jueves, 30 de abril de 2015

Amparo Larrañaga: "El teatro es una gran escuela"

Hablar con Amparo Larrañaga es, para un servidor, otro sueño hecho realidad. Conversar con ella es una delicia, siempre con una sonrisa en la cara y una mirada fascinadora. Perteneciente a una de las sagas artísticas más queridas de este país, debutó en el teatro a los quince años y a lo largo de su carrera ha representado obras de autores como Santiago Moncada (Las tormentas no vuelven), Antonio Buero Vallejo (Lázaro en el Laberinto), José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro), Antonio Gala, (Los bellos durmientes), Ana Diosdado (Los ochenta son nuestros), Sergi Belbel (Después de la lluvia), Christopher Hampton (Las amistades peligrosas) o Jordi Galcerán (Fuga).

Empresaria junto a sus hermanos con el Teatro Maravillas de Madrid bajo su gestión, la actriz triunfa desde hace un año con la comedia francesa El Nombre de Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patellière donde comparte escenario con Antonio Molero, Jorge Bosch, César Camino y Kira Miró. Esta obra estará hasta el sábado en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, lugar donde tiene lugar esta entrevista, donde las palabras de Amparo Larrañaga destilan pasión por su profesión. Pasen y lean.
Con la gran actriz al finalizar la entrevista.  Alejandro Reche
Pregunta: Teniendo en cuenta que El Nombre es una obra en la que no se cae nunca en el drama, la frase "Entre broma y broma la verdad asoma" ¿podría definirla?

Amparo Larrañaga: Total y absolutamente. El truco que tiene la comedia clásica es solamente uno: El personaje no sabe que está haciendo comedia. Se trata de hacerlo en serio. Tu drama es tu drama, pero debe hacer reír y eso es lo que hacían actores como Jack Lemmon. La comedia es el género más valorado en cine y en teatro. El hecho de que el espectador se ría no significa que para el personaje sea gracioso, que es lo que le ocurre al personaje que interpreta Antonio Molero en esta obra, que  está malhumorado, y ese mal humor sincero y verdadero es lo que hace reír del personaje.

P.: ¿Como llegó El Nombre a sus manos? ¿Fue porque tenía constancia del gran éxito en Francia...?

A.L.: Inicialmente la obra nos llegó hace unos años para que la hiciese mi hermano Luis pero en ese momento todos teníamos muchas cosas entre manos. Nosotros como empresa solemos trabajar mucho con la empresa Focus, con la que tenemos un gran entendimiento y una relación muy cordial. Nos pasábamos funciones como ocurrió con Hermanas y El Nombre se hizo en Barcelona y nos propusieron hacerla. Actualmente preferimos producir menos espectáculos pero sin bajar el nivel de calidad, y al surgir la oportunidad, al acabar Hermanas empecé con El Nombre.
Amparo Larrañaga con sus compañeros en El Nombre. Sergio Parra
Lo más difícil de montar una obra es hacer los repartos. Actualmente se está animando más el cine y la televisión, pero ha habido unos años en los que actores de cine y televisión se pusieron a hacer teatro y eso fue un reducto muy positivo porque gente que no lo había hecho nunca se enamoró del teatro y creo que el actor tiene que poder hacer de todo. El teatro es una gran escuela diferente al cine donde se hace un trabajo que otros lo acaban y en el teatro uno mismo es el que lo empieza y lo termina. 

A veces las funciones te vienen sin saber muy bien porqué, no se hacen en el momento, como ocurrió con Fuga, que es, si no la primera, de las primeras escritas por Jordi Galcerán, y que se llevó doce años metida en un cajón. Yo pienso que las buenas obras, como las buenas películas, son atemporales. Se decía que aprovechábamos la corrupción política del momento pero no es así. Las obras te llegan más que buscarlas tú mismo. Te puedes enterar en un momento dado de que en Inglaterra o en Nueva York se está representando una obra concreta entonces la vemos y la traemos si nos gusta.

(Comienza la etapa de los recuerdos con los programas de Las amistades peligrosas y Cómo aprendí a conducir, las dos últimas con las que la actriz estuvo en Sevilla y que le traen buenos recuerdos y anécdotas...).
Alejandro Reche Selas
A.L.: Yo pensaba que la última vez que estuve en Sevilla fue con Las amistades peligrosas pero ahora recuerdo que fue con Cómo aprendí a conducir, la cual no estrenamos en Madrid. En Las amistades peligrosas ocurrió algo muy curioso: Toni Cantó se puso enfermo y no pudo actuar en Granada, siendo sustituido por mi hermano Luis. Pero como él no se sabía el texto, lo hizo con un pinganillo y, como no encontrábamos apuntador, Maribel Verdú y yo le dábamos el texto. En la obra mi personaje con el de Maribel nunca coincidía y, entre cajas, vestidas de época, le dábamos a Luis el texto y en una ocasión Maribel se vino arriba y le dijo a Luis : " Y ahora con confianza". Pero se lo decía a él por la emoción que ella sentía y Luis dijo esa frase que no tenía nada que ver con lo que decía el texto ni después. Fue una experiencia bonita. 

