jueves, 28 de junio de 2018

"Tully": Donde esté una madre...

La maternidad cambia la vida de la mujer totalmente, dándole un giro de 180 grados a su situación anterior. La responsabilidad de cuidar de un ser indefenso, alimentarlo, asearlo y estar pendiente de sus necesidades hace que las mujeres saque una fuerza que ni ellas mismas saben de dónde proviene.

El director Jason Reitman se alía de nuevo con la guionista Diablo Cody tras las fructíferas experiencias de Juno (2007), por la que Cody ganó el Oscar al Mejor Guión Original, y Young Adult (2011), que supuso además la anterior colaboración de Reitman con la actriz Charlize Theron, protagonista de la película que centra esta crítica, Tully. 

La actriz sudafricana, productora también de la película, demuestra, como lo hizo en Monster (Patty Jenkins, 2003), por la que ganó un muy merecido Oscar a la Mejor Actriz, que, por un personaje, es capaz de hacer lo de sea. Bellísima por naturaleza, en esta ocasión no ha tenido reparos en mostrar un físico desmejorado y con unos kilos de más para encarnar a la perfección a Marlo, una mujer madre de dos hijos que espera el tercero al principio de la trama.

Reitman y Cody ponen el acento en las dificultades a las que se enfrenta toda madre que tiene un nuevo hijo, actividades diarias que se repiten una y otra vez y cuyo agobio y desasosiego es mostrado a través de un trepidante montaje que logra el efecto deseado.

Siguiendo con la línea de la mayoría de sus filmes el director de Up in the air (2009) sigue queriendo mostrar personajes que transmitan verdad, con problemas cotidianos ya sea en el entorno laboral o doméstico y, en el caso de Tully, esa intención está acentuada al incluir un hijo con problemas de adaptación, por una razón que no se dice claramente, sólo alguna de sus características. Esto no se hace para exagerar nada sino para evidenciar las situaciones a las que millones de madres de todo el mundo han de hacer frente sin apenas ayuda. 

Además, en este caso, la figura del marido, interpretado por Ron Livingston (hace poco visto en Lucky y quien también encarnaba al padre de familia aterrorizado por una presencia maligna en Expediente Warren) no muestra pasotismo pero sí despreocupación con un toque infantil al mostrarlo jugando a un videojuego en la cama mientras su mujer cae rendida de cansancio.

Ante esta situación la historia introduce a una niñera nocturna para ayudar al personaje de Theron, un torrente de energía con la voz y el físico de Mackenzie Davis, joven pero con gran experiencia que ha aparecido en filmes como Marte (Ridley Scott, 2015) o Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017) además de protagonizar la serie Halt and Catch Fire (2014-2017). Su personaje de entra como un salvavidas por su disposición absoluta a cuidar no sólo del bebé sino del personaje de Theron, quien la ve primero con reticencia pero a la que se va abriendo cada vez más.

Pero aquí nos encontramos con una sorpresa, que, lógicamente, un servidor no desvela, la cual hace que todo lo visto hasta un punto determinado se aprecie desde otra perspectiva totalmente distinta (y que incluso una escena íntima que chirría bastante tenga una mayor lógica en el conjunto). Ese elemento sirve, además, para introducir temas universales como el deseo a volver a ser adolescente, la necesidad de sentirse, aunque sea por un tiempo, libre de ataduras y la nostalgia por un tiempo que, desgraciadamente no volverá (aquí las canciones de Cindy Lauper que suenan en un momento determinado del filme dan fe de ello) y que se muestra claramente en la vida que uno lleva en la actualidad cuando ya se han rebasado varias barreras en lo que a edad se refiere.

Tully es un filme atípico que muestra una realidad muy concreta y que habla del paso inmisericorde del tiempo, de las responsabilidades que conlleva tener hijos y de la necesidad de salir adelante sea como sea, algo en lo que las madres son auténticas campeonas.     

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