Hoy he visto una de esas películas de las que había oído hablar mucho y bien y sentía la necesidad de ver para poder opinar. "El Gatopardo", rodada en 1963 por Luchino Visconti, se considera la obra maestra de su director. A lo mejor no llego a tanto pero sí considero que es muy buena película por varios motivos: La película está basada en una novela a la que supera ampliamente, algo que muy pocas veces se consigue. Cuenta una historia que, sin ser intrigante, se hace llevadera a lo largo de sus tres horas de duración.
La acción se sitúa en la Italia de mediados del siglo XIX durante la ocupación de Sicilia por Garibaldi. En ella vive el príncipe de Salina, encarnado por Burt Lancaster, que ve cómo, en su vejez, el mundo que le tocó vivir va cambiando y cómo los jóvenes y sus ideas van abriéndose paso, algo que lo tiene muy cerca, en su propia familia, en la figura de su sobrino, un jovencísimo Alain Delon, al que admira y apoya en su compromiso con una hermosa joven, interpretada por Claudia Cardinale. Visconti logra transmitir al espectador el ambiente de la alta sociedad italiana, con una escena de un baile memorable, entre otras, gracias a una ambientación y una fotografía excelentes, haciendo de la película un goce visual. Eso juega a favor del avance de la historia y hace que ésta no resulte aburrida.
El éxito de la planificación de la película se manifiesta en el hecho de que, aparte de mostrar el lujo de escenarios y vestuario, también muestra las zonas deshabitadas de la mansión donde transcurre la acción de una manera que incluso las paredes y salas vacías resultan hermosas. Además, tiene una serie de hallazgos visuales que resultan bastante curiosos y significativos, de los cuales resaltaré uno. El Príncipe apoya a su sobrino porque se ve reflejado en él cuando era joven y qué mejor forma que plasmar ese concepto del reflejo que hacer que el personaje encarnado por Alain Delon aparezca por primera vez en pantalla reflejado en un espejo en el que su tío se está afeitando. Este y otros detalles hace de esta película uno de esos alegatos a favor del cine narrado de la manera más clásica y que, entreteniendo y haciendo disfrutar a los cinéfilos.
La acción se sitúa en la Italia de mediados del siglo XIX durante la ocupación de Sicilia por Garibaldi. En ella vive el príncipe de Salina, encarnado por Burt Lancaster, que ve cómo, en su vejez, el mundo que le tocó vivir va cambiando y cómo los jóvenes y sus ideas van abriéndose paso, algo que lo tiene muy cerca, en su propia familia, en la figura de su sobrino, un jovencísimo Alain Delon, al que admira y apoya en su compromiso con una hermosa joven, interpretada por Claudia Cardinale. Visconti logra transmitir al espectador el ambiente de la alta sociedad italiana, con una escena de un baile memorable, entre otras, gracias a una ambientación y una fotografía excelentes, haciendo de la película un goce visual. Eso juega a favor del avance de la historia y hace que ésta no resulte aburrida.
El éxito de la planificación de la película se manifiesta en el hecho de que, aparte de mostrar el lujo de escenarios y vestuario, también muestra las zonas deshabitadas de la mansión donde transcurre la acción de una manera que incluso las paredes y salas vacías resultan hermosas. Además, tiene una serie de hallazgos visuales que resultan bastante curiosos y significativos, de los cuales resaltaré uno. El Príncipe apoya a su sobrino porque se ve reflejado en él cuando era joven y qué mejor forma que plasmar ese concepto del reflejo que hacer que el personaje encarnado por Alain Delon aparezca por primera vez en pantalla reflejado en un espejo en el que su tío se está afeitando. Este y otros detalles hace de esta película uno de esos alegatos a favor del cine narrado de la manera más clásica y que, entreteniendo y haciendo disfrutar a los cinéfilos.
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