipso está resuelto con insertos a un objeto concreto que se vacía a medida que se ve el progreso en los trabajos en el barco, la radio y los recortes de periódicos sirven para que el tiempo pase de una manera amena y el espectador se entere por ejemplo de la obtención en el Festival de Cannes de la Palma de Oro por el documental El mundo del silencio (codirigido por Louis Malle) en 1956, trabajo por el que consiguió el primero de sus tres Oscar, siendo el tercero por El mundo sin sol (1964) que también se menciona en Jacques.
Lambert Wilson en la piel de Jacques Cousteau |
Los aspectos técnicos de la películas están muy cuidados, siendo las escenas subacuáticas de gran belleza con una iluminación portentosa. Por ello y por el filme en su conjunto no se puede dejar de mencionar la hermosa fotografía de Matias Boucard así como la espléndida partitura de ese genio que es Alexandre Desplat. La banda sonora se completa con dos temas muy conocidos usados sabiamente en dos momentos concretos: La canción California Dreamin' de The Mamas and the Papas sirve para retratar la evolución de la vida de Cousteau en la segunda mitad de los años 60 y la bella Sinfonía Nº 3 de Brahms sirve para acompañar un dramático momento.
Los actores son otros de los valores del filme. Lambert Wilson y Audrey Tatou interpretan al matrimonio protagonista. Tatou está espléndida mostrando todas las fases del personaje, desde el apoyo incondicional a su marido para que cumpla su sueño hasta la desilusión por las infidelidades, pero, a su vez, su determinación de no abandonarlo, de hecho sólo los separó la muerte de ella en 1990. Wilson se muestra muy sólido y es muy curioso el proceso de envejecimiento (el maquillaje en los dos personajes está perfecto) hasta que llega a la imagen que mucha gente conoce de Cousteau con su característico gorro rojo. Es un personaje nada fácil y Wilson, con mucha experiencia (no en vano debutó en 1977 con Julia de Fred Zinnemann) solventa complejas escenas con facilidad como esa dura conversación en una cafetería con su hijo Philippe. Y aquí me detengo para hablar del actor que interpreta a este personaje: Pierre Niney posee una de las miradas más magnéticas que he visto en los últimos años y en su trayectoria destacan trabajos con Robert Guédiguian (Las nieves del Kilimanjaro, 2011) o François Ozon (Frantz, 2016). También destacan en su filmografía su encarnación del modisto Yves Saint Lurent en el filme homónimo dirigido por Jalil Lespert en 2014, por el que recibió el César al Mejor Actor (no confundir con Saint Lautent de Bertrand Bonello del mismo año) o El hombre perfecto (Yann Gozlan, 2015). Su personaje en Jacques está lleno de contradicciones de sentimientos que van de la decepción a la rebeldía e incluso la osadía a nivel profesional y personal.
Pierre Niney en un momento de la película de Salle |
La película logra su punto álgido con la llegada de Cousteau a la zona antártica y es fascinante cómo se despierta en él su conciencia ecologista, un carácter que tiene el filme en su conjunto y que le hizo ser merecedor, en el marco del Festival de San Sebastián del año pasado, del Premio Greenpeace-Lurra.
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