Por otro lado, Cómo aprendí a conducir tiene uno de los personajes más bonitos que he hecho y me quedé con ganas de que la viese todo el mundo. Era una obra sobre los abusos y había un cierto miedo por la temática. Además esta obra la habían hecho en Estados Unidos Mary Louise Parker y David Morse y uno de las cosas que incorporamos aquí, que no existía en la obra que ellos hicieron fue en el final, cuando se pensaba que la niña era una provocadora, al "ver" la violación, fue un acto de valentía.

P.: En Las amistades peligrosas estaba la gran Antoñita como responsable de las pelucas...

A.L.: Siempre que hago obras de época, como en Ser o no ser, y tengo que llevar peluca, me las hace ella. Es una mujer increíble, un genio en lo que hace y entiende muy nuestro trabajo. Son obras complicadas que ahora no se podrían hacer. En aquel momento no se escatimó en medios para hacerla.

P.: Aparte de sus trabajos en teatro usted hizo dos Estudios 1 de dos obras que no había hecho sobre las tablas: Casa de muñecas y Defensa de dama. Fue una gran oportunidad de interpretar dos personajes protagonistas muy potentes ¿no?

A.L.: Sí. Como empresa privada tiendes más a hacer comedias porque la mayor parte del público es lo que quiere ver, y más en este momento. Las montamos con mucho mimo y haciéndolas bien pero no solemos hacer dramas. Y en esas dos obras mencionadas, Nora de Casa de muñecas es un  personaje mítico pero a mí, el personaje de Defensa de dama me marcó la vida. En el proceso de preparación. Leí un libro que me impresionó mucho y quedé con un grupo de mujeres: una psicóloga de crisis, una jefa de una casa de acogida de mujeres y una mujer que había salido de ella. Entré en una catarsis tremenda. Me di cuenta de que no sabía nada en realidad. Solemos continuar con nuestra vida sin saber lo complicado que es esa situación, con respecto a los hijos, al poco apoyo que tienen. Es un mundo mucho más complejo de lo que parece. Fue un trabajo bestial. Trabajé con un amigo mío, Manuel Armán que es realizador de televisión y actué junto a un actor como Francesc Orella que es fenomenal. Fue muy intenso.

P.: Pasando a otro tema, curiosamente, en la serie Segunda Enseñanza, usted interpretaba a una estudiante que se escapa a Madrid para cumplir su sueño de ser actriz. A mí es una serie que me ha marcado...

A.L.: Hay que tener en cuenta que antes las series eran distintas. Ahora se trabaja a la americana, con equipos de guionistas y se trabaja de otra manera. Recuerdo cuando hice Media naranja, que me dieron trece guiones escritos por Rosa Montero y en Segunda Enseñanza, cada uno tenía su capítulo pero luego hacíamos en los demás figuración, porque pertenecíamos al grupo escolar, y me dieron trece guiones escritos por Ana Diosdado. Era formato cine y no tiene que ver con la manera en que se trabaja actualmente. En esa época los proyectos se cuidaban mucho.


P.: Y enlazando con lo que vivía su personaje en esa serie, ¿cómo recuerda la primera vez que pisó un escenario?

A.L.: Recuerdo haberlo hecho fatal. Yo es que no tenía la idea inicial de ser actriz. Lo que ocurre es que me fui a vivir una época con mi abuelo, Ismael Merlo, porque yo lo veneraba y lo adoraba, para mí era un dios. Era un actor muy moderno para su época, un gran conversador, con un gran sentido del humor y me fui a vivir unos meses con él. Él me envenenó con el teatro y a los quince años empecé a trabajar. Para mí fue fácil, porque ya estaba dentro de ese mundo, pero luego tienes que demostrar mucho más.

Debuté con una obra que se llamaba Solos en esta tierra donde interpretaba al fantasma de un soldado que recordaba que había muerto y sentí que lo hice muy mal. Ahí entendí que esta profesión era difícil, por lo que, desde ese momento, mi afán era, ir poco a poco, con toda la humildad del mundo, haciendo una carrera de fondo, con mucho teatro. Aprendí con Don José Franco, que era un maestro maravilloso que nos enseñaba a decir el verso y a ser naturales. Y aquí sigo, sin hacer televisión porque mi pasión es el teatro a raíz de crearse la empresa familiar. En El Nombre tengo un papel menor en comparación con los de mis compañeros porque creo que las cosas buenas hay que hacerlas y si tienes que ponerte por detrás, te pones. Lo importante es estar en un buen proyecto con buenos actores, produciendo lo que yo quiero hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario