miércoles, 11 de febrero de 2015

Arnold Taraborrelli y Eva Boucherite: El maestro del movimiento escénico y la admiración de una devota aprendiz

Sábado 31  de enero. Madrid empieza a recuperar su ritmo habitual tras la manifestación de PODEMOS. Pero yo me dirigía a la calle Prim, en el edificio donde se asienta el Teatro Marquina, para una entrevista que, ya realizada, confieso que me ha marcado como persona y como periodista. Entrevisto nada más y nada menos que al señor Arnold Taraborrelli, maestro de la expresión corporal en este país desde hace más de cincuenta años. Nacido en Filadelfia en 1931 su pasión por el baile y su enseñanza cambió cuando conoció en España a William Layton, Miguel Narros y José Carlos Plaza y formaron el TEM, el TEI y el TEC, en una colaboración en grupo que marcó el teatro de este país en unos años difíciles.

Con él se han formado actores y bailarines que también han trabajado con él en aquellos míticos montajes que desafiaban la censura en muchas ocasiones. La lista de actores y bailarines que han pasado por sus clases es inmensa gracias a su estudio y a formar parte del profesorado del Laboratorio William Layton y, para que se hagan una idea de ello, les recomiendo que vean el documental Dos Palmas, centrado en su figura y nos explica un poco más cómo es este hombre adorable, de mirada limpia y gran sabiduría.

A la entrevista se suma la bailarina y actriz Eva Boucherite, un joven talento de la escena que ha dado muestras de sus capacidades en óperas, zarzuelas y obras de teatro como Capitalismo hazles reír, bajo la dirección de Andrés Lima y recientemente en Noche de Reyes o en el espectáculo Racconto de la compañía Mayumaná. Admiradora absoluta del trabajo del señor Taraborrelli, Boucherite tiene la sabia intención de que las generaciones futuras conozcan el legado de una leyenda viviente de la cultura. Con ambos hablamos de teatro, de baile, de arte, de cultura, en resumen, de la vida. Siempre lo digo pero esta entrevista es para no perderse ni una coma
Con Eva Boucherite y Arnold Taraborrelli tras la entrevista. Alejandro Reche
Pregunta: Lo primero que quiero saber es ¿cómo se encuentra usted?

Arnold Taraborrelli: Moralmente me encuentro muy bien. Ya estoy jubilado, una palabra, como pensionista, que no conozco, y que son nuevas para mí. Pero estoy bien reviviendo y recordando las cosas que he hecho a lo largo de mi vida, los treinta y cinco años que me he llevado en el estudio y todos los años en España desde los sesenta. No me siento jubilado en el sentido de que sigo trabajando sobre lo que he hecho en la vida. Además, no puedo olvidar lo que he hecho porque cuando voy por la calle me suelo encontrar a alumnos y se ponen a recordar conmigo cuando les daba clases.

P.: Además, usted tiene una trayectoria larga y fascinante...

A.T.: He tenido la gran suerte de conocer gente maravillosa del mundo del teatro, porque es un trabajo que no se hace solo, es un trabajo en equipo. Fue un gran placer trabajar con Miguel Narros y William Layton y otros directores de ese círculo como José Carlos Plaza. Fueron unos años de trabajo fascinantes, porque estaba la censura y había tanto momentos duros como de risa, porque la censura imponía algunas cosas ridículas. Durante los últimos años del franquismo desarrollamos mucho trabajo en el Pequeño Teatro, situado en la calle Magallanes. Fue una experiencia maravillosa porque teníamos clases por la mañana, ensayos por la tarde y funciones por la noche diariamente

Mesa de trabajo con los señores Layton y Narros. Foto cedida por José Pedro Carrión
P.: Usted nace en Filadelfia y antes de conocer al señor Narros y al señor Layton su trabajo se centraba en bailarines ¿Qué es lo que le descubren estos señores para que usted decida trabajar con actores?

A.T.: Fueron dos motivos. En primer lugar, yo estaba trabajando en una película donde también estaba Miguel Narros y un día me dijo: ¿Por qué no vienes a cenar esta noche a mi casa? También va a venir un paisano tuyo para hablar de teatro. Y en la calle Barquillo nos reunimos Miguel Narros, William Layton y yo y tuvimos unas conversaciones muy interesantes sobre las posibilidades de crear otra manera de trabajar en España y me propusieron dar clases de movimiento a los actores. Por otro lado también conocí a Elvira Sanz, que tenía un grupo universitario, y era una posibilidad de trabajar con personas que no eran bailarines pero sí tenían interés en el baile. Por todo ello entré en un mundo nuevo para mí.

P.: Usted se incorpora al grupo de trabajo y comienza a trabajar con una joven Ana Belén, uno de esos trabajos fue , por ejemplo, Un sabor a miel de Shelagh Delaney en 1971 ¿no?

A.T.: Sí, la hizo con Eusebio Poncela, que es un gran actor. Él estaba en mis clases y también era alumno de Karen Taft. Fue un montaje precioso.
Una joven Ana Belén en Un sabor a miel
P.: Para el grupo de trabajo, ya habiéndose formado el TEC, hay un año clave que es 1978 cuando montan Tío Vania de Chejov con Ana Belén y José Pedro Carrión...

A.T.: Claro, aquí abajo en el Teatro Marquina

P.: Se dio la circunstancia de que, en ese montaje, la dirección la firmaron los cuatro: el señor Layton, el señor Narros, el señor Plaza y usted ¿Qué circunstancia se dio para que firmasen los cuatro?

A.T.: Fue un montaje fantástico, con una maravillosa escenografía de Andrea D'Odorico. Era un momento en que el que había un sentido de trabajar en equipo muy fuerte. Cada uno hacía la labor que le correspondía pero a favor de una misma obra. Era el momento de lograr la quintaesencia del trabajo en grupo, cada uno respetando el trabajo del otro. Es algo que hecho de menos en el teatro actual, noto que falta esa armonía en el trabajo.

Tío Vania, título clave en la trayectoria del TEC
Otra manifestación de ese sentido de trabajo coral fue en la primera versión que hicimos de El sueño de una noche de verano en el Teatro Español en 1986 y fue otra maravilla con José Pedro Carrión, Helio Pedregal, Nuria Gallardo, Carlos Hipólito, Kiti Mánver, Juan Gea etc... Otra obra de trabajo conjunto que recuerdo especialmente fue Don Carlos de Schiller.

P.: Ahora viene una pregunta para ambos, porque, buceando en ambas trayectorias, ustedes han hecho la ópera Carmen...

A.T.: ¿Cómo sabe usted eso, si fue en el año catapún? (Risas). Lo recuerdo muy bien porque, haciendo un movimiento, se me rompió el pantalón, bailaba con haciendo movimientos con una capa. La hice a finales de los años cuarenta.

Eva Boucherite: Yo la hice con Rafael Aguilar y fuimos a muchos países. Creo que Carmen es una mujer fuerte y que tiene mucho de lo que hablar en un mundo machista y para una bailarina es una gran experiencia. Casi todos los montajes que se han hecho han sido fabulosos.  

P.: Quisiese ahora que me hablen ambos de la importancia de la expresión corporal en las artes escénicas

A.T.: Creo que es algo tan obvio como una gaita, que se aprieta y sale el sonido. Pues un actor tiene un instrumento que es su propio cuerpo, el cual tiene que estar muy afinado, porque tiene que responder y relejar muchas cosas, y no está a tope en todos los sentidos, mejor cambia de oficio. Es muy importante desplazarse en el espacio y las energías que salen y cada movimiento que se realiza, todo eso es texto. El texto no puede salir por la boca si el cuerpo no está bien.

E.B.: Yo creo que es la expresión de la existencia del personaje en sí.

P.: Eva, usted, ¿como conoció al señor Arnold Taraborrelli?

E.B.: Mi pareja es actor y músico y es alumno de Arnold ya desde hace dieciséis años y me hablaba mucho de él. Fui a una clase y me enamoré de su manera de trabajar. Vi a un grupo de personas lleno de energía, alegría y amor con este señor al frente de la clase con una batuta, porque es un mago. Todo era coordinación, elegancia y presencia.

A.T.: Ella es especial dentro del mundo del baile porque los bailarines son muy estrictos pero ella está muy abierta a todo.

E.B: Yo en las clases del señor Arnold veía las artes escénicas en general y aunaba todas las disciplinas en una de todo tipo de danzas, porque es una persona muy culta que ha bebido de muchas fuentes y se ha empapado de muchas culturas. Yo no necesito virtuosismo, piruetas o acrobacias, necesito que se levante un brazo y que me esté contando algo, y eso es lo que vi en esa clase. Además, por la universidad y mi propia curiosidad, vi videos a través del Centro de Documentación Teatral de obras en las que él había participado y era un teatro del que a mí me gusta: que cuente, que diga, que esté al tanto de lo que pasa en la calle. En España creo que no hay nadie como él, con esa curiosidad y ganas de saber de todo.
Eva Boucherite preparada para demostrar su arte
 A.T.: Esa es una de las cosas que echo de menos al no dar ya clases, porque siempre contaba en ellas lo que había visto por la calle, leído en un periódico o escuchado por la radio. Porque la calle es un teatro y tienes que ir andando con la antena puesta y aprendes mucho de lo que ves en ella.

P.: Hablando del trabajo, Concha Velasco me dijo en una entrevista que las escuelas de interpretación sirven para quitar la timidez pero luego hay que seguir practicando a diario, te dediques a lo que te dediques...

