miércoles, 27 de junio de 2018

"El orden divino": El poder de la mujer

Es de agradecer que a las salas de cine lleguen películas de distintos países cuya presencia no suele ser frecuente en estos últimos años. Un servidor ha tenido, gracias a El orden divino, una buena muestra del buen hacer de los profesionales del país neutral por antonomasia, Suiza, y que atesora (si a un servidor no le ha fallado la memoria) dos Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa gracias a La diagonal del loco (Richard Dembo, 1984) y Viaje a la esperanza (Xavier Koller, 1990), además de contar con directores con interesantes trayectorias como Alain Tanner, quien ha dirigido títulos como La salamandra (1971), En la ciudad blanca (1983) o El hombre que perdió su sombra (1991) que contaba en el reparto con Paco Rabal y Angela Molina.

Ahora llega a nuestras salas otro ejemplo más, el citado filme El orden divino, escrito y dirigido por la cineasta Petra Volpe. Se trata de su segundo largometraje tras debutar (después de una etapa como guionista y directora de cortometrajes y TV movies) con Traumland (2013) donde, por cierto, actuaba Marisa Paredes

Ahora, en El orden divino, Volpe se centra en la lucha de las mujeres de su país por obtener el derecho a voto, precisamente a través de una votación que dependía, lógicamente, de los hombres. Esto es llamativo en un país que era un lugar idóneo para buscar oportunidades de prosperar económicamente para los emigrantes, como se pudo apreciar en la espléndida Un franco, 14 pesetas (Carlos Iglesias, 2006). Pues bien, en 1971, como bien muestran las imágenes del comienzo, el mundo vive influido por el movimiento hippie y la trascendencia que tuvo Woodstock así como multitud de manifestaciones, aunque esos ecos de cambios llegan con cuentagotas al idílico pueblo donde se desarrolla la trama de la película. 

Volpe no tiene reparos en mostrar a las claras la sociedad machista que impera en aquel lugar y cómo la propaganda oficial, vía televisión, ofrece una imagen distorsionada de los deseos de las mujeres en algo que les afecta directamente, la citada obtención del derecho a votar que aún no se ha logrado. Esto sirve para mostrar las diferencias palpables entre hombres y mujeres, de una sumisión que clama al cielo. Lo curioso también es que muestra las dos caras de la moneda con el personaje de una mujer trabajadora que se opone a que se logre el citado propósito.

Por otro lado Volpe muestra el cambio que se va produciendo en la principal protagonista de la historia, interpretada maravillosamente por la actriz alemana Marie Leuenberger y que tiene un nombre, para un servidor, no escogido al azar: Nora, igual que la heroína de la obra teatral Casa de muñecas de Henrik Ibsen, quien decide abandonar a su marido y vivir su vida, todo un hito en el panorama social de la segunda mitad del siglo XIX, cuando se estrenó.

Pues bien, la Nora de El orden divino es la que, con la complicidad de una mujer mayor con los mismos ideales (a la que da vida de manera brillante la veterana actriz suiza Sibylle Brunner)  comienza el movimiento de las mujeres del pueblo y la movilización contra el patriarcado, representado por sus maridos, a lo que se deciden aún más tras una visita a Zurich y la perspectiva de una mujer italiana, entre otros factores.

La película explora el movimiento feminista abarcando hasta la sexualidad, con una reveladora escena en una reunión muy concurrida y que hará a las asistentes percatarse de que, hasta en ese terreno, están en desventaja.

Por otra parte las posturas están bien fijadas resultando curiosa la dualidad del marido de Nora, al que da vida el actor alemán Maximilian Simonischek, dando a entender que, por un lado, apoya la causa de su mujer, pero, por otro, no puede permitir mostrarse así ante sus compañeros de trabajo. También llama la atención cómo se enseñan las drásticas maneras utilizadas por un padre de familia para cortar las alas de libertad de una hija rebelde ante la situación que le toca vivir en el seno de su hogar. Estas y otras historias complementarias conforman una película altamente reivindicativa.

Rodada de manera asombrosa con una espléndida fotografía de Judith Kaufmann, donde se resalta la blancura del paisaje, El orden divino es un filme notable que, por ponerle algún pero, sería el considerar que la historia avanza como se espera, de una manera un tanto convencional, salvo alguna sorpresa inesperada. A pesar de ello, películas como ésta son necesarias, porque se ha avanzado en muchos frentes pero continúan existiendo importantes muros por derribar para lograr una sociedad igualitaria y justa, donde, canciones como las que suenan en la película (You don't own me, cantada por Lesley Gore y Respect, con la inconfundible voz de Aretha Franklin) no dejan de tener vigencia.

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