E.B.: Sí, de hecho las clases con Arnold están basadas en eso. Son una terapia continua. Nos decía ese tipo de frases de "hay que seguir", "siempre hay que esta ahí".

A.T.: Hasta en la cocina, se hace música cortando los alimentos, están los colores y el placer de hacerlo, todo sirve y es una manera de vivir y mi estudio era una extensión de mi casa y de mi vida.

P.: Con respecto a la metodología de las clases ¿cómo se plantean? ¿Cambió su modo de enseñar con el paso del tiempo?

A.T.: Cambia todos los días. Depende de lo que tengas en frente y de la respuesta que recibas. A veces iba a las clases sin saber lo que iba a hacer, y viendo a alguien hacer un movimiento determinado y me sirve de base para empezar. Además, en las clases, aunque parezca que todos hacen lo mismo, cada uno lo hace de forma distinta y te tienes que fijar y ayudar individualmente porque no concibo que todos hagan exactamente lo mismo.

E.B.: Se trata de crear una serie de movimientos fluidos dependiendo de las personas en las clases y todo eso se aúna en una partitura musical y visual.

P.: De todos los montajes en los que usted ha participado ¿hay alguno que recuerde especialmente, aparte de los ya mencionados?

A.T.: Trabajando con Elvira Sanz en la universidad, donde estaban personas como Joaquín Hinojosa, hablamos de diversos temas y surgió Danzas urbanas, un espectáculo que lo califico como un Pina Bausch mucho antes de Pina Bausch. Lo único que lamento es que no vino a verlo mucha gente porque se estrenó en la semana previa a la muerte de Franco y la gente estaba muy pendiente de su estado de salud.
Arnold Taraborrelli en plena clase

P.: Usted también participó en Fiesta Barroca, en 1992, dirigido por Miguel Narros y que fue uno de los mayores espectáculos que se han hecho en este país...

A.T.: Sí, además, estaba todo el mundo: José Coronado, Ana Duato, Miguel del Arco, fue espectacular. Se actuaba todo el tiempo del recorrido del desfile hasta que se llegaba a la Plaza Mayor y representar las obras del espectáculo.

P.: Con todo lo que ha hecho ¿en qué piensa cuando echa la vista atrás?

A.T.: Trabajo desde los quince años y he tenido una vida llena de amor. Cuando estudiaba Bellas Artes gané una beca para estudiar, empecé con la pintura, y todo comenzó ahí, porque en la Universidad había cursos de baile. Por eso todo lo que hago está relacionado con todas las artes: pintura, escultura,arquitectura. Luego se suma que mi familia es italiana por lo que estaba muy presente la gastronomía, el bel canto italiano, yo soy la primera generación americana de mi familia, y aquí sigo con ochenta y cuatro años. He conocido a mucha gente en Londres, Nueva York, Portugal, Yugoslavia. Cuando trabajé en Londres fue maravilloso por la cultura que había allí.

P.: ¿Qué recuerdos tiene del señor Layton, del señor Narros y del señor D'Odorico?

A.T.: Sentía y sentiré siempre un gran respeto por los tres, pero tenía un cariño especial por el señor Layton porque hemos vivido en Estados Unidos y visto teatro prácticamente al mismo tiempo aunque no nos conocimos hasta llegar a España. Tuvimos una amistad basada en las experiencias culturales comunes. Con Andrea la relación también era de un gran respeto porque el trabajo de ambos tenía que complementarse bien para lograr el resultado que se buscaba y siempre ha funcionado muy bien.

P.: Confirman sus palabras ni teoría de que una obra de teatro es como un castillo de naipes, donde, si uno está mal colocado, se viene todo abajo...

A.T.: Cada uno está construyendo una "catedral" y cada uno es un "ladrillo" y cada "ladrillo" es importantísimo.

P.: ¿Cómo ven a las nuevas generaciones?

A.T.: Ahora hay una generación maravillosa. Lo que hace Miguel del Arco es genial y lo que hacen en la Guindalera también. María Pastor es alguien también muy especial, como Bruno Lastra, al que vi en Naranja Azul, una obra dificilísima dirigida por Juanma Gómez. Son personas con una gran cultura no contaminada por la censura, han trabajado en otros lugares, son más abiertos, y eso se nota en el resultado o la obra que protagoniza Helio Pedregal sobre Freud, es otra maravilla.

E.B.: Hay mucha gente con un gran talento pero no hay trabajo y claro, tienen también que hacer de alguna manera que se les conozca y lo bueno que tienen muchos es que sacan trabajo de debajo de las piedras, montando sus propios espectáculos.

P.: En su trayectoria hay mucho teatro pero también óperas ¿es muy diferente el trabajo base cuando se monta una ópera?

A.T.: Es distinto. Tienes que pensar que todo es mucho más grande y estás obligado a seguir la música y lo que el autor quiere transmitir con ella.

P. (A Eva Bouguerite): En su trayectoria también hay óperas y zarzuelas..

E.B.: Yo siento que he tenido suerte. He trabajado en los Campos Elíseos y en la Ópera de La Bastilla, he trabajado a las órdenes de Emilio Sagi y alguien muy especial fue Joan Antón Rechi, que es andorrano e hicimos en mayo De lo humano... y divino. Han sido todas muy buenas experiencias y yo no he vivido eso de el coro, los cantantes principales, el cuerpo de actores.

A.T.: Yo he tenido problemas a la hora de trabajar cuando hice la zarzuela Chorizos y polacos con dirección de escena de Juanjo Granda porque no permitían que tocase a la gente, algo a lo que estoy acostumbrado a hacer con los actores.

Pregunta(A Arnold Taraborrelli): A lo largo de su carrera ¿ha tenido la sensación, cuando preparaba algún espectáculo la sensación de iba a funcionar?

A.T.: Sí, recuerdo cuando montamos Terror y miseria del III Reich, fue una obra que sabíamos que iba a funcionar y así fue. En esa época, la censura era una motivación  para nosotros para decir algo. No se puede hacer teatro por hacer teatro, hay que decir algo, transmitir algún tipo de mensaje. Hay que ser consciente de que la gente va al teatro para tener una catarsis emocional. Si tu vida no ha cambiado algo después de ver una obra de teatro, no ha servido para nada. Cuando hay un público que está escuchando se agradece muchísimo porque se nota que la comunicación entre el público y la obra está fluyendo.
Montaje moderno de esta obra clave
P.: Para cerrar esta entrevista le propongo decirle un nombre y usted me dice lo que le viene a la cabeza de esa persona:

a) Ana Belén (Al señor Taraborrelli se le dibuja una sonrisa en la cara): La palabra que me sale con ella es placer. Es un placer como actriz, como cantante, como amiga.

b) José Pedro Carrión: ¿Ve mi cara?. José Pedro, ven aquí. Siempre ha sido un placer trabajar con él por su sentido del humor y su gran creatividad, hemos trabajado muchas veces juntos. Tengo un gran recuerdo de su trabajo en El sueño de una noche de verano, interpretando él a Puck y en Tío Vania también estaba muy bien. Me encantaría trabajar con él de nuevo.

c) Concha Velasco: Chapeau, porque es una profesional como la copa de un pino y el tiempo que pasé con ella preparando Carmen, Carmen, fue maravilloso. Todos sus trabajos son de gran calidad, tiene una gran conexión profesional con José Carlos Plaza.

d) Nuria Gallardo: La recuerdo muy jovencita. Trabajé con ella en El sueño de una noche de verano y por Facebook compruebo que está fenomenal. También la vi en el homenaje que me hicieron en el Teatro María Guerrero. Fue muy bonito verla después de mucho tiempo.

(Continúan los recuerdos del señor Taraborrelli)

Luz Casal fue también alumna mía. La conocí cuando ella tenía dieciséis años, se  acercó a mí y me dijo: "Yo soy cantante". Pasé con ella su etapa de cantante rockera y me enseñaba lo que hacía para comprobar si estaba bien a nivel de movimientos y luego vi su desarrollo del rock hacia las canciones melódicas, que fue un período muy bonito en su carrera. También fue alumno mío Miguel Bosé. Y a Nacho Duato le aconsejé que, con las piernas que tenía, se fuese a Londres a seguir su formación.

E.B.: Hay algo que quisiese añadir antes de acabar. Yo, hablando con compañeros de profesión, hemos afirmado que, cuando alguien ha tomado clases con Arnold se sabe. Yo continuaré sin olvidarme nunca de lo que he aprendido con él y para que las nuevas generaciones conozcan esa parte de la Historia que es él y su trabajo quede latente.

A.T.: Yo ahora me voy a dedicar a estudiar caligrafía japonesa. Empiezo en marzo, como tiene que ver con el movimiento, y tiene una parte espiritual me viene bien y ejerzo de coaching con unos actores asesorando sobre El abanico de Lady Windermere.

P.: Para acabar quiero que ambos digáis algo que queráis decir...

E.B.: Yo animo a que todo el mundo siga luchando por ser uno mismo, mantener tu pensamiento, porque el cambio está a punto de suceder. Esta profesión es bellísima y nunca hay que tirar la toalla.

A.T.: Por la manifestación que ha habido hoy estoy pensando si podemos. Y SÍ PODEMOS. Entonces ¿por qué no hacerlo?. Esta situación tiene que mejorar porque no puede ir a peor. No puede existir un gobierno sin cultura ni una cultura sin gobierno. Deberían juntarse por el bien del país.

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